Casa Real

«Sería un regalo precioso que vinieran como Reyes con mis bisnietas a Covadonga»

Menchu, la abuela de Doña Letizia, cumple 89 años. Es un mujer independiente y trabajadora –durante décadas fue locutora de radio en Oviedo–, por lo que no le hace gracia que sólo se la conozca por su nieta

Juntos por Leonor. Los Reyes se retrataron con los padres de ambos, sus hijas y Menchu en la Primera Comunión de la princesa Leonor, en 2015
Juntos por Leonor. Los Reyes se retrataron con los padres de ambos, sus hijas y Menchu en la Primera Comunión de la princesa Leonor, en 2015larazon

Menchu, la abuela de Doña Letizia, cumple 89 años. Es un mujer independiente y trabajadora –durante décadas fue locutora de radio en Oviedo–, por lo que no le hace gracia que sólo se la conozca por su nieta

Menchu Álvarez del Valle, abuela de la Reina y bisabuela de la Princesa de Asturias, cumple el lunes 89 años y reconoce que para ella «sería un regalo precioso que vinieran Letizia y Felipe como Reyes a Covadonga, porque estuvieron al poco de anunciarse su compromiso. Hay una tradición y es que, en ese caso, la Princesa de Asturias visite a la Virgen. Cuando esto suceda y, si estoy viva, iré, aunque sea andando». Álvarez del Valle estuvo a dos metros de distancia de Don Felipe mientras leía su primer discurso público en el Teatro Campoamor y hoy se sienta con él a departir sobre la vida. Ella es reacia a ser sólo «la abuela de la Reina Letizia», pero lo cierto es que el mundo supo de su existencia cuando puso la voz en la boda de Felipe VI. No le tembló el pulso, ni las piernas, ni siquiera la voz cuando sabía que estaba hablando en un púlpito que se estaba siguiendo en todos los rincones del planeta.

Discurso en La Almudena

Y estuvo tranquila porque llevaba dirigiéndose a los oyentes toda una vida. Claro que había una considerable diferencia entre hacerlo entre las cuatro paredes de su locutorio de radio en Oviedo al púlpito de la imponente Catedral de la Almudena en Madrid, con todas las coronas reinantes y presidentes de Gobierno de medio mundo como espectadores. Menchu, sin embargo, se dirigía a su nieta Letizia, a la que no duda en «ponerle los pies en la tierra» si es necesario. Para una mujer independiente, que ha llevado los pantalones en su casa y en su vida y que ha sido una profesional reconocida en su ámbito laboral, pasar a ser sólo conocida por su parentesco con la Reina no le hace honor al currículum amasado en más de cuatro décadas de trabajo, pero así pasará a la historia social, porque en la radiofónica ya tiene su espacio merecidamente ganado.

Menchu cumple 89 años en su casa de Sardeu, a 7 kilómetros de Ribadesella, y lo hará sin grandes celebraciones. Es más, posiblemente la noche anterior llame a la panadería y encargue una tarta de chocolate para que se la acerquen el mismo lunes, junto con el pan. El chocolate negro y sus ocho cigarrillos griegos diarios son los escasos lujos que se permite, porque los otros ya los tiene. Simplemente con levantarse por las mañanas y ver desde su habitación las montañas verdes asturianas y el mar Cantábrico, que dista de su casa tres kilómetros, ya le aportan la dosis de energía necesaria para ser feliz.

Sin duda, recibir la visita de su nieta y de sus bisnietas, Leonor y Sofía, sería un regalazo. Algo que podría ocurrir porque es el Rey Felipe quien está de viaje oficial en Arabia Saudí estos días y hasta el 18. En cambio, Doña Letizia no tiene agendado ningún acto. Y aunque Menchu no sea de grandes celebraciones –de hecho, su familia nunca le ha celebrado un cumpleaños sorpresa en las fechas redondas, como los 70 o los 80–, seguro que le emocionaría la visita porque a la Familia Real «ir a ver a la abuela Menchu» le da un punto de normalidad que seguramente agradecen.

Henar Ortiz, hija de Menchu, nos da los motivos de esas no celebraciones: «Hemos sido tres hermanos, cada uno con su vida en otro sitio, y un 16 de enero, después de las fiestas, es difícil que estuviéramos los cinco juntos. El cumpleaños de mi madre siempre ha sido una cosa de dos. Mi padre era detallista y ellos lo pasaban muy bien juntos. Cuando éramos pequeños claro que había tarta casera; si la hacía mi madre era de manzana, que le salía muy rica. Cada uno le daba regalos personales. Nosotros somos dados a personalizar mucho los regalos, por ejemplo, los pequeños hacían un dibujo y los mayores una composición de fotos. Yo le he regalado varios de los cuadros que pinto con un estilo entre expresionista y naif, depende del día».

También su hijo Jesús puede que le dé una sorpresa y quién sabe si podría hasta encargarse de elaborar uno de los menús favoritos de la familia Ortiz-Álvarez del Valle: fabes con almejas, tarta de manzana y sidra asturiana para el brindis. Jesús es un excelente cocinero que se maneja con destreza en los fogones porque mezcla la tradición con toques creativos. De quien seguro que recibirá una sorpresa es de sus nueve compañeros de la tertulia «El garabato». Porque Menchu se prejubiló de la profesión a los 63 años –lo hizo porque tuvo que cuidar a su madre–, pero no se apartó de la vida. De hecho, es tan vital, que le gusta todo lo nuevo, se conecta con el mundo vía «tablet» y está tan informada de lo que ocurre que podría pasar un test de actualidad con sobresaliente. Está sola, aunque es feliz y sigue defendiendo su independencia a capa y espada. Varios días a la semana se sube a su pequeño Renault Clio y pone rumbo a Ribadesella para hacer sus compras o para participar en su tertulia, formada por un grupo de amigos de entre 31 y 90 años que se juntan para charlar o escuchar las cuitas de sus invitados.

Por cierto, hay algunas cosas que posiblemente a Álvarez del Valle le sorprendería recibir: una caja de arándanos del Puerto de Pajares, una bolsa con bulbos de peonías, un perrito pequeño procedente de un centro de acogida de animales abandonados o saber que el libro «Ciento y pico tertulias y un garabato», en el que ella participa, se lee por todos los rincones de su Asturias, porque es más asturiana que la sidra. Menchu nació en Cantabria, de donde salió con seis años rumbo a León; allí vivió la Guerra y según cumplía 15, su familia se instalaba en Asturias, y hasta hoy.