Gastronomía

Juanjo Artero: Nostalgia de la olla ferroviaria

Le encanta la cultura del fuego, por eso las barbacoas le privan. Sus chuletillas de cerdo se han convertido en un clásico cuando recibe en casa

Juanjo Artero: Nostalgia de la olla ferroviaria
Juanjo Artero: Nostalgia de la olla ferroviarialarazon

Le encanta la cultura del fuego, por eso las barbacoas le privan. Sus chuletillas de cerdo se han convertido en un clásico cuando recibe en casa

Su Selfiereceta: Fabada tradicional asturiana

Ingredientes:

-Fabes

-Morcilla

-Chorizo

-Tocino

Elaboración

-Si los ingredientes son de primera, no hace falta poner nada más. Si no, añadir, oreja o lacón.

-Echar todo en la olla ferroviaria y tomárselo con calma. Lo que más cuesta es llevar el agua a ebullición. Luego una vez conseguido el punto perfecto, me gusta mantenerlo un buen rato y disfrutar con el olor que va soltando.

Le pillamos con las manos en la masa. No estaba preparado, pero el hambre aprieta y Juanjo Artero, que no descansa ni en verano, aprovecha un rato de ocio para comer algo. Se está preparando un sandwich con quesitos y unos huevos a los que no tarda en hincar el diente mientras explica a LA RAZÓN sus secretos culinarios. Para empezar, lo suyo, dice, «es el fuego».

«Me encanta cocinar en barro, a fuego lento, descubrir los olores, las mezclas... Además, la comida siempre te devuelve recuerdos de tu vida, de tu infancia, es maravilloso», asegura. Dice tener muy buen olfato y es este sentido el que constantemente le trasporta a su pasado. «El olor al mar de Nerja, el del Manzanares donde iba de pequeño...», dice nostálgico.

Juanjo se encuentra de gira con «El milagro de la Tierra», el primer mónologo de su dilatada carrera, y el martes 26 se sube al escenario del Castillo de La Triste Condesa, en Arenas de San Pedro (Ávila), «localidad en la que precisamente espero abrir un hotel rural con huerto y corral incluidos», dice.

Lo que más le gusta

En las barbacoas se siente cómodo: «Soy bueno, tengo que reconocerlo», bromea. En la parrilla le gusta poner unas «ricas costillas de cerdo», las cuales hierve un poco antes en agua y en la barbacoa las adereza con aceite y miel. «Me gusta mucho llevar a gente a casa a comer, eso sí, luego tienen que decirme 500 veces lo rico que estaba todo, si no no me quedo a gusto», dice. Aunque los chanquetes –era inevitable hacer la pregunta– no están en el «top ten» de sus platos favoritos, los productos del mar suponen para el actor un placer irrenunciable. No le ocurre lo mismo con la colifor, lo que más aborrece. «Cuando era pequeño me espantaba su olor, era como un cerebro blanco, así que me negaba siempre a comerla. Pero un día, la cuidadora se hartó y me la metió en la boca... Evidentemente, no aguantó mucho tiempo dentro», dice intentando olvidar aquel momento tan escatológico. «Así que me quedo con el brócoli con bechamel... ¡Qué delicia!», añade para demostrar que también come verduras.

«Soy muy tragón y, claro, eso luego se paga. Aunque tengo que reconocer que para lo que como no engordo. Es cuestión de mi organismo, además, como paro poco quieto, pues quemo muchas calorías», justifica.

Aunque realmente, más que meter la mano en los fogones, con lo que Juanjo disfruta es con los huertos. «En casa tengo un jardincito y he hecho mi propio huerto. Es pequeño, no tiene muchas cosas, pero, por ejemplo planto berenjenas, romero, espárragos verdes y patatas. ¡Me encanta meter la mano bajo tierra para buscarlas!», explica. «Siento una gran atracción por todo lo rural, ir a ver cómo ponen los huevos las gallinas, el olor de los corrales....», reconoce.

Otras de sus aficiones es el de las ollas ferrorivarias en las que prepara unas fabadas asturianas de escándalo. Disfruta contando la historia de esta cocina elaborada por los maquinistas ferroviarios que preparaban grandes ollas para saciar el apetito en los interminables viajes de antaño. Este halo nostálgico le priva. Es más, decide preparar para este diario unas alubias en pleno mes de agosto. Una genial locura de difícil digestión.