Ciencias humanas

El mal de estómago de Ötzi

Bacterias halladas en el intestino de la momia del «hombre de hielo» dan pistas sobre el origen de los europeos actuales

Las muestras de Ötzi han permitido reconstruir el genoma de la bacteria
Las muestras de Ötzi han permitido reconstruir el genoma de la bacterialarazon

Los científicos revelan nuevos hechos sobre el 'Homo sapiens' de los restos momificados de Ötzi, un hombre de la Edad del Cobre que fue descubierto en un glaciar en 1991

Si usted está leyendo esto es porque es un ser humano. Y si usted es un ser humano es muy probable que porte en su intestino una buena colonia de Helicobacter pylori, esa bacteria que invade el sistema digestivo de más del 50 por 100 de los miembros de nuestra especie. Es más, también es probable que usted se encuentre entre el 10 por 100 de esos hombres y mujeres a los que el bicho en cuestión nos provoca alguna patología como úlceras o irritaciones.

Pues bien, según se acaba de publicar en la revista «Science», esta condición de portadores de bacterias intestinales es tan antigua como la humanidad misma y, además, el estudio del tipo de Helicobacter que cada uno de nosotros podemos alojar en nuestro cuerpo ayuda a conocer mucho de nuestros orígenes y nuestra evolución.

Y lo sabemos ahora porque acaba de publicarse el genoma de las bacterias que contenía el intestino de la momia helada más famosa del planeta: Ötzi, el hombre de las nieves.

Con ese nombre se bautizó en 1991 a los restos momificados de un hombre que vivió 3.300 años antes de Cristo en la región que hoy conocemos como los Alpes italianos. Aquel individuo murió mientras transitaba por el valle de Ötz y quedó atrapado en el hielo por lo que conservó una apariencia excelente durante miles de años hasta que fue desenterrado junto a sus ropajes y armas. De ese modo se convirtió en una fuente de información valiosísima para arqueólogos deseosos de conocer mejor cómo vivían nuestros abuelos en el Calcolítico (la Edad del Cobre). De hecho es la momia humana natural más antigua de Europa: todo un tesoro.

Y ese tesoro albergaba un secreto en su interior. Su intestino había sido colonizado por Helicobacter. Desde que se sabe este dato, la ciencia se ha mostrado muy curiosa por conocer qué tipo de Helicobacter era ese. ¿A qué viene tanta curiosidad?

El patógeno en cuestión (un germen gram-negativo) es muy recombinante. Eso quiere decir que se presenta varias especies que se hibridan fácilmente entre sí para adaptarse al ácido ambiente del estómago humano. Su método de transmisión suele ser intrafamiliar, nos los pasamos entre padres e hijos o entre cónyuges y personas cercanas cuando entramos en contacto. Eso provoca que sea fácilmente trazable la historia de un grupo humano si se estudia el tipo de Helicobacter que porta. Solemos tener la misma bacteria que nuestros abuelos y tatarabuelos. En cierta medida, el ADN de nuestro microorganismo intestinal puede darnos una pista sobre nuestros orígenes. Según algunos estudios, este patógeno acompañó a los primeros Homo sapiens que salieron de África hace más de 100.000 años. Pero aquel «bichito» se parecía poco al que hoy portamos muchos de nosotros. En la actualidad se conocen siete modalidades originales de Helicobacter pylori dependiendo de su origen geográfico (Europa, Sahul-Australia, este de Asia, Asia central y tres modalidades africanas). Todas estas bacterias se mezclan entre sí y generan una gran diversidad. Por ejemplo la mayoría de los europeos actuales portamos una Helicobacter que es el resultado de la mezcla de dos ramas diferentes AE1 (originaria de Asia central) y AE2 (procedente de África).

Pero no se sabe muy bien cuándo se produjo la fusión de estas ramas en nuestro continente. El dato es importante porque podría esclarecer cómo fueron los procesos migratorios de Homo sapines desde su África originaria a Asia y luego a Europa.

Una teoría apunta a que la combinación de estas dos cepas pudo tener lugar en el Oeste de Asia hace entre 10.000 y 52.000 años y que la trajeron a Europa los primeros emigrantes que colonizaron el continente después de que éste se liberara de la última glaciación. Ötzi era un buen instrumento para comprobar la teoría.

Los autores del trabajo han realizado 12 biopsias del tejido gastrointestinal de la momia y han hallado suficientes rastros de H.pylori. Gracias a ello han podido reconstruir el genoma completo de la bacteria. El resultado arroja una sorpresa. Las bacterias del intestino de este hombre se asemejan genéticamente a la rama asiática del microorganismo. De hecho tiene una similitud genética muy grande con genomas de Helicobacter extraídos en individuos indios. Puede considerarse un representante puro de la rama asiática. De confirmarse esta observación, el resultado indicaría que la porción africana de nuestra bacteria intestinal llegó a Europa algo después de la época en la que vivió Ötzi y no cuando hasta ahora pensábamos. El dato daría nuevas pistas sobre el modo en el que los humanos se han mezclado y han migrado en los últimos 5.000 años de existencia.