Racismo

La madre coraje de Baltimore: «Es mi único hijo varón. No quiero que sea otro Gray»

La madre coraje de Baltimore: «Es mi único hijo varón. No quiero que sea otro Gray»
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LA RAZÓN conversa con la madre coraje de Baltimore. Toya Graham está en paro y cría a sus seis hijos sola

Se pone de vez en cuando en medio de la puerta para que su hijo no salga a la calle. Tiene 16 años. Michael Singleton no es el chico perfecto, pero es su hijo. Toya Graham, de 42 años, tiene otros cinco hijos más, son niñas. Los educa sola; como puede. Compagina sus quehaceres con los deberes de sus hijos. Suelen ver juntos las noticias. Se sientan todos en el sofá de su casa en el barrio de West Baltimore. Toya Graham quiere que sepan lo que les puede ocurrir si están demasiado tiempo en la calle. West Baltimore es una de las zonas más peligrosas de esta conflictiva ciudad. Baltimore se ha convertido en el epicentro del debate sobre brutalidad policial tras la inexplicable muerte de Freddie Gray. Graham ha visto muy de cerca los estragos del alcohol y las drogas en los hogares de West Baltimore. Hace tiempo trabajó en el Centro Powell Recovery, donde se trata a alchólicos y drogadictos, como asistente del gerente. Ahora está sin empleo y hace lo que puede para mantener a sus hijos. Recibe ayudas del Gobierno, pero sufre para pasar el día a día. Michael Singleton ve cómo intenta cuadrar las cuentas. Y no salen. Toya intenta gastar lo menos posible. Tampoco –dice– cuenta mucho tiempo con el cuidado del adolescente y las cinco niñas.

Estos días se ha arreglado el pelo para salir en televisión. Después de que el vídeo en el que saca a mamporrazos a su hijo de las revueltas de Baltimore haya recorrido el mundo, atiende una entrevista detrás de otra. Primero apareció sola. Después con el adolescente de 16 años. Intenta no decir demasiado de su vida. Se centra en que no quería que su hijo se metiese en problemas. No lo dice abiertamente. Pero ella tampoco quería más de los que ya tiene. «No tengo la sensación de que sea ninguna heroína. Simplemente hice lo que tenía que hacer. Es mi único hijo. No quiero que sea otro Freddie Gray», explica una y otra vez a los periodistas que la entrevistan en referencia al joven de 25 años, cuya muerte bajo custodia de la Policía de Baltimore. Toya Graham cuida su aspecto. También se ha cambiado de ropa en las distintas entrevistas. No quería salir con los pantalones rotos que llevaba el día que la grabaron.

Toya Graham hace todo lo que puede para impedir que Michael sea pasto de las bandas que operan con total impunidad en la ciudad. Hace meses ya se dio un gran susto. Escuchó disparos cerca de su casa. En la Avenida Wilern. Salió a ver qué pasaba y se encontró a un joven herido muriéndose. Sintió escalofríos. Dispararon al joven y se marcharon corriendo. Así, sin más. Su objetivo es conseguir que Michael estudie. Quizás, en un centro universitario de la comunidad. Cualquier cosa le vale. No tiene por qué ser ninguna universidad de renombre. Tampoco la podría pagar.

Toya reconoce que a veces pierde la paciencia. A nadie en el barrio le ha extrañado verla pegar a su hijo cuando le vio con una piedra en la mano. La iba a tirar a la Policía de Baltimore. Se echó encima de él. Entonces, el adolescente corrió. Fue instintivo. Como tantas otras veces que su madre le ha pillado haciendo cosas que no debe. A veces se pelean. «Cuando le vi, perdí los nervios. Le había dejado saltarse las clases para ir al funeral de Freddie Gray», reconoce en las diferentes entrevistas que ha concedido estos días en los medios de comunicación. Los vecinos de Baltimore han empezado a recaudar fondos para ayudarla. Saben que tiene problemas.

Estos días su celebridad televisiva ha alcanzado una nueva dimensión: la ha llamado Oprah, la reina de las mañanas en Estados Unidos. Religiosa, confía en el pastor Jamal Harrison Bryant del Templo del Empoderamiento AME, en West Baltimore. Estos días prepara las jornadas con afroamericanos en los que se pueden fijar los jóvenes del barrio, que a través de su experiencia les pueden explicar las alternativas de un futuro más allá de las bandas.

Ahora quiere tomar distancia respecto a los medios. Sabe que los golpes que le propinó a su hijo delante de las cámaras pueden tarerle más problemas. De momento ha sido felicitada por las autoridades de Baltimore. Pero la suerte puede cambiar. Tanto es así, que se ha corrido un bulo sobre la apertura de una investigación por parte de los Servicios de Protección de Menores de Baltimore. Verdad o no, saben lo que les puede venir encima. Por ello, su hijo ha reconocido estos días que entiende a su madre por haber hecho lo que hizo. «Ella no quería que me metiese en problemas con La ley. No quería que fuese otro Freddie Gray. Era la Tercera Guerra Mundial», explicó el adolescente, que reconoció no estar preocupado porque su madre le dejase en ridículo delante de sus amigos. «Yo soy el que me he puesto en ridículo a mí mismo por haberme puesto la capucha y hacer lo que estaba haciendo», reconoció Michael arrepentido. Ella ha dicho que no está enfadada, y no le va a pegar más. Sólo quiere que permanezca alejado de las calles de Baltimore.