Pensiones

El Papa Francisco, los empresarios y los especuladores

«Nos dejamos arrastrar por el espíritu mercantilista y anteponemos los beneficios empresariales a las personas».

El Pontífice, durante la visita a la factoría siderúrgica Ilva, en Génova (Italia)
El Pontífice, durante la visita a la factoría siderúrgica Ilva, en Génova (Italia)larazon

«Nos dejamos arrastrar por el espíritu mercantilista y anteponemos los beneficios empresariales a las personas».

Los empresarios y directivos de empresa que pertenecemos a ASE-Acción Social Empresarial hemos leído con mucho interés las declaraciones que acaba de realizar el Papa Francisco desde la factoría siderúrgica italiana de Ilva, en Génova, al tiempo que nos han apesadumbrado algunas referencias tergiversadas a su mensaje.

El Papa nos recuerda que el trabajo es una prioridad humana y por tanto, una prioridad cristiana, y donde hay un trabajador, ahí está el interés de Dios y de su Iglesia.

Nos anima a desarrollar las virtudes del buen empresario: la creatividad, el amor por la propia empresa, la pasión y el orgullo por cumplir con la misión de la empresa yendo de la mano de los trabajadores.

Sin embargo, si nos dejamos arrastrar por un espíritu mercantilista, y anteponemos los beneficios empresariales a las personas, entonces nos envilecemos y dejamos de ser empresarios para convertirnos en especuladores.

Una grave enfermedad de la economía es la progresiva transformación de los empresarios en especuladores. El empresario es una figura fundamental de una buena economía. No hay buena economía sin buenos empresarios. «Cuando la economía pasa a manos de los especuladores todo se arruina, se pierde el rostro, es una economía sin rostro y despiadada».

También los trabajadores deben dar la talla. No trabajar sólo porque se les paga, no convertirse en mercenarios. El buen trabajador se identifica con su empresa, se compromete, se implica, y se siente orgulloso del trabajo bien hecho y del esfuerzo conjunto realizado.

El Papa advierte del daño que causan las políticas que presuponen la hipótesis errónea de que los creadores de la economía son especuladores.

Miles, millones de personas se levantan temprano todas las mañanas y salen a trabajar, a esforzarse y a ahorrar a pesar de todo lo que inventan algunos para molestarles, obstaculizarles y desanimarles.

El diálogo en los lugares de trabajo no es menos importante que el que se realiza en las parroquias o en las solemnes salas de congresos.

El trabajo nos humaniza, nos hace más personas. Hay pocas alegrías más grandes que las que podemos experimentar trabajando y pocos dolores más grandes que cuando el trabajo aplasta, humilla y mata.

El trabajo es la piedra angular del pacto social. Cuando no se trabaja, o se trabaja poco o mal la democracia entra en crisis, todo el pacto social entra en crisis.

Debe quedar claro que el objetivo social no es el salario universal, sino el trabajo universal.

La revolución tecnológica hará que el trabajo de hoy sea diferente del de mañana, tal vez muy diferente, pensemos en la revolución industrial, pero tendrá que ser trabajo, no pensión.

El descanso y el trabajo se complementan. Ni se puede disfrutar del descanso si no hay trabajo a continuación, ni se puede disfrutar del trabajo si no hay descanso a continuación.

Finalmente nos dice que los ídolos de nuestro tiempo son el consumo y el placer. Una sociedad hedonista no aprecia la cultura del esfuerzo, el valor de la fatiga y del sudor, no comprende el trabajo.