Jesús Fonseca

Una reina arqueóloga

La Reina Sofía, durante su visita a las excavaciones de Atapuerca
La Reina Sofía, durante su visita a las excavaciones de Atapuercalarazon

Todo el mundo sabe que, Doña Sofía, ama la arqueología desde siempre. Así que, no soy nada original, amable lector, al encabezar mi columna de hoy con este título. La pasión de Doña Sofía por la arqueología la hemos vuelto a comprobar, estos días, en Atapuerca, con ella presidiendo el patronato por tercera vez consecutiva. Los yacimientos de la sierra burgalesa atraen la atención mundial. Este año, participan en las excavaciones más de trescientos investigadores, venidos de todo el mundo. Y Doña Sofía lo sabe. «La investigación está directamente relacionada con el bienestar y el desarrollo de la sociedad. Tenemos que darnos cuenta», ha insistido en Burgos. A estas alturas del paseo, conocemos muchas cosas de esta reina. Lo que no estoy ya tan seguro es de si nos damos cuenta del valiosísimo papel institucional que esta Señora, admirable en tantas y tantas cosas, lleva a cabo. No del que ha tenido en el pasado, desde luego, y del que nunca sabremos suficientemente —ya se ha ocupado ella de que así sea—, sino del que desempeña hoy, aquí y ahora. Porque, digo yo, qué necesidad tendrá, «cuando más aprieta la calor y no suelta el agua ni Dios», de venirse hasta estos páramos que, serán lo que se quiera, pero convengamos en que menudo peñazo lo de los fósiles. Pues viene porque quiere arrimar el hombro. Porque a ella, cualquier esfuerzo le parece poco, cuando se trata de apoyar algo en provecho de los españoles. Y, a la vista de que en Atapuerca están emperrados en internacionalizar el proyecto, pues ella —como de costumbre—, da un paso al frente, que es lo que ha hecho toda la vida: empujar a plena luz o en la sombra; tirar del carro. Vale la pena reparar, en tiempos de flaquezas y descendimientos, en semejante sentido de la responsabilidad. Como buena arqueóloga, la Reina Sofía sabe lo que es restañar restos, unir pedazos. Ella ha sido y sigue siendo la pacificadora, la mediadora de la Familia, y no solo. ¡Es estupendo que continúe en la faena con este empeño! Lo es, sobre todo, porque tiene mucho que ver con el compromiso público; con la cultura del esfuerzo. Materia imprescindible para aupar la vida. Esta Reina discreta y abnegada, es un ejemplo de entrega, de utilidad y buen hacer, en medio de las luces y las sombras que se quieran. De no pocas adversidades y golpes bajos, también. Doña Sofía empatiza —palabra de éxito— con los requerimientos y necesidades de la sociedad a la que sirve. Especialmente, de los sectores más desprotegidos. Y la gente —otra palabra muy de moda—, que no se chupa el dedo, se da cuenta. De ahí ese cariño, esa admiración, ese cariño creciente que continúa despertando, día tras día, la madre del Rey.