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«Yo piloté el vuelo que no pudo hacer mi amigo Lubitz»

Frank Woiton era el gran amigo de Lubitz; vivían en el mismo pueblo y trabajaban en la misma aerolínea. El jueves comandó el vuelo Barcelona-Düsseldorf de Germanwings que ningún otro piloto quiso hacer. Más de una vez dejó a Lubitz a los mandos del avión cuando coincidían en el mismo vuelo

Piloto y dj. Frank Woiton preparaba la fiesta anual de pilotos en Montabaur en la que él mismo actuaba de pinchadiscos y a la que estaba invitado Lubitz
Piloto y dj. Frank Woiton preparaba la fiesta anual de pilotos en Montabaur en la que él mismo actuaba de pinchadiscos y a la que estaba invitado Lubitzlarazon

Frank Woiton y Andreas Lubitz eran dos pilotos de Germanwings que se habían criado en el pequeño pueblo de Montabaur, al oeste de Alemania. Sin embargo, su forma de ser parece ser antagónica: Woiton, como se ve a primera vista, no es un comandante al uso, sino más bien lo que es en sus ratos libres: un disc jockey en Montabaur, donde muchos le definen como «el alma de la fiesta». Woiton es de esas personas que siempre están de buen humor y muy activas. Por eso, tras el accidente del martes y pese a haber perdido a un amigo, el capitán decidió volar y animó a todos sus colegas de la compañía germana a hacerlo, para no hacer una tragedia mayor y dar a la sociedad el mensaje de que volar es seguro.

Un gran número de tripulantes no pudieron superar la presión y no han volado desde entonces. Woiton, 24 horas después del accidente en Francia, hizo su vuelo de Hamburgo a Colonia como estaba estipulado. Salió de la cabina y recibió a los pasajeros. Saludó a todos los que iban subiendo a bordo del avión, uno por uno, y después les dio un discurso para «humanizar a la tripulación». Hasta le aplaudieron. Pero por si este gesto fuera poco, al día siguiente, cuando le tocaba librar, se enteró de que ningún piloto quería hacer la fatídica ruta Barcelona-Düsseldorf: el vuelo en que dos días antes fallecieron 150 personas al estrellarse el Airbus A320 contra los Alpes franceses.

Woiton se desplazó hasta Dusseldorf (a 130 kilómetros de su casa) para realizarlo. «Al enterarse de la negativa de sus compañeros, Woiton decidió pilotar el vuelo de la tragedia, el que nadie quería hacer, no sólo como respeto a la aviación alemana, también como homenaje a su amigo de Montabaur», indicó un amigo del piloto a LA RAZÓN. Éste prefirió mantenerse en el anonimato porque, desde ayer, Germanwings ha prohibido al piloto y a su círculo hacer declaraciones a los medios de comunicación. La mañana del jueves, Woiton realizó con éxito y bajo una tremenda emoción el vuelo desde Barcelona a Düsseldorf. A estos pasajeros también los saludó y les dirigió unas palabras tranquilizadoras, queriendo decirles que «no se preocuparan. Voy a llevarlos sanos y salvos. Yo también quiero cenar esta noche con mi familia en la mesa».

Sin embargo, justo cuando volaba esa mañana, la Fiscalía francesa confirmaba la trágica noticia, que Lubitz estrelló a propósito la aeronave al aprovechar la salida del comandante al servicio. Woiton cambió entonces completamente de parecer sobre su amigo: «Hasta entonces, si le preguntábamos por lo sucedido, hablaba acerca de la ‘‘desgracia’’, “su amigo Andreas”»... Defendía lo buen copiloto que era y que quería volar en vuelos de largos trayectos», indica la misma fuente. De hecho Woiton también dejó solo al copiloto de 27 años en alguna ocasión en la que coincidieron. Se fiaba de él y pudo dejarle a solas mientras iba al servicio. Nada que ver con sus declaraciones después del giro del jueves, en el que el contenido de la caja negra encontrada cerca de Seyne-les-Alpes apuntaba a un suicidio. Lubitz se encerró y apretó un botón para que el avión descendiera de altitud frente a los Alpes. «De ser su amigo Andreas pasó a refirse a él como ‘‘este hombre o este tipo’’. Le cambia el gesto cuando se le menciona», aseguran en Montabaur, su pueblo natal, conmocionado por la tragedia.

