Historia

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Los afrodisiacos de Fernando el Católico

La ansiada búsqueda de descendencia con Germana de Foix, su esposa tras la muerte de Isabel, le llevó a tomar unos brebajes a los que muchos apuntan como culpables de su decadencia a partir de 1513

Los afrodisiacos de Fernando el Católico
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La ansiada búsqueda de descendencia con Germana de Foix, su esposa tras la muerte de Isabel, le llevó a tomar unos brebajes a los que muchos apuntan como culpables de su decadencia a partir de 1513

Al morir Isabel la Católica, su viudo, Fernando, contaba todavía con 53 años; y aunque él mismo calificara a su difunta esposa como «la mejor y más excelente mujer que nunca rey tuvo», decidió contraer nuevo matrimonio impulsado quizá por su delicada situación, con una hija demente o poseída, según vimos en el enigma sobre Juana la Loca, y un yerno ingrato. Este nuevo matrimonio de Fernando, tan criticado por los historiadores, ponía en riesgo el tesoro político de la unidad na-cional. El fraile Bernardo Juan de Enguera, inquisidor apostólico de Cataluña, y los embajadores Juan de Silva, conde de Cifuentes, y micer Tomás Malferit, del Consejo de Aragón, negociaron el enlace por poderes el 25 de agosto de 1505.

Con tal fin viajaron hasta Francia, donde el conde de Cifuentes se casó por representación, en nombre del rey, con la princesa de 17 años Germana de Foix, sobrina carnal de Luis XII e hija de su hermana María de Orleans y del marido de ésta, Juan Gastón de Etampes, hijo a su vez de la reina Leonor de Navarra. La consorte era, por tanto, sobrina nieta de Fernando de Aragón. Menudo parentesco. Los esponsales requirieron, como es natural, la dispensa papal y tuvieron lugar el 18 de marzo de 1506 en la villa de Dueñas, donde treinta años antes, caprichos del destino, había estado Fernando para conocer a Isabel.

w «Poco hermosa y coja»

La nueva esposa era una mujer alta y corpulenta, a quien fray Prudencio de Sandoval retrató sin piedad: «Poco hermosa, algo coja, gran amiga de holgarse en banquetes, huertas, jardines y fiestas». Nada que ver con Isabel. Tres años después de la boda, el 3 de mayo de 1509, nació el ansiado varón, el príncipe Juan de Aragón, que sólo sobrevivió unas horas. El cadáver se trasladó al monasterio de Poblet, panteón real de las dinastías catalana y aragonesa.

¿Qué hubiese sucedido en caso de vivir? En lugar de un pan bajo el brazo, el hijo de Germana de Foix y de Fernando el Católico hubiese traído a España la división nacional, como advierte el doctor Enrique Junceda: «Habría separado el príncipe las coronas de Castilla y Aragón, al heredar esta última a la muerte de su padre, ya que según las leyes de Aragón se pospondrían con este nacimiento los derechos hereditarios de su otra hija, la reina doña Juana». El matrimonio persiguió hasta el final el anhelado varón que permitiera la transmisión hereditaria en detrimento de Juana la Loca, pero el rey enfermó en marzo de 1513 en Medina del Campo.

El cronista Sandoval explica la insólita razón de su convalecencia: «Porque la reina, su mujer, con codicia de tener hijos, le dio no sé qué potaje ordenado por unas mujeres, de las cuales dicen fue una doña María Velasco. Dominole tan fuertemente la virtud natural que nunca tuvo día de salud, y al fin le acabó este mal».

Tan increíble versión se apoya a su vez en la de Pedro Mártir de Anglería, según el cual, «un feo potaje que la Reina le hizo administrar por mediación de doña María de Velasco para más habilitarle que pudiese tener hijos, dándole a entender que se empreñaría luego». Luis de Comenge señala que al rey Fernando le dieron «potaje de turmas de toro y cosas de medicina que ayudaron a la generación».

w Intoxicación

Y el también doctor Fernández Ruiz sugiere que le administraron algún preparado de cantáridas, muy recomendado entonces como afrodisiaco en el tratamiento de la impotencia masculina y causa de una intoxicación análoga a la que años antes había sufrido el rey Martín el Humano. Sea como fuere, Fernando falleció tres años después, el 23 de enero de 1516, en la aldea de Madrigalejo, cerca de Trujillo, a causa de «una caquexia palúdica», según Luis Horno Liria. El doctor Junceda evocaba así sus últimos días: «No podía andar por su pie, haciéndose llevar en silla de manos. Luego apareció la hidropesía, sospechándose la posibilidad de una nefritis irritativa por el reiterado uso de pócimas erotizantes, para finalizar en una insuficiencia cardiaca».

El destino pagó así a Fernando con la misma moneda que él dispensó a la difunta Isabel: fallecido sin sucesión, Germana de Foix contrajo segundas nupcias con el marqués flamenco Juan de Brandemburgo, del séquito de Carlos V; y a la muerte de éste, se casó por tercera vez con Fernando de Aragón, duque de Calabria e hijo de Fadrique I de Nápoles. Tampoco Germana de Foix tuvo sucesión. Ni todos los fertilizantes del mundo pudieron contradecir la voluntad divina.

@JMZavalaOficial