Arte, Cultura y Espectáculos

Caza a Renoir

Algunas de sus obras se han descolgado del MoMA y el Metropolitan, pero su nombre forma parte de la historia del arte. Expertos del mundo del arte analizan el fenómeno y opinan sobre la revisión de determinados artistas

Una obra de récord. Cuestionado o no, lo que es un hecho es que el artista francés ha sido uno de los pintores que más dinero han generado. Como muestra, los 78 millones de dólares que se pagaron por «Le moulin de la Galette» en 1990.
Una obra de récord. Cuestionado o no, lo que es un hecho es que el artista francés ha sido uno de los pintores que más dinero han generado. Como muestra, los 78 millones de dólares que se pagaron por «Le moulin de la Galette» en 1990.larazon

Una reciente protesta a las puertas del Museo de Bellas Artes de Boston pedía que se retirasen del centro las obras del pintor. ¿Estamos ante una moda pasajera? ¿Es necesario revisar la obra de ciertos artistas? ¿Tiene el público la última palabra? Los expertos opinan

Primero llamaron la atención de la National Gallery de Washington, el pasado mes de abril. Ahora se han trasladado al Museo de Bellas Artes de Boston. No eran demasiados, aunque sí suficientes para hacerse oír y que su protesta se multiplicara por miles de «likes» en las redes, un impagable amplificador. Max Geller, el cerebro que orquesta las manifestaciones de odio hacia Pierre Auguste Renoir, se ha convertido en todo un agitador artístico capaz de sacudir internet a golpe de pancartas ocurrentes, aunque un punto excesivas: «Dios odia a Renoir», rezaba una de ellas o «Renoir apesta» fueron dos de lo lemas que esgrimieron para tratar de lograr su propósito: que de ambos centros artísticos descolgaran los cuadros del pintor impresionista y los condenaran al olvido en un sótano. Lo que podría interpretarse como una mera anécdota ha dado pie a numerosas respuestas. Una de las descendientes vivas del artistas, una joven pizpireta que responde al nombre de Genevieve, respondía desde su Instagram que «cuando alguno de ustedes tenga un tatarabuelo cuyas obras se coticen por encima de los 78 millones de dólares, entonces podrá hablar», pues conviene traer al a memoria que «Bal au moulin de la Galette, Montmartre», fue subastado y vendido el 17 de mayo de 1990 en Sotheby’s de Nueva York por 78 millones de dólares, que al valor actual se elevarían por encima de los 110 millones. ¿Anécdota o moda? ¿Se impone una revisión de la obra del pintor? ¿Se puede cuestionar a un artista que está en la historia del arte? ¿Qué responsabilidad tiene el mercado?

Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen Bornemisza, piensa en el año que viene y en la exposición que en las salas se dedicará al artista. Esboza una sonrisa. Conoce el asunto y dice que «es una muestra de cómo funcionan las redes. Han tenido una amplísima cobertura. En un principio pensé que eran muy progres. No olvidemos que Renoir ha tenido desde hace mucho tiempo mala reputación para los estudios de género por parte, por ejemplo de las feministas porque decían que consideraba a la mujer como un animal decorativo. Después me di cuenta de que sus argumentos eran más bien filisteos: le reprochan no saber pintar una mano, o unos árboles... Son argumentos ingenuos», reflexiona, y recuerda lo que hacia 1876 dijo Albert Wolf: «Que alguien le explique al señor Renoir que el torso de una mujer no es una masa de carne en descomposición». Sus obras significaron un choque y cuando se pudieron ver en 1874 en la Société Anonyme en París, sus abocetamientos llamaron poderosamente la atención. Para el crítico de «The Guardian», Jonathan Jones, asegura que «uno no se puede dejar llevar por sus gustos ni por sus filias o fobias», y pone como ejemplo de poderío una de sus obras «La loge» o el retrato que realizó de Ambroise Vollard sujetando una pequeña estatua, ambos totalmente diferentes de factura y que contiene en su telas «el equivalente a una gran novela francesa de la época».