Woiton, al ser de Montabaur y piloto, también es conocido en ese aeródromo en el que Lubitz realizó sus primeras prácticas al frente de una aeronave. Vive muy cerca del LSC Westerwald. La localidad está muy bien comunicada con las grandes ciudades y los aeropuertos de la flota de Germanwings, pero también tiene trenes de alta velocidad a Frankfurt o Düsseldorf. El amigo del fallecido Lubitz es uno de los hombres más animados de Montabaur. Tiene su propia empresa de eventos y siempre que no está volando «pincha» música en los pocos locales que hay en este pueblo. «No parece piloto», resalta una vecina, «no parece de aquí».

Los vecinos aseguran que para salir de fiesta o ligar es mejor ir a la ciudad de Coblenza. No obstante, Woiton no decae en su empeño de levantar el ánimo en Montabaur. Sin ir más lejos, para el próximo mes tiene organizada una fiesta con un grupo musical con temática de aviación. Los «flyers» están maquetados como si fueran un billete de avión y el personal va vestido de piloto. Al cierre de esta edición, esta fiesta iba a seguir celebrándose en la fecha prevista, el 25 de abril de 2015.

Respecto a la familia, sus conocidos no creen que los padres y su hermano pequeño vuelvan al barrio residencial en el que se crió Andreas. «Es una pena, con lo que les costó construir esa casa. Son una familia encantadora», asegura un vecino de Montabaur. «Se fueron a Francia al día siguiente del accidente con lo puesto, tendrán que volver a por ropa y a rehacer sus vidas, pero seguramente no sea aquí. Me pregunto dónde irán. Es una auténtica tragedia, demasiado difícil de superar para unos padres». El chalet familiar parece ahora un plató de televisión, los periodistas hacen sus directos desde la fachada, mientras la Policía flanquea las dos entradas a la pequeña manzana de viviendas. «Imagínate el shock, el verano pasado vi a Andreas haciendo ‘‘jogging’’ y hoy ya no está y se ha llevado a 149 personas por delante. Hasta que no me confirmen cien por cien cuando encuentren la otra caja lo que ocurrió, no me lo creeré. No puede haber hecho eso», explica Johannes, un joven vecino de los Lubitz.

Mientras tanto, la investigación continúa. El fiscal de Marsella, Brice Robin, ha declarado que el incidente es un caso de «homicidio involuntario» porque no cree que el copiloto tuviera intención de matar a los pasajeros a la hora de estrellar el aparato.

Persianas bajadas en el aeródromo

Con tan sólo 14 años, un adolescente Lubitz empezó a asistir al club de vuelo LSC Westerwald, a tan sólo cinco kilómetros de su hogar en Montabaur. Sus miembros y profesores han pasado de defenderle a no recibir a nadie y mucho menos a mencionarle. Ayer no voló ningún aeroplano y no atendieron a la Prensa que se acercaba curiosa al aeródromo. Bajaron las persianas y dejaron la torre de control vacía, pero no impidieron el acceso a las dependencias al aire libre. Este periódico pudo saber que sus compañeros están hundidos. Han recibido decenas de e-mails con amenazas, criticándoles por haber enseñado a «semejante» ser a volar.

La fiesta a la que Lubitz no acudirá

Perplejidad. En el pueblo natal de Andreas Lubitz, Montabaur, a 130 kilómetros de Düsseldorf, no terminan de creerse que su joven vecino es el responsable de 149 muertes. Uno de los más afectados por el siniestro es Frank Woiton, un amigo y compañero de trabajo de Lubitz. Woiton, también piloto de Germanwings, había organizado una fiesta en esta localidad para el próximo 25 de abril. En las imágenes de la izquierda se puede ver al propio Frank Woiton y las entradas para el evento para pilotos que había organizado. Para los conocidos y amigos de Andres Lubitz el enigma sobre esta persona es si cabe mayor. Según el diario alemán «Die Welt», agentes de la policía hallaron en el registro del apartamento de Düsseldorf numerosos medicamentos para tratar un grave trastorno psicosomático. «El hombre, de 27 años, estaba siendo tratado por varios neurólogos y psiquiatras», asegura un miembro de la investigación en declaraciones al rotativo. Lubitz sufría un «síndrome subjetivo de sobrecarga» –lo que se conoce como «burnout» o estar «quemado» por estrés laboral– y tenía una fuerte depresión. También agrega que «esto se desprende de notas personales del piloto, que guardó y archivó». Mientras tanto, prosiguen los interrogatorios a médicos, amigos, colegas y conocidos del copiloto. El grupo especial que lleva la investigación bajo el nombre de «Alpes» cuenta en estos momentos con hasta 200 agentes encargados en buscar pruebas que permitan esclarecer qué llevó al copiloto a estrellar de forma deliberada el avión.