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Miguel Rosique: «Nunca se tiene todo el poder que uno desea»

Miguel Rosique: «Nunca se tiene todo el poder que uno desea»
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El autor de «Poder, influencia y autoridad» (Alienta) cree que «los políticos tienen todo el poder, pero ninguna autoridad».

Amable al hablar, contundente al cavilar. Piensa que donde se ausenta el poder existe un dictador, no un directivo. Tras haber trabajado como alto ejecutivo en compañías de los más diversos sectores, Miguel Rosique considera que las claves del liderazgo para tener éxito en los negocios son un buen manejo de la influencia, generar autoridad, saber moverse en las políticas de las empresas y motivar de una forma correcta.

–¿Está España falta de líderes empresariales?

–Sí, y de líderes ejemplares. Sufrimos una fuerte crisis de autoridad porque la fuente de la autoridad es la ejemplaridad. Querer conseguir poder significa estar en modo ejemplaridad «on» siempre. Yo hablo del poder social, que es bueno para la empresa, para el directivo y para los empleados.

–¿La autoridad no se impone?

–No, te la conceden los empleados. Se consigue cuando el equipo sigue tus órdenes porque está convencido de que son buenas. Sin dar buen ejemplo es imposible generar autoridad. Estamos envueltos en una moda del «management» del «buenismo», en la que hemos banalizado la función directiva. Parece que da vergüenza ser jefe o mandar, cuando tomar decisiones o diseñar estrategias de cambio no puede conseguirse sin el poder.

–Pero es incómodo hablar de poder...

–Muy incómodo. Hay que hacer las paces con el poder. La palabra se asocia con la corrupción, pero la corrupción se debe a un exceso de acumulación de poder personal. Es una consecuencia del mal uso del poder.

–¿Un líder nace o se hace?

–Se puede hacer, aunque es cierto que hay gente que nace con algunas cualidades y aptitudes. Pero hablamos poco de las actitudes, y ésas sí que se aprenden. En el libro doy consejos prácticos para llegar a ser un buen líder, que es el que dirige perfectamente los equipos, no el que más fama tiene o el que más sale en los medios.

–¿Qué es el poder?

–Poder es hacer que las cosas sucedan. Dirigir, más que mandar.

–¿Se trata de una herramienta clave en la gestión directiva?

–Totalmente, ésa es mi reivindicación. Lo ideal es que a un directivo que genere mucha autoridad y maneje muy bien la influencia no le haga falta el uso del poder. Pero cuando sea necesario hay que usarlo. Y eso nos da un poco de complejo.

–¿No existe el sentido del pudor directivo?

–Ahora parece que el directivo siempre intenta quedar bien y que tiene que contar todo lo que hace, a través de las redes sociales, por ejemplo. Es un poco triste ver cómo se exponen a nivel mediático. El directivo actual debe ser muy discreto. Las palabras discreción, ejemplaridad, firmeza o lealtad las hemos olvidado.

–¿El buen rollo no es sostenible?

–El buen líder tiene que llevarse muy bien con el equipo, pero al final alguien tiene que tomar las decisiones. Es mentira, una gran trampa, que las mejores empresas sean las planas, las que son muy democráticas. Esas compañías en las que apenas existe distancia entre los jefes y los empleados al final obligan a usar mucho más la influencia.

–¿Hay jefes molones, que caigan bien a todos?

–Es imposible tomar decisiones que agraden a todo el equipo. Y cuando queremos caer bien a todos, dirigimos arbitrariamente, y por excepciones. Eso hace perder autoridad.

–También hay jefes celosos.

–Cuando un jefe llega a un puesto teme que se lo quiten. Algunos se creen imprescindibles, lo que es una torpeza. Los jefes celosos son un tapón para las empresas.

–El poder de unos provoca recelo en otros...

–Siempre. Al final somos envidiosos. Cuando alguien asciende va generando enemigos.

–¿El poderoso es temido?

–No. Si es temido no es un directivo, es un mandatario. Se teme al directivo que usa mal el poder y lo basa en leyes y en normas. Yo hablo del directivo que fundamenta su poder en la influencia y en la autoridad.

–¿Cómo se puede llegar a lo más alto en la empresa?

–Hay que quitarse los complejos. Tener ambición por llegar es bueno, ético y saludable. También se debe huir de los trabajos rutinarios, porque nadie asciende haciendo cosas comunes, sino excepcionales. A los más jóvenes aconsejo nuevos proyectos, que se lancen a nuevas aventuras fuera de España, que se atrevan con alguna gestión de crisis... A mayor rutina, menor visibilidad. Y si alguien quiere subir, tendrá que dejarse ver.

–Los triunfadores escuchan, los perdedores monopolizan la conversación.

–Hay que escuchar antes de hablar. Un buen jefe es prudente, no un charlatán. Aunque sea lanzado e intranquilo, debe saber escuchar.

–«La ambición jamás se detiene. Ni siquiera en la cima de la grandeza», dijo Napoleón.

–Nadie llega al máximo poder que uno quiere. Nunca se tiene todo el poder que uno desea. Y donde no llega el poder, llega la influencia.

–En cambio, Teresa de Calcuta pensaba que el sufrimiento de unos puede ser provocado por la ambición de otros...

–Es verdad. Por eso, el uso correcto del poder es el que hace que el jefe no se vuelva insensible a los sufrimientos de otros, que es uno de los riesgos. En el estilo de liderazgo que yo llamo «poderazgo» se es sensible con el impacto que pueden tener las decisiones en los demás.

–¿Es peligrosa la ausencia de poder?

–Muchísimo, porque obligaría a mandar a través de la burocracia. Pero ese poder no está basado en la influencia ni en la autoridad. Donde se ausenta el poder, hay un dictador, no un directivo.

–¿Son nuestros políticos ejemplos de líderes poderosos?

–No. Han dado una muestra de falta de ejemplaridad que les ha costado perder autoridad, por lo que únicamente pueden imponer. Si hace cuatro años nos hubieran dicho que en este país había que apretarse el cinturón y echar una mano, lo hubiéramos hecho. Somos solidarios. Pero en lugar de comportamientos ejemplares, hemos visto muchos escándalos de corrupción. Los políticos actuales tienen todo el poder, pero ninguna autoridad.