Política

El maquillaje del rey Júpiter

El gasto de 26.000 euros en su aspecto físico eclipsa su gira por Europa del Este en la que busca denunciar el autoritarismo de Polonia

El presidente galo, Emmanuel Macron
El presidente galo, Emmanuel Macronlarazon

El gasto de 26.000 euros en su aspecto físico eclipsa su gira por Europa del Este en la que busca denunciar el autoritarismo de Polonia.

Los veranos en Francia son bastante prolijos en cuanto a polémicas presidenciales de lo más variopintas. Si el año pasado, por estas fechas, los franceses descubrían que el peluquero del por entonces presidente François Hollande cobraba la nada modesta cantidad de 9.895 euros al mes como sueldo oficial, esta vez le ha tocado turno a otra controversia con aires estéticos.

Los gastos de maquillaje del presidente Emmanuel Macron en sus cien primeros días en el cargo ascendieron a 26.000 euros, según ha revelado la revista «Le Point». Una cifra que se debe a que se contrató a una persona exterior porque no se tiene a nadie en nómina, según las explicaciones que ha tenido que salir a dar el Elíseo. A pesar de gastar menos que Hollande o Sarkozy, la Presidencia francesa asumió que trabajan en otra fórmula de maquillaje menos onerosa para las arcas públicas.

Esta noticia que cae en un momento especialmente sensible para el joven presidente, que en poco más de tres meses ha dinamitado su caudal de popularidad según muestran todos los sondeos. El nuevo curso político arrancará la próxima semana con recortes en los presupuestos y con la agitada reforma laboral que tiene ya preparados en las trincheras a sindicatos y rivales políticos de diverso pelaje dispuestos a hacer la mejor de las «pinzas» frente a Macron. Y para colmo, el escándalo de los cosméticos y correctores le pilla al presidente en plena gira por los países del Este con una gran disputa con el Gobierno polaco a cuenta del rechazo de Varsovia a endurecer la directiva sobre los trabajadores desplazados.

Poco maquillaje ha tenido el cruce de declaraciones franco polaco. Desde Bulgaria, Macron ha aseverado que «Polonia no es en absoluto la que define el rumbo de Europa» y que el pueblo polaco «se merece algo mejor» en respuesta a la primera ministra polaca, la nacionalista Beata Szydlo, que ha calificado las declaraciones del presidente francés de «arrogantes», subrayando que Polonia tiene los mismos derechos que Francia en la UE. Sin máscaras ni rimel, una y otro han mantenido un pulso durante toda la jornada del viernes y cuya resolución debe llegar este otoño.

proteccionismo social

París tiene por objetivo lograr un acuerdo mayoritario en el seno de la Unión de aquí a octubre para una cumbre europea que permita reducir la duración de ese trabajo desplazado y para reforzar los controles contra el fraude. Macron califica de «dumping social» la directiva europea de los trabajadores desplazados y que ésta puede desembocar en el desmantelamiento de la UE bajo el auspicio de «algunos políticos o círculos de negocios que quieren desarrollar un modelo de dumping fiscal y social» en beneficio de ciertos países de Europa del Este.

Esta directiva permite, por ejemplo, a una empresa polaca ganar un contrato en Francia y enviar allí a trabajadores polacos por un periodo de hasta dos años para llevar a cabo el proyecto sin tener que pagar cotizaciones en el país galo, donde son más altas que en Polonia. La directiva regula por tanto la actividad de los trabajadores que son enviados por una empresa de forma temporal y no debe ser confundida con la libertad de movimiento de cualquier trabajador en el mercado único, o con los «trabajadores móviles», que no integran el mercado laboral de su país de destino.

La estrategia de Macron es aislar a Polonia y Hungría en este tema y contar con el beneplácito de los otros socios del este. Ya el pasado jueves, y tras su reunión con el presidente rumano Klaus Iohannis para recabar su apoyo, fuentes del Elíseo afirmaban que algunos socios como Buscarest o Praga estarían barajando un acercamiento «tímido» a las posturas de París. El propio mandatario rumano afirmó tras el encuentro que existe «un gran descontento» en Europa occidental sobre este tema y que hay que «mejorar la directiva pero sin eliminar la competencia o el mercado libre». La fractura en esta polémica, aunque con matices, está entre el este y el oeste. Los baluartes de la reforma, París, y de la «antirreforma», Varsovia, han decidido quitarse cualquier maquillaje dialéctico en pleno pulso por los trabajadores desplazados.