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La Educación en serie tiene un objetivo

La Educación en serie tiene un objetivo
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La educación en serie tiene un objetivo que la trasciende: si produce individuos idénticos como las salchichas, dominarlos requiere un mínimo esfuerzo: solo hay que ocuparse de 'un modelo'.

Lo que yo propongo es nada menos que la recuperación de la libertad, es decir, de la dignidad, que las personas perdieron con la neoesclavitud de la Revolución Industrial.

Con la Revolución Industrial llegó la estandarización de la sociedad, todo se hacía en serie y por supuesto la educación también, con enseñanzas estándar para todos sin distinción. Pasó el siglo XX y todo siguió igual. Llegamos al siglo XXI, la ‘Era de la Información’, de las comunicaciones, y ¿qué ocurre? Que vamos al colegio y retrocedemos nuevamente casi dos siglos; se detiene el tiempo. Dejamos en casa aparcados nuestros ordenadores, tabletas y móviles y cogemos una cartera que pesa una tonelada llena de libros, cuadernos y bolígrafos. Los estudiantes de hoy en día tenemos que hacer un sobreesfuerzo para cambiar el chip a la hora de entrar en un centro de enseñanza, porque nos sacan de nuestra era, de nuestro ámbito, de nuestra realidad, de nuestro mundo, para meternos en una época obsoleta y desfasada y que encima no funciona.

Dice el sociólogo y escritor François Dubet, que “ya no basta con reformas educacionales, hay que cambiar la naturaleza misma del sistema”, y tiene toda la razón. El sistema educativo no hay que reformarlo, hay que destruirlo del todo y hacer otro nuevo. La sociedad en general, los políticos, los padres, los docentes y los alumnos en particular, tenemos que crear un sistema adaptado a nuestra época, pero no poniendo parches en el que ya existe, eso no vale. Hay que atender a la diversidad, a los talentos, a las necesidades especiales, a los pensamientos divergentes y convergentes... y esto solo se puede hacer creando un sistema desde cero, creando nuevas asignaturas, donde los docentes sean formados y especializados para atender a todo tipo de alumnos, no a unos pocos en particular y a los demás desecharlos y anularlos porque no encajan. Los colegios son verdaderos asesinos de la creatividad, la educación actual nos corta las alas. ¿Con qué criterio te dicen que tu idea no vale?

¿Acaso todos los enfermos son iguales? Para eso ya se crearon las especialidades médicas; hagamos lo mismo con la educación. ¿Acaso aprende igual un niño disléxico que uno con altas capacidades o con déficit de atención? No, pero eso no significa que unos sean mejores o peores, significa que la manera de aprender de cada uno es diferente. Pues creemos especialidades dentro de los docentes. ¿Por qué una escuela rígida? ¿Por miedo al qué dirán, a la desigualdad, a la discriminación, o por comodidad, falta de presupuesto o de interés? Más desigualdad que hay ahora es imposible. A lo mejor hay que eliminar las aulas tal y como las tenemos concebidas y grabadas a fuego en nuestras mentes y distribuir al alumnado en diferentes espacios por intereses, talentos, capacidades, esfuerzo, motivaciones, creatividad, capacidad de innovación... ¿Utopía? Hace muchos años existía la profesión de practicante; una persona que lo mismo ponía inyecciones, asistía un parto, hacía de barbero, sacaba una muela o cosía una herida, algo que hoy en día sería impensable; ¡hemos avanzado!

La educación en serio es la que se adapta al alumno para que explote su talento al máximo, y no al contrario, pretendiendo crear borregos ideologizados. El mayor activo que tiene un país es su talento; aprendamos a explotarlo, mirémoslo desde todas las perspectivas posibles, no desde donde nos lo impongan. Especialicemos al profesorado.