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¡Árbitro!

La Razón
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Si eres un pirata y llegaste a la presidencia a golpe de tuit lo normal es que al caer la noche cenes las palabras que vomitaste durante el desayuno. Ahí tienen al ínclito. Al de «los dedos vertiginosos». Al Trump nuestro de cada día. Ladraba contra el status quo el más favorecido por la bestia negra. ¿O existe alguien más status quo que el director del FBI? Luego ya fue y repartió el gabinete entre banqueros, ejecutivos de petroleras y etc. Le molestaba la casta, o la trama, o algún palabro similar, y ha colocado al yerno en un despacho y a la hija, sin sueldo, o sea, sin juramento y controles, en otro. Prometió revelar sus declaraciones al fisco y una mañana montó un acto dadá con papelotes frente a los periodistas que nadie pudo leer. Para evitar el nepotismo, el tráfico de influencias y otras prácticas fetén juraba que cortaría cualquier lazo con sus empresas. Las gestionan sus hijos. Iba a liquidar la reforma sanitaria y ha sido incapaz de articular una alternativa. En apenas diez días liquidaría el «caos migratorio» y luego van los jueces y una y otra y otra vez le tumban las ocurrencias. Lo último está relacionado con el muro. Esa muralla china que suturaría el tráfago de violadores y narcotraficantes que cruzan a nado el Río Grande con un cuchillo en la boca. Bien, bueno, pues parece que los próximos presupuestos no dedicarán a su barrera ni un maldito céntimo de dólar. ¿Qué decir de la política exterior? Cuenta las promesas por fugas. Ni estranguló la OTAN ni reconoció a Taiwán ni planchó al ISIS ni le declaró la guerra comercial a China. Alberti, desencantado, herido, habló de las palabras. «Manifiestos, artículos, comentarios, discursos,/ humaredas perdidas, neblinas estampadas./ ¡Qué dolor de papeles que ha de barrer el viento,/ qué tristeza de tinta que ha de borrar el agua!». Como en EE UU no publican apenas traducciones, y aunque fuera al contrario da igual, porque vivimos gobernados por un iletrado, zoquete y patán, no hay peligro de que lea al poeta y se sonroje. Trump, como otros, desconoce la posibilidad de azorarse. Si eres un profesional de las bancarrotas y has repartido pufos, si calumnias a quien te contradice e hiciste fama y fortuna en el estercolero de la televisión, normal que torees como quien cose las posibles contradicciones, los líos, los deslices, las chapuzas y tal. Al final la nueva política era esto. Napopeloncitos de sainete que hacen buenas sus carencias y pescan al televidente mediante el uso implacable del aguarrás sentimental y otros ácidos úricos. Mientras remato el artículo leo que ha muerto Jonathan Demme, director de «El silencio de los corderos», «Filadelfia» y me descubro preguntándome por qué carajo siempre perdemos a los mejores mientras los malos duran. Un espejismo. Todos terminaremos por hacer mutis. Es sólo que la memoria de algunos dejó harto consuelo y con los otros te pasas el partido pidiéndolo al árbitro que pite la hora.