Almería

Papagayos y perros que no ladran

La Razón
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La semana de Pasión transcurre desapasionada en el terreno político y es de agradecer que así sea, a estas alturas, después de tan intenso trimestre. Ociosos los ayuntamientos, sin agenda el Parlamento andaluz y con el Congreso de parada técnica, el tono de las disputas de los representantes queda reducido, casi silente, como las notas lúgubres de esas orquestas de cámara que escoltan a algunas imágenes. Son éstas épocas del regreso a casa de los diputados quienes, entre pavía de bacalao y torrija de vino, se abandonan a una conversación más demorada que de costumbre. «Si no fuera por estos momentos», subraya a cada instante. El interlocutor en cuestión, que prefiere no repicarse con más señas de las necesarias, se confiesa «irredento pedrista». Por algo será. Y en ello anda, inspirando a los secuaces en las redes sociales con la propaganda de rigor mientras da cuenta de un plato de espinacas, aliviando algún mensaje picante y ofreciéndose a hacer bulto en cualquier reunión donde se precise bulto. No hace tanto, revela su señoría, visitó uno de los bastiones de Pedro Sánchez en Almería. Más que por el relleno, se detiene a explicar, en esta ocasión pretendía vivir esos baños de masas con los que se encumbra en sus medios el candidato a la Secretaría General del PSOE. La decepción fue de aúpa. Le sucedió lo que a Cristóbal Colón recién llegado a las supuestas Indias, quien esperaba observar el paseo majestuoso del elefante, el correr del tigre y el acecho de las panteras. Las fábulas se quedaron en fábulas. Lo que este diputado observó en el mitin de Sánchez se limitó a un notable linaje de «papagayos, lagartos y perros que no ladran», describió de primeras el Almirante. El cuadro no era como lo pintaban. Y los perros no ladraban ni mordían.