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Nuevas pruebas para confirmar su existencia

Científicos de Michigan descubren que objetos transneptunianos son expulsados de su órbita cuando pasan cerca de Neptuno, pero «algo» los vuelve a atrapar. La única explicación: un planeta.

Recreación de cómo sería el noveno planeta, bautizado hipotéticamente como «Phattie»
Recreación de cómo sería el noveno planeta, bautizado hipotéticamente como «Phattie»larazon

Científicos de Michigan descubren que objetos transneptunianos son expulsados de su órbita cuando pasan cerca de Neptuno, pero «algo» los vuelve a atrapar. La única explicación: un planeta.

¿Ser o no ser? Mejor dicho: ¿existir o no existir? Ésa es la cuestión que ha acompañado desde hace más de un año al planeta noveno del sistema solar, el planeta IX, el misterioso cuerpo que podría estar orbitando alrededor del Sol más allá de Neptuno... o no.

Porque nadie ha sido capaz de confirmar que el noveno planeta (bautizado hipotéticamente como Phattie) realmente exista. Nadie ha demostrado que es cierto aquello que creyeron descubrir los astrónomos del Instituto Tecnológico de California en 2016: que hay un 90% de probabilidades de que un cuerpo con tamaño y forma de planeta esté aún por descubrir en nuestras cercanías. Aquellos científicos propusieron que el errático comportamiento de los llamados objetos transneptunianos (asteroides, protoplanetas o planetas enanos que orbitan más lejos que los predios de Neptuno) solo puede explicarse si un cuerpo grande anduviera tirando de ellos con su potente atracción gravitacional. Un cuerpo que debería tener aspecto planetario y cuya órbita debía cruzarse con la de Neptuno, pero con una excentricidad tal que, en sus momentos de mayor alejamiento, puede hallarse en los mismos confines del Sistema Solar. Y que, por supuesto, aún nadie ha visto.

Desde entonces, algunos científicos han especulado sobre si será éste un quinto planeta gaseoso expulsado de los alrededores del Sol como ocurriera a los cuatro que hoy conocemos (Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno) según el llamado modelo de Niza. Este modelo postula que parte de la materia original que rodeó al Sol no tenía la consistencia necesaria como para acretar en una cohorte de planetas mayor y fue expulsada en forma de cuerpos gaseosos gitantescos y objetos menores. El Sistema Solar quedó así dividido entre un reino de planetas cercanos y rocosos (Mercurio, Venus, La Tierra y Marte), gigantescos planetas gaseosos enviados a las lejanías del Sol y escombros en forma de planetoides o asteroides por doquier. En la nómina de los expulsados podría faltar un nombre: el planeta 9.

Ahora, una investigación de Juliette Becker, doctoranda del departamento de Astronomía de la Universidad de Michigan, vuelve a abrir el debate. Ha llevado a cabo una inmensa cantidad de simulaciones informáticas para detectar un comportamiento hasta ahora no detectado en los objetos transneptunianos.

Lo primero que se hizo fue simular cómo debería ser un planeta que viviera fuera de la órbita de Neptuno y que no tuviera poder suficiente como para expulsar de su órbita a todo el resto de planetas. Es evidente que, si existe, ha respetado durante miles de millones de años el orden de la casa. Luego se buscaron posibles explicaciones al comportamiento actual de los objetos transneptunianos. Becker ha detectado más de una configuración que puede ser compatible con la presencia de un planeta nuevo. Hay varias versiones de planeta que permitirían obtener la actual estabilidad de los objetos transneptunianos. Es decir, las probabilidades de que ese planeta exista se han multiplicado.

La autora y su equipo han descubierto que algunos objetos transneptunianos son expulsados de su órbita cuando pasan cerca de Neptuno. Pero, en lugar de perderse en las lejanías del cosmos o caer en el centro del Sol, «algo» los vuelve a atrapar y los alinea en una zona de aparcamiento planetario junto con otros objetos similares. Ese «algo» debe ser un planeta. Los astrónomos además han descubierto un objeto transneptuniano que presenta una inclinación orbital demasiado grande comparado con el plano del Sistema Solar: está inclinado cerca de 54 grados. Este cuerpo recibe la resonancia de algún cuerpo gigantesco más exterior. Sería posiblemente el mejor candidato para medir de manera indirecta el influjo del posible planeta perdido.

El próximo paso sería tratar de encontrar el misterioso mundo errante. A pesar de que hay cientos de ojos puestos en él, sigue siendo esquivo. De momento, nadie ha captado su verdadero rostro.