Libros

Libros

Henar Ortiz: «Letizia no ha leído aún los cuentos»

La tía paterna de la Reina publica su primer libro, «Diminutos cuentos», ocho relatos ilustrados por Abraham Menéndez; «Estoy orgullosa de mi sobrina, para nosotros es un estigma», dice de Doña Letizia

Baile de color. Una de las ilustraciones del cuento «Guateque», obra por Abraham Menéndez para el libro de Henar Ortiz
Baile de color. Una de las ilustraciones del cuento «Guateque», obra por Abraham Menéndez para el libro de Henar Ortizlarazon

La tía paterna de la Reina publica su primer libro, «Diminutos cuentos», ocho relatos ilustrados por Abraham Menéndez; «Estoy orgullosa de mi sobrina, para nosotros es un estigma», dice de Doña Letizia

La tía abuela de la Reina Letizia Henar Ortiz publica su primer libro, pero que nadie lea entre líneas nada regio porque no lo encontrará. Ella ofreció sus textos a una pequeña editorial asturiana y ha cedido sus derechos de autor a la ONG Pájaro Azul.

–De diseñar bolsos a escritora...

–Son algo humilde y es lo primero que publico. No tiene nada que ver con los diseños de bolsos, que tengo en «stand by» por la situación que atravesamos. Los cuentos forman parte de mi ocio y de mis inquietudes, que tienen que ver con la imaginación. Me gusta escribir. Además, tengo otros escritos sin publicar. Me han ofrecido muchas veces escribir, pero la forma de libro que quieren no es mi estilo. Escribo como descarga y uno siempre tiene miedo de mostrar sus cosas, sus gustos o estados de ánimo.

–¿Habrá que leer entre líneas?

–Claro, por ejemplo el cuento de Cristina que está dedicado a mi hermana fallecida. Aún lo leo y me emociono.

–¿En alguno vierte sus impresiones por haber pasado del anonimato a la primera fila, por ser familia de la Reina?

–No, en ninguno pensé en eso. Sólo puedo decirte que sentí un poco de vértigo, de sorpresa, porque nunca esperé algo así a lo que le pasó a nuestra familia.

–¿El balance es bueno?

–Todo hace crecer, pero hay que digerirlo. No fue fácil. No entiendo bien las hostilidades, las encuentro gratuitas. Ahora creo, con la distancia, que hay un equilibrio y más tranquilidad. Al principio fue como un tsunami y eso que yo había entrenado mucho con la fama de mi madre. Digamos que ya hice la mili, aunque ahora es más grande.

–¿Le gusta el lugar donde les ha colocado la Historia?

–Estoy orgullosa de mi sobrina, para nosotros es un estigma del que soy consciente. Ni me gusta ni me disgusta. Es la realidad. Seguramente no hicimos todo bien y hay cosas de las que me arrepiento, pero no son para decirlas en público.

–¿Qué es lo que más daño le hizo?

–El asunto del alzamiento de bienes, porque se aprovecharon.

–¿Qué hace ahora?

–Está la cosa tan fea que no se puede hacer mucho. Hago bastantes cosas y, gracias a Dios, no tengo cargas familiares. Vivo con austeridad en Asturias, pero me muevo mucho y también pinto.

–¿Ejerce de tía regia?

–Me ejercen, pero no voy de tía de nadie. Tengo cinco sobrinos y ejerzo de tía con todos y con los que puedo. Cuando eran pequeñitos, también con mi hija, hacíamos dibujitos juntos y nos inventábamos cuentos porque me encantan los niños.

–¿En cuánto tiempo escribió los «Diminutos cuentos»?

–En un par de días, me salieron del tirón. Mi madre y, por supuesto, mis editores han sido las únicas personas que los han leído antes de publicarse. A Menchu le gustaron y me dijo que «acarician el alma» y, especialmente, el dedicado a mi hermana le emocionó. Si me preguntas si Letizia los ha leído, te diré sinceramente que no.

–¿Le tiemblan las piernas ante la exposición mediática que se avecina?

–¿Quién dijo miedo? Son cuentos que tienen emociones vertidas en ellos. Ya he recibido tortas porque sí, pero si ahora eso hace que los cuentos se vendan más, pues bendito sea, porque me centro en ayudar a la ONG, todos los derechos de autor van íntegramente para ellos. Me da pena, pero lo he asumido. No comprendo la hostilidad gratuita. Antes era ingenua, pero en estos años he aceptado que hay gente que machaca sin más.

–Pero usted es muy cañera en las redes sociales...

–Es que no me gusta nada cómo está España, ni muchas partes del mundo. Y no quiero estar callada. Expreso mis opiniones, hasta ahí podíamos llegar, pero no insulto. Soy cañera porque digo mis verdades, no he cambiado y las manifiesto, y con Rajoy también.

–¿Se iba a presentar en las listas de Podemos?

–Nunca, no sé quién lo dijo. Simpatizo y admito que voto a Podemos, pero jamás he pertenecido a un grupo político. Voy a mi bola. No soy antisistema, el antisistema es el Gobierno que hemos tenido hasta ahora. España fue un lobby y Podemos ha sido un tsunami que ha espabilado a la gente.

–¿Económicamente no está muy boyante y cede sus derechos de autor a una ONG?

–No soy rica, ni lo fui. Me gustaría estar más activa profesionalmente, pero no me puedo quejar. Soy una privilegiada porque como y tengo un techo. Nadie me ha ofrecido nada por ser la tía de Letizia y, además, creo que la solidaridad mueve montañas.

–¿Será el regalo de Navidad de sus sobrinas Leonor y Sofía?

–Será un regalo de Navidad para toda mi gente porque me siento megarrica en amigos. Además, la Navidad para mí es tranquila: respeto la liturgia pero soy laicista. Son fechas para encontrarme con la gente que veo menos y cuando más siento las ausencias.

Fundación Pájaro Azul

En principio la tirada de «Diminutos cuentos» es de 500 ejemplares, en formato álbum ilustrado, que saldrán a un precio medio de 15 euros editados por Trabe, una joven editorial asturiana. Son ocho cuentos ilustrados por Abraham Menéndez y cuyos derechos de autor de ambos se destinarán a la ONG asturiana Fundación Pájaro Azul, cuyos trabajos de cooperación se centran en Kinshasa (República Democrática del Congo), colaboran con un proyecto educativo con niños de la calle, el Centro Bana ya Poveda y con un centro de atención de enfermos mentales que dirige una asturiana. También han creado un proyecto para la formación y desarrollo de mujeres.

Adelantamos en exclusiva dos extractos de «Diminutos cuentos»

Guateque

¡Qué fiesta tan divertida! Las gomas de borrar bailaban un rondón. Las cuartillas, que eran muy tímidas, cuchicheaban en una esquina de la inmensa caja de charol. Los clips, que eran tremendos, restallaban un claqué en medio de la pista improvisada. Los lápices de colores, que ensayaban siempre que podían, se marcaban una perfecta sincronía de «break-dance» y de paso, como eran excelentes grafiteros, decoraban las paredes de cartón de su hogar.

Andrea

Percibo la caricia del viento, pero no tengo cara: no la necesito. Siento las cosquillas de la arena de mi playa preferida en mis pequeños pies, pero no dejo huella. Advierto el humor de mi madre, me absorbe, me envuelve... Yo la envuelvo a ella con mi luz y gritamos sin cotas.