Catolicismo

El diagnóstico del Papa sobre la sociedad: «Esclerosis espitirual»

El Papa, ayer, durante la la misa en la basílica vaticana
El Papa, ayer, durante la la misa en la basílica vaticanalarazon

Durante tres días, unos 6.000 sin techo y personas socialmente excluidas han vivido su particular Jubileo de la Misericordia en Roma y en el Vaticano. Si Francisco ya los recibió en un encuentro el pasado viernes en el Aula Pablo VI, ayer quiso animarlos de nuevo dedicándoles una misa en la basílica de San Pedro. Pero además de tener palabras de cercanía hacia ellos, criticó una vez más la hipocresía de la sociedad y también a aquellos que leen los horóscopos y buscan adivinar el futuro.

Llegados de distintos países del mundo, para muchos de los sin techo era la primera vez que entraban en el interior de la basílica vaticana. Así, emocionados, siguieron la celebración y participaron de las oraciones y de los cantos. Atentos, escucharon cómo Francisco afirmó que «en este mundo casi todo pasa, como el agua que corre; pero hay cosas importantes que permanecen, como si fueran una piedra preciosa en un tamiz».

«¿Qué es lo que queda?, ¿qué es lo que tiene valor en la vida?, ¿qué riquezas son las que no desaparecen? Sin duda, dos: el Señor y el prójimo. Éstos son los bienes más grandes, para amar. Todo lo demás, el cielo, la tierra, las cosas más bellas, también esta basílica pasa; pero no debemos excluir de la vida a Dios y a los demás», destacó.

En uno de sus discursos más largos de todo el Año Santo, el Papa habló con dureza de la exclusión, resultado de que la sociedad descarte y prefiera «las cosas que pasan». «Y esto es inaceptable, porque el hombre es el bien más valioso a los ojos de Dios. Y es grave que nos acostumbremos a este tipo de descarte; es para preocuparse, cuando se adormece la conciencia y no se presta atención al hermano que sufre junto a nosotros o a los graves problemas del mundo, que se convierten solamente en una cantinela ya oída en los titulares de los telediarios».

Así, a su parecer, la sociedad actual sufre una «esclerosis espiritual» que se produce «cuando el interés se centra en las cosas que hay que producir, en lugar de las personas que hay que amar». «Así nace la trágica contradicción de nuestra época: cuanto más aumenta el progreso y las posibilidades, lo cual es bueno, tanto más aumentan las personas que no pueden acceder a ello», lo que supone «una gran injusticia que nos tiene que preocupar, mucho más que el saber cuándo y cómo será el fin del mundo».

Pero la Iglesia piensa distinto y por eso Francisco recordó que para aquellos que son pobres en lo material «pero ricos de Dios» «amanecerá el sol de su justicia: ellos son los pobres en el espíritu, a los que Jesús promete el reino de los cielos». En el lado opuesto están los «arrogantes» que «han puesto la seguridad de su vida en su autosuficiencia y en los bienes del mundo».

Fue en este punto cuando Jorge Mario Bergoglio advirtió asimismo sobre la gente que intenta predecir el futuro y atiende a los horóscopos. «Siempre nos mueve la curiosidad: se quiere saber cuándo y recibir señales. Pero esta curiosidad a Jesús no le gusta. Por el contrario, Él nos insta a no dejarnos engañar por los predicadores apocalípticos».

En cambio, «el que sigue a Jesús no hace caso a los profetas de desgracias, a la frivolidad de los horóscopos, a las predicciones que generan temores, distrayendo la atención de lo que sí importa», subrayó. Francisco recordó también que esa tarde se cerrarían las Puertas Santas de las basílicas y catedrales de todo el mundo, poniendo punto final al Jubileo de la Misericordia.

La intervención del Papa concluyó con el deseo de que «el Señor nos conceda mirar sin miedo a lo que importa, dirigir el corazón a él y a nuestros verdaderos».