Constitución

Enrique Álvarez Conde: «Ya vamos con retraso para reformar la Constitución»

Convencido de que es necesaria una cultura del pacto para que los políticos españoles aborden la reforma constitucional, Enrique Álvarez Conde desgrana las claves para adaptar la Carta Magna a la España de 2017 en su libro «Reflexiones y propuestas sobre la reforma de la Constitución española».

Enrique Álvarez Conde
Enrique Álvarez Condelarazon

Convencido de que es necesaria una cultura del pacto para que los políticos españoles aborden la reforma constitucional, Enrique Álvarez Conde desgrana las claves para adaptar la Carta Magna a la España de 2017 en su libro «Reflexiones y propuestas sobre la reforma de la Constitución española».

–¿Sigue vigente la Constitución?

–Sí que tiene vigencia, pero corre el riesgo de perderla si no se adapta a la realidad actual. Se convertiría en una Constitución nominal, como fueron casi todas las del siglo XIX.

–¿Y qué se puede hacer para adaptarla?

–Lo primero es crear una cultura de la reforma. Somos el país que menos cambios constitucionales ha hecho y éstos han sido impuestos por Europa. No tenemos esa cultura de la reforma porque no hay cultura del pacto político. Hay muchos estudios sobre el tema, así que los políticos tienen todo el material necesario para proceder a una reforma, pero hay una gran aversión al cambio. No creo que vaya a producirse a medio plazo.

–A lo largo de la historia de España se han abolido todas las constituciones que hemos tenido...

–No hay tradición del pacto en nuestra historia. Y ahora además hay pavor a cambiar los contenidos porque las posiciones políticas sobre la reforma están muy distantes: hay quien no quiere reformarla; otros quieren abrir un proceso constituyente y cambiarla por otra; y, otra tercera, que es la más razonable, que sin alterar los principios y valores de la Constitución, lo que pretende es una reforma profunda.

–¿Es un buen momento ahora para acometerla?

–Yo creo que ya vamos con retraso.

– ¿Y qué es necesario para ponerla en marcha?

–La voluntad política para hacerlo es nula. Ni siquiera se lleva a los expertos al Parlamento para debatir, como sí ha sucedido en otros países. Cuando Italia votó en referéndum la reforma de su constitución se discutían los temas en la televisión, los ciudadanos lo hablaban en la calle...

–¿En España falta educación sobre la Constitución?

–Evidentemente. En Estados Unidos los niños a los diez años se la saben de memoria. Aquí no se ha enseñado a vivir en Constitución, de ahí las barbaridades que se dicen sobre su contenido. Esto se agrava si se suma a momentos políticos especialmente complicados, como el caso de Cataluña.

–¿La solución a la cuestión catalana está dentro de la Constitución?

–Con el texto actual no se puede declarar la independencia. Esto es evidente. Lo que no creo es que los independentistas se contenten con una reforma constitucional porque el problema se ha enquistado y por culpa de todos. Habrá un choque de trenes que veremos a ver cómo se resuelve...

–¿Con el artículo 155?

–Creo que las reformas de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional que está haciendo el Gobierno, están preparando el camino para aplicar el artículo 155 dentro de unos años. De todas formas, la fuerza de la ley no puede solucionar un problema político. Para eso hay que sentarse a hablar y creo que ya es tarde.

–Volviendo a la Constitución, ¿qué reformas son necesarias?

–Hay que hacer un Título VIII nuevo. Soy partidario de una estructura federal, clara y contundente: hay que hacer distribución de competencias e introducir mecanismos de cooperación entre administraciones. Creo que hay que incluir específicamente las competencias de las comunidades.

–En el dictamen del Consejo de Estado se proponía la reforma de más artículos...

–Llegó a pedir cambios de unos 60 artículos. Por ejemplo, hay que ampliar el catálogo en derechos fundamentales, que sí están en los tratados internacional. Existe un derecho a la conciliación familiar y no se puede decir que el derecho a la salud o a la vivienda no son fundamentales.

–Durante el periodo de consultas para formar Gobierno el año pasado también se cuestionó el artículo 99...

–Habría que reformarlo para concretar más. También el procedimiento de reforma de la propia Constitución, para que haya solo uno, y deberíamos eliminar el Senado incluso si creamos un Estado federal. Habría que convertirlo en un órgano asesor, con sólo 50 senadores y darle importantes funciones de colaboración. Hay que modernizar nuestro sistema parlamentario que es del siglo XIX.

–¿Y modernizar también la Constitución?

–Sí, en ella no se habla nada de la transparencia del Gobierno, ni de regular los «lobbys». Falta actualizarla. No digo que haya que reformarlo todo, pero hay que abrir un debate. Se está haciendo vieja y aún no tiene 40 años.

–¿La gran reforma pendiente en España es la de la educación?

–Sí, debería haber una asignatura como educación para la ciudadanía. No en el sentido de adoctrinar, sino como existe en todos los países para conocer la Constitución. Más que no conocerla es que en España no la vivimos. Somos un país donde el himno no tiene letra y la bandera no es algo que se sienta como propio. Algo hemos hecho mal, históricamente hablando.

–¿Es necesario algún cambio en la administración de Justicia?

-Del Título Judicial hay que reformar muy poco. Aunque el Consejo General del Poder Judicial y los fiscales deberían ser elegidos por el Parlamento y no por el Gobierno.

Y sobre España...

–Un recuerdo: me acuerdo de España cuando estoy fuera de ella.

–Una palabra: desconcertante.

–El futuro: bueno. Somos la cuarta potencia de Europa. El problema es el tema de la formación y creo que se trabajan más horas que en otros países pero con poca productividad.

–Un tópico real: el lugar del mundo donde mejor se vive.

–Un tópico irreal: que seamos vagos.