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Chejonte, el cómico desconocido

Malena Alterio y Fernando Tejero
Malena Alterio y Fernando Tejerolarazon

Carles Alfaro dirige «Atchúusss!!!», montaje que recupera textos del Chéjov juvenil y une en escena a los hermanos Alterio

Allá por 1880, un conocido crítico literario ruso descubrió el enorme talento de un tipo que, bajo el seudónimo de Antosha Chejonte, publicaba divertidos relatos humorísticos en revistillas satíricas populares en las que la sal gorda era lo habitual. Aquel crítico supo valorar al hombre que brillaba entre el resto y que, pocos años después, escribiría obras de teatro como «La gaviota», «Tío Vania» o «El jardín de los cerezos»: Anton Chéjov. Aquella actividad juvenil del aún desconocido autor, que firmó bajo diferentes nombres –desde Antón Ch. a Chejonté o El hombre sin bazo–, dio como resultado cientos de cuentos. Ya en su tiempo, algunos fueron adaptados a la escena, con el beneplácito del autor, que disfrutaba viendo sus textos cobrar vida en teatros de variedades.

Variedades y vodevil

Hace tres lustros, el actor y director Enric Benavent llevó un puñado de ellos a escena en el espectáculo «La ruleta rusa», que rescató hace un par de años con Teatro del Zurdo. No es casual que Carles Alfaro, director chejoviano –ya puso en pie en 2008 «Tío Vania», en el CDN, y después la revisión de otro texto clásico del ruso por Sanchis Sinisterra, «Éramos tres hermanas»–, haya acudido a su amigo Benavent para plantear «Atchúusss!!!», un nuevo montaje que reúne cinco de estos textos del primer Chéjov. Una comedia que protagonizan en La Latina el propio Benavent, Adriana Ozores, Fernando Tejero y los hermanos Malena y Ernesto Alterio.

La idea surgió de Tejero y Pentación. Le propusieron a Alfaro hacer un espectáculo para La Latina de forma conjunta –varios de los intérpretes, el director y la empresa son coproductores en esta ocasión– y éste, después de rumiarlo un poco, tuvo claro lo que quería: «Era importante tener en la cabeza la naturaleza del público de La Latina, pero también soy un ferviente admirador del teatro de variedades, de la revista». Explica el director valenciano que en la ciudad levantina, antes de la Guerra Civil, había decenas de teatros de revista en el barrio de Rusafa. «En la guerra y el franquismo, el vivero de la revista era valenciano. Soy bastante sensible a ese mundo». Eso, además, enlaza con el espíritu del escenario donde estrenan: «La Latina tiene una vocación clara de un teatro de variedades desde hace años, una comedia popular que a mí, como espectador, siempre me ha intereasado. Llevo unos años en los que Chéjov ha estado mucho en mi vida. Y les propuse: ¿por qué no hacer un puente entre el vodevil de 1900, de Antosha Chejonte, y esa tradición de La Latina?».

Cuenta Alfaro que había un par de historias de aquel espectáculo de Benavent de hace tres lustros que le interesaba recuperar. «Cuando lo llamé, él se ofreció a hacerlos juntos. Estuvimos trabajando durante dos meses sobre una barbaridad de textos, porque es tremendo. Añadimos tres más y un hilo conductor». Ese tema que vertebra la acción lo componen retazos de «El canto del cisne», la única pieza del montaje que Chéjov compuso una vez supo de su enfermedad, a partir de 1880. «Es un contrapunto con las otras cinco historias; ésta es la de un hombre que despierta en un teatro, después de una borrachera, un hombre ya anciano. Hay una metáfora en ese espectáculo oscuro, vacío, en el que le han dejado abandonado. Está completamente desubicado y de pronto tiene una percepción, entra en una suerte de limbo: no sabe si es un umbral entre la vida y la muerte o una ensoñación». Esa historia sirve para dar pie a los cuentos humorísticos: «La seducción» (a veces llamado «La seducida»), «La institutriz» (también «Poquita cosa»), «La criatura indefensa», «El oso» (probablemente el más conocido) y «La petición de mano». Enric Benavent dará vida a Dimitri, el anciano que protagoniza el relato que hila el resto. Dimitri se encontrará a una especie de duende, un espíritu juguetón, al que da vida Ernesto Alterio, «un ser con el que tiene un diálogo: resulta que hace treinta años este hombre fue apuntador de él en escena. Uno va viendo a lo largo del espectáculo que fue actor, pero tuvo que dejarlo, y hoy es acomodador». Un duende que se sienta al piano para dotar de música al montaje. El propio Alterio toca en vivo durante buena parte de la obra: «Ernesto está hablando todo el rato a partir de sus dedos –cuenta el director». Alterio se ha animado en los últimos tiempos incluso a bailar a las órdenes de Chevi Muraday en «En el desierto», un espectáculo con el que sigue de gira: «Me apasiona, es una propuesta concreta y muy enriquecedora que me permite transitar lugares que para mí eran desconocidos, poder relacionarme con artistas de otras disciplinas y aprender de ellos. El movimiento aporta, de repente, que pienses de otra manera: los bailarines son muy inteligentes, porque piensan a través del movimiento y el cuerpo», cuenta el actor.

La puesta en escena de «Atchúusss!!!», prosigue Alfaro, «muestra las tripas de un escenario desnudo... Para mí el decorado que tenía que haber era el de los camerinos». Y prosigue: «Chéjov tenía un voyeurismo muy lúdico sobre la conducta humana». Al margen del pianista, Alterio encarna al banquero de «La criatura indefensa», y al Smirnoff de «El oso»; en ambas comparte escenario con Adriana Ozores, quien en esta última hace de madre de Malena Alterio. La menor de los Alterio, por su parte, comparte escenario con Fernando Tejero en «La petición de mano» y en «La seducida», donde son marido y esposa, mientras que el seductor de esta historia será Benavent. En «La institutriz», Ozores y Alterio repiten como la señora y Julia, respectivamente.

De vocación, médico

Explica el director que «hay un denominador común en esos seres: por más que se esfuerzan, no dominan sus existencias. A veces se trata de pequeñas cosas cotidianas, muy identificables, que les generan giros insospechados en sus destinos: cómo un estornudo, que es un acto involuntario, puede generar un giro hacia la tragedia. Hay algo patético en ellos». Y asegura el director: «Son cinco historias maravillosas. Todas tienen un punto común: en ellas están esos antihéroes de Chéjov. De hecho, él era médico. Siempre lo expresaba así: su esposa, su vocación real, era la medicina, pero su amante era el teatro». Y añade: «Probablemente, todas esas historias han pertenecido a pacientes suyos». Por cierto, pese al título, «El estornudo», otro cuento chejoviano, no estará en este montaje.