Astronomía

El marketing de la Superluna

En 2011 se relacionó este fenómeno orbital con el terremoto de Japón que mató a miles de personas.

El marketing de la Superluna
El marketing de la Superlunalarazon

Las previsiones de la NASA sobre que se iba a ver un 14% más grande y un 30% más luminosa se reducen al 1%,, según los expertos

Han sido cinco años esperando terremotos, maremotos y demás catástrofes de toda índole... que, afortunadamente, no se han producido. La moda, si puede llamarse así, de la Superluna comenzó en 2011. El 11 de marzo de aquel año se registró el terremoto y el consecuente tsunami de Japón, que segó la vida de casi 16.000 personas y provocó más de 8.000 desaparecidos. Ocho días después, el 19 de marzo, se produjo este fenómeno astronómico, por el cual nuestro satélite, en fase de luna llena, se encuentra en su posición de órbita–lo que se conoce como el perigeo– más cercana a la Tierra: menos de 360.000 kilómetros. ¿Existió algún tipo de influencia entre la cercanía de la Luna y los movimientos sísmicos que asolaron al país? Muchos lo creyeron... y lo siguen creyendo. Y la Superluna registrada ayer tampoco fue una excepción.

Como explica a LA RAZÓN Javier Armentia, director del Planetario de Pamplona, estas leyendas forman parte del «márketing» de este fenómeno satelital que, para empezar, ni siquiera científicamente debería llamarse Superluna. El origen del término –y de su leyenda– se debe a un artículo escrito en torno a 1979 por el astrólogo –que no astrónomo– norteamericano Richard Nolle. «Escribió un libro catastrofista, muy del gusto de entonces, en el que aseguraba que las “superlunas” iban a provocar terremotos y maremotos, usando datos inventados. Y es normal que, con tantos terremotos al año, se produjera alguna coincidencia. De hecho, los anunció para 2011. Y el término “superluna” se puso de moda, tuvo mucho éxito», explica.

El propio Nolle, en su cuenta de Twitter, ha tuiteado durante estos días mensajes de sus seguidores. «Hoy es 14 de noviembre, el día de la Superluna, y se han registrado dos terremotos en Australia y en Argentina». Y es cierto. El país suramericano sufrió hace dos días un seísmo de 5,5 grados. «Vivimos en un mundo que, ciertamente, está sometido a riesgos. Se nos alerta sobre el cambio climático, por ejemplo. Y para algunos, es un discurso que puede parecer intelectualmente razonable. La luna llena está ahí, parece lógico. Pero si nos ponemos a pensar que esta órbita se produce cada 27 días y medio, sólo puedes llegar a la conclusión de que estas conexiones son falaces», argumenta el astrónomo.

Nadie niega el influjo de la Luna en las fuerzas de las mareas. No en vano, se puede ver y sentir en objetos con gran cantidad de masa. Y nada mejor para verificarlo que los océanos. Sin embargo, en el mismo «saco» que las predicciones catastrofista se incluiría la influencia de la luna llena en el crecimiento del pelo y las uñas. O en los nacimientos de bebés. Así lo demostró un reciente estudio del Hospital de Manises (Valencia). Analizaron el efecto de las fases lunares en un total de 4.700 partos practicados durante tres años. ¿El resultado? No existe ninguna variación significativa. «En otro estudio de un hospital aragonés se comprobó que las cifras de partos variaban en los fines de semana o durante la estación de verano, cuando se producían menos. Pero de las fases lunares... nada de nada», dice Armentia.

Pero la Superluna ha tenido otra «campaña» publicitaria que, sin caer en la categoría de pseudociencia, sí que ha despertado el escepticismo de la comunidad científica. Según la NASA, la Superluna de ayer es la más grande de los últimos 70 años, de forma que no se repetirá una tan intensa hasta dentro de 18 años, en 2034. Así, esta proximidad hará que la veamos un 14% más grande y un 30% más luminosa, según la agencia espacial estadounidense. «No es cierto. Y, cuando menos, es exagerado», dice Armentia. «¿Cuál es la referencia que han tomado? ¿Con qué se ha comparado? Han tomado como referencia una microluna, que es la que se produce cuando el satélite está en su punto más alejado de nuestro planeta», añade. La última se produjo el pasado mes de abril.

Entonces, ¿cuál fue en realidad ese aumento que percibieron ayer aquellos curiosos que se lanzaron al espacio abierto para contemplar este fenómeno? En España, la «hora punta» para contemplar esta luna especial fue, teóricamente, las 14:52, aunque fue más visible a partir de las seis de la tarde, con la puesta de Sol. Sin embargo, fuera cual fuera la hora o los lugares elegidos –los peores, según la Agencia Estatal de Meteorología, fueron los Pirineos, el alto Ebro, el área cántabra, Baleares y algunas islas canarias debido a la nubosidad–, la Superluna, o al menos la que se no había «vendido», resultó casi imperceptible. «En realidad, se ve menos de un 1% más grande y entorno a un 1% más brillante. El ojo humano no puede captar la diferencia», dice el astrónomo. «Nuestro ojo no es una cámara fotográfica. A la hora de diferenciar el brillo y el tamaño, la sensibilidad de nuestros ojos es ocho veces inferior», añade.

Al fin y al cabo, hablamos de que la Luna va a estar a unos cuantos cientos de kilómetros más cerca de nuestro planeta. Y, dentro de una distancia total de cientos de miles, «resulta un cambio ínfimo». Con todo, que a ningún aficionado a la astronomía ni a ningún romántico apasionado por el satélite más seductor les quepa la menor duda de que ayer tuvieron la oportunidad de contemplar una preciosa luna llena. Como dijo Bécquer, esa luz «apacible y desmayada que acaricia nuestro espíritu y da vuelo desusado a nuestras fantasías».