Incendios

Mauricio, el primero en llegar a Doñana

Paraje de Cuesta Maneli tras el incendio de Moguer
Paraje de Cuesta Maneli tras el incendio de Moguerlarazon

Eran las 20:50 cuando recibieron el aviso del Centro Operativo Provincial: «Montad corriendo en el helicóptero». El incendio de Doñana no era el primero del día al que se enfrentaban Mauricio Martín, técnico de operaciones helitransportadas de Cedefo de Cabezudos, en Almonte, y su retén. La jornada ya empezó complicada. Primero acudieron a un incendio en El Rompido y, una vez apagado, les derivaron a otro en Gibraleón. Fue entonces cuando recibieron la llamada del incendio de Doñana. «Nada más ascender vi un columnón enorme de humo. Recuerdo que pensé: “esto no me gusta”. Tardamos en llegar menos de 10 minutos. La columna de humo era enorme, densa, oscura, muy oscura, y estaba tumbada». Cuando una columna es densa es porque «se está quemando mucho combustible. Oscura quiere decir que se está quemando combustible pesado, es decir, árboles, porque cuando arde el pasto genera humo blanquecino; si es grisácea, está ardiendo matorral, pero el color negro que avistábamos significaba que se estaban quemando pinos», explica. También estaba tumbada, lo que no presagiaba nada bueno. «Estuvimos orbitando la cabeza del incendio, esa máquina que devora montes, como yo la llamo. Fue entonces cuando avisamos: “Situación crítica, mandad todo lo que tengáis”». A los pocos minutos, Mauricio y su retén aterrizaban. «Fuimos los primeros en llegar al incendio y fuimos a la cola, la zona más segura». En cuestión de segundos perdieron de vista la cabeza». Después llegaron más refuerzos y estuvieron trabajando hasta las 02:00 de la madrugada, doce intensas horas en las que hay que conseguir tener la mente despejada porque un error en esta situación puede poner vidas en peligro. Mauricio confiaba en que el sábado se podría llegar a controlar el incendio, pero no fue así. El domingo temió que pudiera devorar el Parque Nacional». Estuvo a punto. «Las llamas se quedaron a unos 20 km» de arrasar el corazón de Doñana, explica. Sin embargo, «la cabeza del incendio se abrió, la bestia se fue haciendo cada vez más y más grande y el viento puso en un serio aprieto a otro retén de esta misma base.

Una decisión clave fue la que tomó el director del operativo: hacer fuego técnico para parar el incendio, es decir, sacrificar algo de terreno para evitar que las llamas sigan devorando sin control. «Gracias a eso se controló, ya que el fuego técnico realizado eliminó el combustible». «Tengo aún ampollas en los pies...Creo que pocas veces me he enfrentado a un incendio como éste, por su virulencia. Con el de Doñana pensé: «Dios mío, ¿qué hago aquí? ¿Cómo me enfrento a esto? ¿Que si tuve miedo? Sí. Ahora queda un largo camino por delante para restaurar las más de 8.000 hectáreas calcinadas. «La zona que ha ardido es una reforestación del año 1950. Habrá que esperar 60-70 años para que vuelva a estar igual, tardará una vida en recuperarse. Nuestros hijos sólo verán la evolución, pero los que lo disfrutarán serán nuestros nietos».

Si el incendio hubiese llegado al Parque Nacional «hubiera sido el acabose, porque es una zona muy valiosa de difícil acceso... ¡Fíjate!, todo esto era verde y frondoso, y ahora...Me duele verlo». Nos duele a todos.