Historia

Alfonso Ussía

Islas ignoradas

La Razón
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A noventa millas al norte de Tenerife han aparecido en mi conocimiento, venciendo a la ignorancia, unas islas de las que jamás tuve noticias. Y lo malo es que he navegado por ahí y nadie me ha informado de su existencia. Estaban deshabitadas y en alguna ocasión las habré rozado en el tramo nocturno de una singladura. Me sucede con las islas lo que con los ríos. Las que no estudié de niño, no me entran. Las islas ignoradas son portuguesas y emergen de la mar rodeadas de aguas territoriales españolas. Un lío. Son conocidas como islas Salvajes, un archipiélago formado por tres islas y doce islotes, lo que hace más imperdonable aún mi desconocimiento.

Las islas pertenecían a un millonario que en 1971 las puso a la venta. Portugal se adelantó a España y compró las Salvajes. Navegantes aventureros y «hippies» enamorados han sido sus únicos visitantes en los últimos años. Ahora, Portugal ha decidido montar una base por su interés natural y estratégico. Los españoles y los portugueses pocas veces nos hemos puesto de acuerdo, y casi siempre por nuestra culpa. Las islas Salvajes no han conocido la huella del hombre, y sus costas son ricas en flora y fauna. La decisión de Portugal de establecer allí una base militar y conceder a las Salvajes la categoría de parque natural, ha causado un cierto malestar en las autoridades españolas. Ignoro el motivo de su resquemor, porque las tuvieron a su alcance cuando Portugal, más inteligente, se las pagó al contado al millonario Crusoe, de nombre de pila, Robinsón.

Si las Salvajes que ya están habitadas por militares y guardas forestales, disfrutaban antaño de 12 millas de aguas territoriales, ahora pueden exigir 200 millas de pertenencia. Y en esas estamos. Una bobada por cuanto España y Portugal comparten fronteras marítimas y terrestres y ambas naciones forman parte de la OTAN. Pero los portugueses tienen de cuando en cuando la oportunidad de reírse de nosotros, y más aún si se extiende el rumor de que, bajo el lecho marino de las Salvajes, aguardan ricos yacimientos petrolíferos en espera de explotación. Que nadie ponga en duda mi patriotismo. Soy español hasta el tuétano y cada día que pasa, a pesar de la cantidad de necios y burros que se cuentan entre los españoles, quiero más a mi Patria. Pero en este contencioso, estoy del lado de Portugal. Tuvimos la oportunidad de comprar las islas, no lo hicimos, y Portugal acertó.

El problema son las millas. España dice que están deshabitadas y Portugal alega que, entre militares y guardas viven más de un centenar de personas en las islas. Como España con las Chafarinas y los peñones del norte de África. La única deshabitada era la del Perejil, frente a las costas de Ceuta, y para recuperarla de un desembarquito marroquí enviamos una fragata, a la Legión y a los Infantes de Marina. Falleció una cabra y los animalistas se enfurecieron. O quizá, una pareja de cabras, que molesta más. La prensa antimilitarista dedujo que las cabras habían sido ingeridas por los soldados españoles, y la versión oficial no fue otra que el susto que se llevaron las cabras cuando surgieron del aire nuestros muchachos, lo que llevó a las dos más miedosas, a lanzarse desde lo alto contra las rocas. Versión que creo a pies juntillas, claro está.

Portugal demuestra que las Salvajes están habitadas y España denuncia que esa presencia humana es reciente e interesada. Prueba de ello es que sólo viven militares y guardas. Dura afirmación. Los militares y los guardas son presencia humana y muy especialmente respetable. Si España despreció la oportunidad de adquirir las islas ignoradas, que no vaya ahora a Lisboa con la murga.

Por mi parte, espero conocerlas en un futuro casi inmediato. Por primera vez en mi vida, y sin que sirva de precedente, no le concedo a España la razón. Y me avergüenzo públicamente de mi ignorancia navegada.