José María Marco

One nation

La «nación una» o «nación única» a la que gusta referirse David Cameron, como lo ha hecho en su discurso ante el 10 de Downing Street, no alude a la necesidad de mantener unida Gran Bretaña ante las pulsiones nacionalistas escocesas. Es este un sarampión que los británicos están pasando ahora. Nosotros lo hemos tenido que sufrir hasta hace muy poco tiempo, y Cameron deberá enfrentarse a él con sus propios medios. A lo que alude es a la idea clásica, típica del conservadurismo inglés desde el gran Disraeli, en tiempos de la reina Victoria, de que Gran Bretaña no debe ser un país dividido en dos naciones, una privilegiada y otra débil y desprotegida. (Nuestro narcisismo, tan ignorante, sufrirá un poco, pero tampoco eso de las «dos Españas» resulta ser una idea original. Hay dos Francias, dos Italias y dos Américas, es decir, dos Estados Unidos, entre otros variados dualismos nacionales...)

La propuesta de Cameron para evitar esa escisión interna y alumbrar una «única nación» consiste por lo fundamental en dos cosas. Por una parte, poner en marcha políticas que fomenten la solidaridad y la cohesión social, lo que quiere decir preservar en la medida de lo posible (y lo sostenible) unos servicios sociales capaces de responder a las necesidades reales de los británicos. Por otra, y también para preservar esos mismos servicios sociales, aplicar políticas que no tengan por prioridad la redistribución, sino el crecimiento. Los británicos han comprendido lo que estaba en juego, y han respaldado una opción que ha funcionado. No todas las políticas de Cameron han sido populares, pero han conseguido que Gran Bretaña sea el país que más crece en la Unión Europea, y prácticamente sin paro.

La apuesta por el crecimiento es la clave de todo. Es lo que ha llevado al desastre a los laboristas, que han preferido centrarse, como aquí está haciendo el PSOE, en un neosocialismo que garantiza, como saben los electores, el estancamiento, el paro y, a muy corto plazo, el desmantelamiento de los servicios sociales. Uno de los argumentos que las elecciones británicas han sentenciado es aquel que acusa a las medidas de austeridad y flexibilidad de detener el crecimiento. Es al revés. El crecimiento no llega con el reparto de la riqueza existente y la defensa a ultranza de los privilegios de quienes tienen trabajo, sino mediante la creación de más riqueza, es decir más oportunidades y más empleo para todos. La clave, como siempre en las políticas eficaces, es la flexibilidad.