Elecciones andaluzas

Café, tostada y sapo

La Razón
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Se sometía Donald Trump al escarnio público de esos programas nocturnos de la televisión estadounidense a los que ningún personaje público puede negarse a ir. «¿Se los está pasando, señor presidente?». Y asentía tímidamente el interpelado, a lo que respondía como una centella el inmisericorde cómico. «Pues dígaselo a su cara». Como «un poema» calificamos esa expresión de contrariedad, de estupefacción o de ambas cosas que se pone en el momento de deglutir un sapo y así, ahíto de batracios, se mostraba ayer Juan Cornejo durante la firma del pacto que obligará a la Junta a bonificar el impuesto de sucesiones. Ni el alemán Matthias Erzberger (1918) ni el francés Charles Huntziger (1940) pusieron semejante rictus de derrota en el vagón de los armisticios situado en un claro del bosque de Compiègne. Compareció el Demóstenes de Medina Sidonia con esa sonrisa denominada sardónica, pues parecían sonreír los condenados a morir por ingesta de una hierba venenosa de la Cerdeña, más por el papelón que le encomendó su jefa que por la importancia que estos profesionales del poder concedan a ciertas sutilezas ideológicas. No quiso regalarle Susana Díaz a Juan Marín la foto de la claudicación y es pertinente preguntarse los motivos por los que la presidenta se ha encastillado en una cuestión que era, sobre impopular, menor. ¿Tanto le costaba complacer a su único socio parlamentario? El socialismo andaluz, a lo peor, sigue anclado en su pasado glorioso y no ha comprendido que la atomización del mapa político exige menos rodillo y más cintura. Los estrategas de San Vicente se equivocaron en mayo, cuando Pedro Sánchez les comió la merienda. Se creen que nadie los podrá desalojar de la Junta, pero los tiempos están cambiando que es una barbaridad.