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Sin complejo de ser españoles

La Razón
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Cuando se aproxima la celebración de la Fiesta Nacional –mañana, 12 de octubre– se agita aún más el debate endémico que los independentistas mantienen sobre el concepto de pertenencia a la nación y la configuración del Estado. Conviene no caer en la trampa que algunos agitan por interés espurio sobre el alcance y la extensión del sentimiento patriótico de los españoles. Una minoría separatista, nacionalista y antisistema nos ha empujado a un escenario brumoso sobre nuestro país y su ciudadanía que no conjuga con la realidad. Ha sembrado una semilla de inseguridad que ha pretendido poner en cuestión, hasta desdibujarlas en algunos sectores de nuestra sociedad, la idea de España y de la satisfacción de sentirse parte de la nación más vieja del mundo, capaz de grandes gestas, con una historia envidiada y convertida desde hace varias décadas en una democracia moderna y liberal, y una de las economías más pujantes del escenario internacional. No se trata, obviamente, de presentarnos como una sociedad perfecta, carente de defectos, en la que sus habitantes no pasan dificultades. Por supuesto que no. Pero tampoco de emborronar lo que es y representa España que, desde luego, dista radicalmente de lo que esa minoría vende a quien quiere escucharla. Afortunadamente, la sociedad española está compuesta por una inmensa mayoría de personas maduras, con capacidad para formarse un juicio propio sobre las cosas y filtrar los mensajes y la propaganda por el cedazo del sentido común. En este sentido, la encuesta de NC Report para LA RAZÓN ofrece una radiografía concluyente. Nueve de cada diez personas preguntadas se sienten españolas y un porcentaje similar (75,1%) está orgulloso de ser español. Quienes cuestionan la realidad del país, como si estuviera a punto de sucumbir, o estuviera preso de una crisis de identidad colectiva que nos hiciera temer por un desenlace inesperado de nuestra historia en común, tendría que parar, meditar y recordar que, pese a unos cuantos y a no pocas zancadillas, la inmensa mayoría de los ciudadanos de este país estamos orgullosos de pertenecer a él y de compartir un proyecto colectivo que arrancó hace siglos. Y que ese sentimiento global es un hecho lo demuestra también el que nos duela que unos pocos pretendan acabar con lo que es de todos. Por eso, en ese mismo sondeo, el 61,4% de los interpelados cree que deberíamos ser más patriotas, y ese concepto de exigencia con el patriotismo sólo puede partir de un profundo vínculo afectivo con la nación que es preciso alentar y reforzar. Y en ese papel, los poderes públicos tienen un deber principal que no siempre han sabido desempeñar con la intensidad que requieren el respeto y la lealtad a los símbolos que nos representan a todos. Es positivo, a este respecto, que el Gobierno se haya decidido a multiplicar los actos por el Día de la Hispanidad para implicar a los ciudadanos en la celebración de la «fiesta de todos». Pero toca redoblar esfuerzos para contrarrestar a quienes, desde las administraciones separatistas o extremistas, han declarado y probado su beligerancia contra los símbolos nacionales hasta crear un clima viciado para todo lo español. Debemos entender que no tenemos por qué disculparnos ni sentir vergüenza por sentirnos parte de una nación extraordinaria, admirada y envidiada en el resto del mundo, destino de millones de personas de todas las nacionalidades que nos eligen como destino. España lo merece.