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Barcelona estrena Alencop, una cooperativa de recogida de chatarra a domicilio que da trabajo a 15 subsaharianos desalojados hace dos años de las naves de Poblenou

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Barcelona estrena Alencop, una cooperativa de recogida de chatarra a domicilio que da trabajo a 15 subsaharianos desalojados hace dos años de las naves de Poblenou

«Emigrar no es fácil», recuerda a sus 91 años Àngel Coral, acomodado en un sofá orejero en su piso del barrio de Hostafrancs. Con apenas 20 años, dejó el pueblo de Morella, en Castellón, para buscarse la vida en Barcelona. Eran los años de la postguerra, se pasaba hambre y cada uno se ganaba el pan como podía. «Los primeros cuartos los gané recogiendo chatarra», explica. Igual que Amadou Tidiane Kane Diallo. Setenta años después, la historia se repite. Llegó con 22 años a Barcelona de Senegal con un visado de turista. «El 14 de mayo de 2009», recuerda. Amadou tiene una memoria sorprendente. En Senegal, estudiaba. Su padre era «operador económico». Sus hermanas habían emigrado a España y siguiendo sus pasos acabó en Granollers.

Para pagar la habitación del piso donde vivía empezó a trabajar recogiendo chatarra. «A las 7.00 horas ya estaba en Barcelona buscando en los contáiners. Iba en tren y me colaba», confiesa con una media sonrisa, que más que picardía, esconde vergüenza. Como le costaba sudor y lágrimas pagar la habitación, optó, igual que otros jóvenes subsaharianos que conocía de la chatarra, por ir a vivir de «okupa» a la calle Paraguay, en Poblenou, a pocos metros de la nave de la calle Zamora que utilizaban como desguace. Hasta el 15 de julio de 2013, cuando tras una operación policial dirigida por el gobierno de Xavier Trias para erradicar los asentamientos urbanos, se quedó sin techo ni un lugar donde trabajar.

Al margen de acabar con el lastre de las naves «okupadas», que no casan con la imagen de postal de la ciudad, a través del plan para erradicar los asentamientos, el Ayuntamiento pretendía ofrecer una vida más digna a los inmigrantes, en su mayoría susbaharianos, como Amadou. Entonces, atendió a 570 personas y facilitó un techo a 267.

ERC propuso crear una cooperativa de recogida de chatarra, para que estos jóvenes pudieran seguir haciendo un trabajo que conocían, pero legalmente. La idea era bonita, pero no era sencillo ejecutarla. Finalmente, dos años después del desalojo, hace una semana abrió Alencop, el nombre de la cooperativa, que por ahora da trabajo a 15 jóvenes subsaharianos, entre ellos a Amadou. «La intención es que el año que viene se integren 15 más», explica ilusionado.

En la calle, quedan «amigos»

«Estamos muy contentos», decía Joseph Silvere, el pasado jueves, durante la inauguración oficial de la cooperativa, en un polígono de la calle Santander, en el distrito de Sant Martí. Lo decía subrayando el «muy», aunque sin olvidar a los «200 compatriotas que siguen ganándose el pan en la calle». «Para evitar peleas con los amigos que no han entrado en el proyecto, nosotros les contamos que ya no buscamos chatarra en los contenedores» matiza, antes de explicar en qué consiste su trabajo.

Ahora, recogen electrodomésticos viejos, pilas, bombillas y hasta aceite usado a domicilio y lo trasladan a la chatarrería o a un «punto verde». De momento, trabajan en el distrito de Sant Martí, pero la idea es ampliar la actividad a otros distritos. Se mueven en triciclos eléctricos, que pueden cargar hasta 250 kilos de residuos. Cualquier vecino puede llamarlos al 93 611 92 01 o enviarles un mail a info@alencop.coop.

En sus primeros cuatro días en marcha, habían hecho 20 salidas y tenían «un montón de peticiones por atender». La mayoría de los vecinos que llama es gente mayor que vive sola o con problemas de movilidad. «Hemos recibido muchas llamadas cargadas de afecto», cuenta Eli Vegué, técnica de LabCoop, la cooperativa a la que el Ayuntamiento pidió ayuda para impulsar este proyecto. Algunos vecinos conocían a los chicos de cuando malvivían en los asentamientos y verlos vestidos con sus polos verdes recién estrenados, les emociona.

Trabajan en equipos de dos, uno conduce el triciclo y otro va en bicicleta. Así pueden bajar de un piso sin escaleras una lavadora como la de la fotografía.

Vegué cuenta que el proyecto tiene tres objetivos, además de ofrecer un trabajo y vivienda, cubrir las necesidades básicas de alimentación e higiene. Lo chicos viven en pisos compartidos. Para pagar el alquiler dedican un 30 por ciento de su sueldo, el mínimo profesional, 645,30 euros. Una parte del salario lo cobran con una moneda social que han bautizado como alencopines y les sirve para comprar en tiendas que ellos han elegido y con las que han llegado a un acuerdo para adquirir productos a un mejor precio.

El Ayuntamiento subvenciona los dos primeros años del proyecto con 270.000 euros. Con el tiempo la idea es que la cooperativa funcione sola y sirva de trampolín para estos jóvenes, que aunque ahora recojan chatarra, tienen otros sueños, como Àngel tenía en los años 40. En Alencop reciben formación. Han aprendido gestión de residuos y catalán, por ejemplo. Y para 2016, preparan más cursos. Amadou cuenta que le gustaría aprender a reparar electrodomésticos y cocina. Quien sabe si en unos años invitará a sus hermanas a comer un cordero guisado por él en un piso como el de Àngel.