César Vidal

Yevtushenko

La Razón
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Este fin de semana falleció Yevgueny Yevtushenko. Lo hizo en Tulsa, una ciudad enclavada en el estado de Oklahoma en cuya universidad venía enseñando desde hacía años. Descubrí a Yevtushenko casi por casualidad en los setenta cuando comenzaba a estudiar ruso. Me subyugó inmediatamente. Recuerdo incluso que intenté atraer a una compañera de clase regalándole un volumen de poesía del autor ruso. Los versos le gustaron, pero nuestra relación no prosperó aunque, en honor a la verdad, hay que señalar que se debió más bien a mi situación económica. Co-mo ahora, la buena poesía no podía suplir la escasez de dinero. Mi admiración por Yevtushenko no disminuyó un ápice y me quedé impresionado cuando un antiguo profesor de San Antón, don Valentín Díez, me contó que se había carteado con el poeta. Treinta años después, Ángel Gutiérrez –que acaba de publicar sus memorias en ruso– compartió conmigo cómo habían sido amigos de disidencia. A la vez que escribía una poesía extraordinariamente hermosa –a diferencia de la de otros autores la traducción conserva algo de su belleza original– Yevtushenko se opuso al legado de Stalin, defendió públicamente la extraordinaria novela «No sólo de pan» de Vladimir Dudintsev –lo que se tradujo en su expulsión de la universidad–, combatió el antisemitismo en su extraordinario poema Babi Yar y se negó a sumarse a la campaña contra Pasternak cuando le otorgaron el premio Nobel de Literatura. Se atrevió incluso a interceder ante Yuri Andropov, el factótum del KGB, en favor de Solzhenitsyn y se opuso a la intervención soviética en Afganistán. No me atrevería a relacionarlo con el hecho de que llegara a contraer cuatro matrimonios, pero el amor, la esperanza, la sensibilidad, la ternura formaron parte determinante de unos versos que nunca he dejado de releer con agrado. Aunque pasó sus últimos años en Estados Unidos y llegó a captar muy bien el alma del país –sostenía con acierto que Oklahoma era mucho más americana que Nueva York– nunca dejó de ser un patriota ruso. Fue tolerado por Jrushov, apoyó la liberalización de Gorbachov –incluso fue elegido para el primer parlamento elegido democráticamente– y sufrió el desmembramiento de su patria porque se dio cuenta de que el desplome de la Unión Soviética no se caracterizaría sólo por la libertad sino por la intervención extranjera para descuartizarla artificialmente. Queda su obra propuesta varias veces al Nobel. No es poco.