Política

Crisis de valores

La Razón
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El asombro que provoca en los países occidentales la inestabilidad política en España, como consecuencia del bloqueo socialista, es el reflejo de que en nuestro país no sólo existe una crisis política, sino también una carencia de valores.

Poco parece importar la gobernabilidad de España, poco parece importar seguir en la línea reformista que nos está ayudando a crecer y salir de la crisis, poco parece importar mandar mensajes de certidumbre a los mercados y a los potenciales inversores, poco o mejor dicho nada importa España y sí el interés particular de algunos.

Este interés personalísimo, que dificulta la gobernanza y que sólo produce efectos adversos y colaterales a los españoles, es la expresión máxima del egocentrismo más radical, producto de una paupérrima escala de valores que impide tener responsabilidad, sacrificio, generosidad y altura de miras.

Esta crisis de valores que cito se ve reflejada clarísimamente en los políticos que anteponen su sillón al interés general. Y somos nosotros, los políticos, los primeros que debemos dar ejemplo y no ser la máxima expresión de lo contrario.

Pero este texto no quiero centrarlo únicamente en la preocupación que suscitamos los políticos con nuestro comportamiento, también quiero detenerme por un instante en lo que ocurre a nuestro alrededor, en la sociedad. Son muchos los días que nos desayunamos con trágicos y terribles sucesos que inundan los telediarios. Los incendios intencionados, el asesinato de una familia, desapariciones misteriosas, la presunta violación de una joven en los Sanfermines, casos de corrupción en todas las esferas, numerosos fallecimientos por violencia de género... hacen que debamos reflexionar sobre lo que nos está pasando y dejemos de verlo como simples espectadores y pasemos a la acción.

En nuestra responsabilidad está el inculcar una serie de valores a nuestras generaciones futuras, en nosotros está abanderar una profunda regeneración de ciertas pautas de conducta, de comportamiento, de educación y de ética que conlleve a una convivencia pacífica y de respeto.

La tradición judeocristiana, junto con los principios y valores del humanismo cristiano, son los que nos han permitido avanzar y desarrollarnos de una forma libre y próspera. Creo que hablar e inculcar en valores no debe ser una cuestión trasnochada o carca, creo que debe ser el eje del progreso de cualquier sociedad. Estos valores deben volver a la escena pública y a la agenda política, más si cabe, si son los que nos han ido tejiendo un modelo cultural en el que nos basamos en la actualidad y que es parte de nuestra idiosincrasia. La Unión Europea representa esos valores y espero que nunca tenga que decirlo en pasado.

Caer en un relativismo moral puede llegar a ser muy perjudicial para nuestro futuro como pueblo que persigue una convivencia pacífica y que pretende progresar en libertad. Los políticos tenemos una gran responsabilidad en todo esto con nuestro ejemplo, pero todavía más aquellos que tienen en sus manos las riendas de nuestra nación.