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Les Luthiers: premio al humor inteligente

El jurado de Oviedo concede el Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades al polifacético grupo argentino por ser «uno de los principales comunicadores de la cultura iberoamericana».

Fotografía de archivo de Les Luthiers
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El jurado de Oviedo concede el Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades al polifacético grupo argentino por ser «uno de los principales comunicadores de la cultura iberoamericana».

Junto a The Royal Society, James Nachtwey, National Geographic, Umberto Eco, la Agencia Efe, María Zambrano, Ryszard Kapuscinsky y otros tantos escribirán Les Luthiers su nombre como Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2017, según hizo público al mediodía de ayer, en Oviedo, el jurado encargado de su concesión y presidido por Víctor García de la Concha por ser «uno de los principales comunicadores de la cultura iberoamericana». Así lo recogía un acta que también destaca «su original tratamiento del lenguaje, de los instrumentos musicales y de la acción escénica que atrae a cientos de miles de espectadores de todas las generaciones, que han convertido a Les Luthiers en un espejo crítico y en un referente de libertad en la sociedad contemporánea».

Con cinco horas de diferencia y camino de Rosario (Argentina), donde les toca seguir con lo de siempre, Jorge Maronna descuelga el teléfono para dar las primeras impresiones: «Menos mal que los críos me despiertan y me habéis pillado disponible». Lo inmediatamente siguiente va en la línea del comunicado oficial del grupo: «¡Gracias, gracias, gracias! Este premio es una de las pocas cosas en toda nuestra historia, ahora podemos confesarlo sin rubor, que soñábamos con ganar (...) Por suerte fuimos alcanzando siempre las metas sin haber soñado concretamente con ellas. Bueno, casi siempre, ¡con el Princesa de Asturias sí que soñábamos! ¡Qué grande el honor que nos brindan! Qué orgullo incorporarnos a ese admirado grupo de compatriotas que han recibido antes el premio: Quino, Raúl Alfonsín, Mario Bunge, Daniel Barenboim! Esperamos estar a la altura de la distinción que nos otorgan», rezaban. Maronne reconoce que este año tampoco contaba con ello, «lo veía en manos de Martin Baron, el director del “New York Times” –el biólogo especialista en evolución Francisco José Ayala y el filósofo mexicano Miguel León-Portilla eran otros de los candidatos presentes en las últimas votaciones–». Y, al mismo tiempo, su compañero Carlos López Puccio por fin puede respirar tranquilo: «Lo recibimos con muchísima emoción y con mucho alivio porque hace tantos años que coqueteábamos con el premio que nos fuimos acostumbrando a la sensación de que tal vez no nos lo merecíamos», reconoce.

A la enésima

Pero esta vez sí, a la enésima fue la vencida. 50 años después de formarse como grupo, Les Luthiers son reconocidos con el Princesa de Asturias; no en Arte, donde ya habían estado nominados y sí en Comunicación. Lo logran por cumplir unas bases que piden que el galardón se conceda a quien realice una labor que «contribuya de manera extraordinaria y a nivel internacional, al progreso y bienestar social a través del cultivo y perfeccionamiento de las ciencias y disciplinas del conjunto de actividades humanísticas y en lo relacionado con los medios de comunicación social». Algo que el fallo del jurado justificaba ayer apoyado en los textos y los espectáculos de los argentinos. Alabando los primeros por «la riqueza de su léxico y están plagados de juegos de palabras inteligentes y originales, características que conforman como el “estilo Luthiers”» y los últimos por su «combinación de música y humor inteligente, además de una peculiar utilización de instrumentos musicales creados por ellos mismos a partir de elementos cotidianos».

Género entre la música, el teatro y el «show» que ellos mismos definen como «mixto y polimórfico» y que López Puccio ve en su uso del castellano y en los «puentes de humor y sonrisas trazados entre Latinoamérica y España» como las claves para recibir el Princesa de Asturias al que les propuso Álex Grijelmo. En éstas, Jorge Maronna aprovecha para mostrar su amor por nuestro país: «Si juntamos todo el tiempo que estuvimos allá llegaremos a los seis años seguidos. Es nuestra segunda patria». «Todos tenemos la española como nuestra segunda nacionalidad y sentimos España como nuestra propia casa y nuestra patria, realmente. Nos encanta que en casa nos reconozcan y nos mimen», apoya Carlos López Puccio.

Comenzaron en 1967 como un pasatiempo y 170 canciones, 4.000 actuaciones y nueve millones de espectadores más tarde les llega la noticia de ayer. Medio siglo que López Puccio resumen: «Pasamos, casi sin darnos cuenta, de ser un grupo festivo de los coros universitarios a los café “concerts” de los años 70, al Instituto di Tella, a teatros de 1.000, 2.000 o 3.200 butacas, como nuestro actual Gran Rex... Y a nuestras giras por España, México, Colombia, Chile, Uruguay, entre otros países de habla hispana. Única pretensión ha sido la de hacer un buen trabajo, aprender, mejorar y ejercer con altura este bendito oficio de hacer malabarismo con la música, las palabras y las ideas para que el público se ría a carcajadas».

Pero en medio del jolgorio resuena un nombre: Daniel Rabinovich. Fallecido en 2015 tras «una penosa enfermedad», apunta «su hermano», como le considera Maronna. Es la figura que todos los integrantes recuerdan. Sí, también en los buenos momentos. Él, junto a Gerardo Masana (también desaparecido en 1973), Maronna y Marcos Mundstock, hizo de la agrupación un medio profesional a la que en 1969 se sumarían Carlos Núñez y López Puccio, para más tarde dar cabida a los «reemplazantes» –como llaman en Argentina a los suplentes–: Horacio «Tato» Turano, Martín O’Connor y más recientemente Roberto Antier y Tomás Mayer Wolf.