Elecciones generales

El lapsus de Rajoy

La Razón
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Es lo que tienen las cenas de Navidad. Se come mucho, se bebe bien, y la lengua se suelta... Claro que si el que la suelta es Mariano Rajoy, las casualidades dejan de serlo para tornarse advertencia, lapsus, cansancio, posibilidad, aviso, gallegada... El miércoles por la noche, el Partido Popular celebraba su cena navideña con militantes en Torrejón de Ardoz. Un baño de masas para que el presidente del Gobierno se relajara con los suyos y pasara revista a los últimos meses. Nada especial hasta que llegó el discurso de despedida con la frase de marras: «Hasta dentro de muy poquito y ya preparando las próximas elecciones».

En la época del anterior presidente del PP había Aznarólogos que sabían que cuando José Mari torcía el bigote, ardía Troya. Sabían interpretar sus estados de ánimo y sus días buenos y malos. Que los tenía. Otras veces cogía la directa y se ponían en marcha al decir entre dientes: «Quítame de encima a este plasta». Todo era bastante franco y claro. Como buen castellano. Pero lo de Rajoy es distinto. Ya no hay Rajólogos ni Marianólogos. Muchos lo han intentado, pero su círculo de amistades es tan limitado que deja poco espacio para la interpretación o adivinación. Algo fácil de comprobar por sus listas de ministros.

Por eso lo ocurrido el miércoles ha provocado una cascada de interpretaciones. Vamos con los exégetas. Los primeros –cómo no– fueron los de su gabinete de prensa, que inmediatamente hablaron de una mala jugada del subconsciente. Poco después, los mismos de prensa empezaron a restar importancia a lo que llamaban lapsus, para terminar diciendo que se trataba de un error a la hora de expresarse. Varias versiones que luego completaron otros dirigentes del partido.

Pero la exégesis del lapsus tomó fuerza cuando la propia vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, tomó cartas en el asunto para descartar ayer mismo que el jefe del Ejecutivo estuviera pensando en la convocatoria de unas nuevas elecciones generales.

Pero lo más curioso no fue que calificara la frase de «lapsus del presidente», sino las palabras con las que remachó su interpretación: que a esa hora «la mente no está tan viva» como a las nueve de la mañana. Y siguió: «Me imagino que pasaría eso, porque en eso no estamos», y «el cansancio» de Rajoy se justifica porque es «más de desayunar que de cenar».

No me negarán que para ser un lapsus ha traído bastante cola: desde la vice al gabinete de prensa. Y por eso tengo para mí que Rajoy debe estar feliz viendo lo que su cansancio es capaz de provocar. No sólo es capaz de conseguir que hablemos de sus palabras, sino de las consecuencias que podrían traer.

Porque no es ningún disparate hablar de elecciones tal como está el Congreso de los Diputados, echando para atrás –aunque sea de manera simbólica– todas las leyes de la pasada legislatura. Tampoco está mal hablar de que preparan la siguiente convocatoria electoral cuando Ciudadanos se abstiene siempre que el PP les necesita; o cuando el PSOE se pone estupendo en la oposición sin tener mimbres para ello; o cuando ve que el nacionalismo burgués catalán sigue empeñado en pactar los presupuestos con la CUP, un partido con el que nadie en su sano juicio pactaría ni la peli del fin de semana.

Por eso la reacción de todos ellos ha sido tremenda. Y es que Rajoy, aunque sea en fase lapsus, es capaz de ponerles a todos de los nervios. Y a los de Podemos sentados, eso sí, en alfombras de la Real Casa.