Sevilla

El artículo de Lomana: El sentido de la medida

Carmen Lomana, en Simof 2016, en Sevilla, junto a la diseñadora Pilar Vera, cuyos trajes, mantoncillos, peinetas y complementos fascinaron al público
Carmen Lomana, en Simof 2016, en Sevilla, junto a la diseñadora Pilar Vera, cuyos trajes, mantoncillos, peinetas y complementos fascinaron al públicolarazon

Ayer, hablando en una cena con amigos de Sevilla, ciudad en la que me encuentro, comenté lo importante que es tener sentido de la medida. Ese sentido que muchas veces nos falta y caemos en el exceso a la hora de hablar, de vestir, de comer, incluso de criticar, pero también de amar. Observé a una de mis amigas, inquieta y malhumorada desde que se ha enamorado. No se aguanta ni ella misma porque exige demasiado a la otra persona; exige que se comporte de la misma forma agobiante y excesiva que ella, diciéndole a todas horas lo mucho que la quiere, contestando sus mensajes a la velocidad del rayo.

Ese tipo de actitudes terminan con cualquier relación y es exactamente lo contrario al sentido de la medida al que me refiero. ¿Conocen algo más agradable que las charlas interminables después de una buena cena con personas interesantes? Ayer mis interlocutores eran un lujo. El gran Jesús Quintero (el Loco de la Colina) Mario Niebla del Toro, Cecilia Gómez, Miguel Caicedo y José Víctor (Vitorio & Luchino). Me interesaba el tema de por qué hay personas que por ir de desgraciadas por la vida consiguen muchas cosas que otros, que aunque estemos hechos polvo, no nos quejamos. Aparentemente somos mujeres y hombres de éxito que, en vez de generar pena, parecemos fuertes y capaces, sin entender que, a veces, necesitamos una palmadita en la espalda. Los que se quejan de lo mucho que trabajan hacen que parezca que los que no nos quejamos no trabajamos. Y, así, con estas reflexiones nos dieron las cuatro de la madrugada...

Me produce una enorme tristeza el cierre de de los míticos y decimonónicos cafés de Madrid, lugares de charla y encuentro por excelencia. El último disgusto fue por el cierre del Café Central, en la Glorieta de Bilbao, centenario café literario con puerta giratoria y grandes espejos. Lugar precioso y acogedor. Lleno de periódicos y revistas que podías ojear mientras tomabas el mejor chocolate con churros y picatostes de Madrid. Se fundó en 1887, tenía dos plantas y, en la superior, podías jugar al ajedrez a cualquier hora del día. Era un lugar de tertulias literarias elegido por poetas, novelistas y pintores. La novela de Camilo José Cela «La colmena» refleja el antiguo ambiente del café donde se juntaron grandes tertulianos: Antonio Machado, Blas de Otero, Gloria Fuertes, Caballero Bonald y, actualmente, escritores de la talla de Pérez-Reverte, Ana Rosetti y Luis García Montero. Cada viernes se presentaba un libro de poesía. Toda esta maravillosa vida cultural y belleza se cerró el 27 de julio de 2015. Cuando volví después del verano y encontré mi adorado café cerrado, sentí tristeza y desolación. ¿Por qué permite esto el Ayuntamiento en vez de proteger nuestros cafés como reducto de cultura e historia? Ellos sí son la memoria histórica y no todas las estupideces que soportamos con los cambios de nombre de las calles. Vivimos rodeados de papanatas sin alma ni sensibilidad gobernando nuestras ciudades. La mediocridad y vulgaridad en la que hemos caído parece no tener fin ni sentido de la medida.

Este fin de semana estoy disfrutando muchísimo de Sevilla y su feria de trajes de flamenca. Desfiles espectaculares con una creatividad, belleza y buen hacer que me tienen entusiasmada. Impresionante lo que varía dentro de un mismo estilo la moda flamenca. Ayer fue el desfile de la gran Lina, de la cual Galiano me contó que le había enseñado a colocar bien los volantes; Pilar Vera, otra de las grandes, me fascinó por la belleza de sus trajes, mantoncillos, peinetas y complementos. Estos desfiles merecían estar en la semana de la Alta Costura de París. Los franceses caerían rendidos ante la belleza de estos vestidos y de las mujeres que los lucen. Si no existiese el sur habría que inventarlo...