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La Razón
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En harina electoral azulgrana, fue preguntado Sandro Rosell sobre sus preferencias en caso de una final mundialista España-Brasil. No dudó en la respuesta, Brasil. Aludía a los muchos amigos que tenía en aquel país, vínculos indivisibles que justificaban su gusto y orientación.

Él gestionó el fichaje de Neymar porque en el mercado brasileño se movía como una piraña en el Amazonas. Él, o algún asesor suyo, o ambos discurrieron la fórmula de levantárselo al Madrid, que ya había sometido al jugador a reconocimiento médico en Sao Paulo, mediante múltiples y variados vericuetos contables que han concluido en la judicialización del club, después de quedar al descubierto pagos ocultos que la sociedad DIS no ha consentido porque mirar hacia otro lado le costaba una pasta.

El nexo entre Rosell y Brasil era tan sólido que hizo magníficas migas con Ricardo Teixeira, el presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol, investigado desde 2012 por el FBI y tachado de la lista de notables de la FIFA, al correr una suerte paralela a la de Blatter y algunos de sus secuaces.

Con aquellas compañías o sin ellas, a Rosell le acusan en España de haber blanqueado 15 millones de euros, le han detenido por ello y se descubre el pastel, después de meses de investigaciones, el día en que un mal nacido asesina a Soffie Rose, de 8 años, a 21 niños y adolescentes más y hiere en Mánchester a 59 personas. Las hijas y la mujer de Guardiola también estaban en ese concierto de Ariana Grande. Salieron indemnes.