Solana califica a los pancarteros como «trolls, gente jugando a trolear. Hay demasiadas obras incompetentes que sí producen un verdadero escándalo. Este pintor es lo más inofensivo de lo más inofensivo. Puestos a poner a caldo, Koons tiene mejor target», bromea el director del Thyssen. El arte está en permanente cambio. Está vivo y se revisa: «Los críticos, los curators y el gusto del público están ahí. Y pueden hacer que una exposición crezca en número de visitantes o decrezca». Ramón García, director de la galería May Name’s Lolita Art e historiador del arte opina que «Renoir está sobrevalorado. Sucede hoy que una estética como la suya no encaja con la estética contemporánea. Ya le sucedió en su momento a El Greco, descubiertos entre mediados y finales del siglo XIX. No es lo mismo leer ‘‘El Quijote’’ a los 20 años, que a los 40 o a los 60». Y añade un dato curioso: «Es un pintor demasiado expuesto en cajas de bombones, como también le ha sucedido a Murillo, y eso lo ha popularizado y convertido en arte pop, la propia industria lo ha extrapolado al arte pop. Él representaba la burguesía, el arte más relamido. No necesita de una explicación intelectual para entenderlo porque entra directamente por la retina. El exceso de reproducciones de sus obras hiere de muerte a artistas como él», explica. ¿Y esto lo capta el responsable de un museo a la hora de programar? «Por supuesto. Yo no creo que el «stablishment» esté separado del público: lo necesita, incluso a veces estamos demasiado preocupados por que el visitante no nos abandone. Los museos estamos muy atentos a lo que el público quiere. Por ejemplo, ¿que ahora Frida Kahlo es una artista universal y mil veces reproducida? Bueno. ¿Que Georgia O’Keefe ha recuperado el estatus perdido? Pues expongamos sus obras. Las exposiciones son sensibles y flexibles, y no siempre aciertan». Para Fernando Rayón, director de «Ars Magazine», «los artistas, como sucede con los escritores, no son intocables. El tiempo hace que conozcamos más datos sobre ellos. La revisión es algo que se realiza de manera permanente. Hay muchas obras que se caen del corpus del artista. Se afina muchísimo y están sometidos a relecturas. Con Renoir pasa lo mismo». Para Rayón, «es un grandísimo pintor, aunque siempre me ha parecido un poco ñoño. Pero de ahí a ir a manifestarme delante de un museo me parece una estupidez. Es cuestión muchas veces de opiniones y de gustos personales». ¿Hay democracia o no en los museos? Se pregunta Solana: «El exponer o no hacerlo no depende de modas, pero el paso de una década a otra sí puede hacer que vayamos mirando de otra manera a un pintor». Ramón García piensa que no corren buenos tiempos para Renoir, «que atraviesa una mala época, pero estoy seguro de que recuperará lo que le ha dado a la historia del arte. Sucede también en la arquitectura y en la literatura, lo que no significa que no sea bueno. Hay una cosa clara: si un artista no aporta a la historia no llega. Hasta los cutres que son famosos llegan y él es capaz de llegar en un París repleto de grandes figuras». Y es categórico al afirmar que «no me gustan los Renoir que se pintan ahora».

- Ley de oferta y demanda

¿Qué papel juega el mercado? «El mercado es una cosa y el arte, otra», señala Rayón. «Se rigen por criterios distintos. Que no exista obra en el mercado de un artista dispara su precio; que la haya de un determinado periodo, también. Si al mismo tiempo se pusieran a la venta veinte obras de Renoir o de otro artista, Picasso, por ejemplo, bajaría su valor por exceso de oferta. De ahí que las casas de subastas se pongan de acuerdo para no ofertar en las mismas fechas obras similares, sino pertenecientes a periodos distintos. La valoración de un artista cambia por la ley de la oferta y la demanda, pero con el arte no tiene absolutamente nada que ver porque, repito, los criterios del mercado del arte no son los estéticos de una obra de arte».

Algunos lienzos de Renoir fueron retirados de las salas del Metropolitan y del MoMA en Nueva York. sus reponsables consideraron que la calidad distaba mucho de las obras primeras del artista, donde se veía todo su esplendor. Los últimos cuarenta años, y víctima de una artrosis galopante, su pincel temblaba y tenía serias dificultades para sujetarlo, de ahí que incluso pidiera que se lo ataran a la mano. El escritor y crítico Théodore Duret cae rendido en el siglo XIX ante su obra: «Renoir destaca en los retratos. No sólo es capaz de capturar el exterior, sino el interior del modelo. Dudo que ningún pintor haya interpretado a las mujeres tan seductoramente con ese color es la carne transparente, de las mejillas y los labios. Sus mujeres son hechiceras».

La multipintada escultura de Anish Kapoor

La escultura de Anish Kapoor colocada en los Jardines de Versalles no sólo ha levantado airadas protestas, sino que los vándalos que no estaban de acuerdo con la popularmente denominada «Vagina de la reina» y bautizada por su autor como «Dirty corner», la han grafiteado en más de una ocasión. El propio creador, nacido en Bombay, se mostró la última vez «harto» de tamaño acto de salvajismo y, aunque en un primer momento se mostró reacio a que las palabras escritas, los insultos, no se taparan, posteriormente accedió a que fueran cubiertos. En el polo opuesto, Jeff Koons, que tras pasar por periodos de tibieza popular hoy están consagrado por el mercado. El artista Pierre Alechinsky dice de él que «es un experto en Bolsa».