País Vasco

Ni en el País Vasco ni en Navarra: un estudio revela el origen real del euskera

Una nueva investigación reescribe la historia del euskera, situando su cuna lejos del País Vasco y Navarra: el verdadero punto de partida se encontraría en el suroeste de Francia

Ni en el País Vasco ni en Navarra: un estudio revela el origen real del euskera
Ni en el País Vasco ni en Navarra: un estudio revela el origen real del euskeraLa Razón

Durante generaciones, la mayoría de los vascos, y buena parte de los lingüistas, han creído firmemente que el euskera, la lengua no indoeuropea más antigua que se habla en Europa, nació en el territorio que hoy ocupan el País Vasco y Navarra. Pero una reciente investigación del catedrático de Lingüística de la Universidad de Salamanca, Francisco Villar Liébana, viene a romper con ese arraigo geográfico y cultural. Su análisis apunta, con fundamentos toponímicos, onomásticos e históricos, a un origen inesperado: Aquitania, al otro lado de los Pirineos, en el suroeste de la actual Francia.

El estudio, recogido en su obra Indoeuropeos, íberos, vascos y sus parientes, se basa en el análisis de más de 400 nombres personales y divinidades documentados en inscripciones romanas de la época imperial en territorio aquitano. En estos registros se reconocen claramente raíces lingüísticas que se conectan con el euskera moderno. Un ejemplo es el nombre "Herauscorritsehe", que remite al significado de "herauts gorri txe" en euskera actual. También aparecen teónimos como Ilunno, que remite a ilun ("oscuro").

El origen real del euskera, según el estudio de Francisco Villar Liébana

Según Villar, “ni la hidronimia, ni la toponimia, ni los registros personales medievales avalan la idea de que el euskera surgiera originalmente en el actual País Vasco o en Navarra”. De hecho, añade que en época romana apenas existen rastros lingüísticos de origen de lo que hoy es euskera en esas regiones españolas. Sólo se identifican dos topónimos de posible raíz vasca. En contraste, la región de Aquitania ofrece una abundancia de formas lingüísticas que no pueden explicarse como meros préstamos, sino como elementos estructurales de una lengua vascoide asentada desde siglos antes.

El análisis de los nombres de ríos, por ejemplo, revela que la mayoría de los hidrónimos del norte de la península son de origen indoeuropeo, lo que debilita aún más la hipótesis tradicional. Este patrón sugiere que la lengua vasca no era autóctona de esas zonas, sino que se habría expandido allí posteriormente, en una época más reciente de lo que se creía hasta ahora.

Una migración lingüística hacia el sur

Lo que plantea el estudio es que el euskera se expandió hacia el sur a lo largo de la Edad Media, atravesando los Pirineos e instalándose progresivamente en Navarra y el País Vasco. Esta visión difiere notablemente del paradigma tradicional que sitúa al euskera como una lengua preexistente en los valles vascos desde tiempos prehistóricos. Villar habla de una “migración lingüística” que reconfigura la cronología del euskera, y que explicaría la escasez de vestigios antiguos en suelo vasco y su abundancia al norte de los Pirineos.

No es sólo la lingüística la que apoya esta tesis. Estudios genéticos recientes, como los publicados por el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, refuerzan la conexión entre los actuales vascos y las poblaciones antiguas de Aquitania. El ADN mitocondrial hallado en restos medievales del suroeste francés muestra similitudes genéticas con las poblaciones del País Vasco, lo que sustenta la idea de un origen común.

Uno de los aspectos más intrigantes del trabajo de Villar es la hipótesis de una relación de parentesco entre el euskera y el íbero, la lengua que se hablaba en buena parte del litoral oriental de la península ibérica antes de la romanización. Según el autor, ambas lenguas formarían parte de una familia lingüística más amplia, que denomina "eusko-ibérica". Esta familia, teorizada ya en el siglo XX pero sin consenso académico, tendría un origen vinculado a las migraciones de poblaciones portadoras de la cultura de la cerámica cardial, hace unos 9.000 años, desde el Mediterráneo oriental.

Lo que refuerza esta posibilidad es la coincidencia en elementos gramaticales básicos entre ambas lenguas: numerales, partículas verbales y estructuras sintácticas similares. Para Villar, estos parecidos van más allá del contacto lingüístico y apuntan a un origen común, quizás anterior a la llegada de las lenguas indoeuropeas a la península.

Una lengua milenaria, con historia aún por desvelar

Aunque el estudio no cuestiona la riqueza cultural y lingüística del euskera en el contexto del País Vasco y Navarra, sí invita a repensar su evolución histórica. Más que una lengua nacida en las montañas vascas, el euskera aparece ahora como el legado de una migración ancestral desde tierras aquitanas, que sobrevivió a la expansión de las lenguas indoeuropeas y mantuvo su esencia en un rincón de Europa donde la historia y la identidad siguen escritas en una lengua única.

Este giro en la narrativa del origen del euskera no hace sino demostrar que la historia está viva, y que el pasado aún tiene mucho que contar.