Museo del Prado

El Prado sí cree en sus «boscos»

La pinacoteca refuta la decisión de la Bosch Research and Conservation Project de retirarle la autoría a «Las tentaciones de San Antonio» y la «Mesa de los pecados capitales». Dice que «no aporta ningún dato técnico» y «fundamenta sus juicios en apreciaciones estilísticas subjetivas»

«Las tentaciones de San Antonio Abad» (h. 1490)
«Las tentaciones de San Antonio Abad» (h. 1490)larazon

Bolduque, el pueblo natal de Hieronymus van Acken Bosch, está en el sur de los Países Bajos. Su nombre significa «bosque ducal» y desde ayer vuelve a ser noticia. Fue allí donde se presentaron los resultados del Bosch Research and Conservation Project, que ha estudiado y analizado de forma sistemática en los últimos seis años la obra del pintor medieval más importante de Holanda con las técnicas más innovadoras. Aportan un sofisticado software para determinar qué obras son de la mano del artista y cuáles se deben a su taller. Según sus investigaciones, dos de las que cuelgan en el Museo del Prado, que posee la mayor colección de obras conservadas del pintor, «Las tentaciones de San Antonio» y la «Mesa de los pecados capitales», no habrían sido pintadas por el artista, sino que pertenecerían a su taller. A doce días de inaugurarse en Holanda la primera exposición que conmemorará el quinto centenario de la muerte de El Bosco en el Noordbrabants Museum (y que se completará con dos importantísimas muestras en España), las conclusiones que se acaban de hacer públicas vuelven a colocar la obra del pintor holandés bajo el cristal de la lupa. La primera pinacoteca nacional emitió ayer por la tarde un contundente comunicado en el que dejaba muy clara su postura con respecto al estudio: «En fecha reciente se han hecho públicas las conclusiones alcanzadas por el Bosch Research and Conservation Project. Dichas conclusiones cuestionan la autoría por parte del Bosco de varias obras propiedad del Museo del Prado. El Museo del Prado respeta el estudio (...), pero disiente de sus conclusiones y rechaza la desatribución al Bosco tanto de la “Mesa de los pecados capitales” como de “Las tentaciones de San Antonio”». El Prado esgrime una enorme contundencia cuando asegura que el estudio presentado ayer «no aporta ningún dato técnico o material concerniente a las mencionadas obras que sea incompatible con la autoría de El Bosco, y fundamenta sus juicios en apreciaciones estilísticas muy subjetivas», de ahí que subraye que, desoyendo las citadas conclusiones, la pinacoteca, con la experiencia que avalan sus expertos, «mantiene la autoría del Bosco de la ‘‘Mesa de los pecados capitales’’ y ‘‘Las tentaciones de San Antonio’’», aunque no se pronuncia sobre «La extracción de la piedra de la locura», también desatribuida. Todo apunta a que será en fecha próxima, que coincidirá con la magna exposición que se prepara para celebrar la efeméride cuando el museo, como ayer constaba en el comunicado, esgrima sus argumentos para no cambiar la cartela de estas dos obras: «El Museo del Prado expondrá sus argumentos y dará respuesta a las objeciones señaladas (...) por escrito, siguiendo los cauces habituales de la historia del arte, en el catálogo de la exposición de El Bosco», que se inaugurará el 31 de mayo.

En Bolduque, mientras, se celebraba la llegada de un nuevo «Bosco», un cuadro que había pasado años durmiendo en los almacenes y que bajo el microscopio de los investigadores comenzaba una nueva vida. Se trata de «Las tentaciones de San Antonio» ( con el mismo nombre que el que dejaba de ser del maestro, según estos expertos, en el Prado) del Museo Nelson-Atkins de Kansas, cuyo director se llama, curiosa y paradójicamente, Julián Zugazagoitia. El cuadro se va a convertir en la principal atracción de la exposición que homenajeará al pintor (1450-1516) en su pueblo natal. La obra fue adquirida en 1936 con el convencimiento que era del holandés, aunque los investigadores del museo la atribuyeron a uno de sus pupilos, movidos, quizá, por la restauración a la que sometió al obra cuatro años más tarde. El cuadro, que data de entre 1500 y 1510, el último periodo de actividad del pintor, es un fragmento de otro más grande, que ha sido acortado por todos los lados. Con ayuda de la fotografía infrarroja y la reflectografía infrarroja aplicada por los investigadores, se ha podido visualizar unas firmas que se relacionan con todo aquello encontrado en otros cuadros de la obra central de El Bosco.

Zugazagoitia confesaba ayer a LA RAZÓN su sorpresa: «Esta pintura ha estado en la reserva a pesar de estar bien documentada. Dado que esta investigación se ha prolongado durante varios años estaba pendiente de estudio. Y en los últimos meses del estudio cuando estaban cerrando el catálogo, les llamó poderosamente la atención. A partir de los análisis y dibujos subyacentes decidieron la atribución». En Estados Unidos sólo hay cuatro autentificadas y ésta sería la quinta y «la única al oeste de Washington. Es el único Bosco en el Medioeste y el Oeste de los Estados Unidos, aunque tembién hay en Nueva York y Washington, pero a nosotros nos coloca en una situación privilegiada», asegura.

- Una huella dactilar

Por su parte, Scott Heffley, conservador del citado museo de Kansas, llama la atención sobre una huella dactilar en el cuadro ahora atribuido al pintor de los Países Bajos: Cuando vieron que encajaba con las que existen en otras obras suyas tuvieron pocas dudas. También fue decisiva la figura de San Antonio, cuyo trazo les hizo pensar que se trataba de El Bosco», asegura y añade que una no demasiado adecuada restauración fue lo que quitó la firma al artista: «No se hacía con la técnica actual, de ahí que a los expertos del museo les llevara a pensar que no se trataba de su mano, sino de su taller».

En la pintura se observa a San Antonio, reconocible por la cruz bordada en su manto, mientras llena un cántaro con agua en un río. El historiador de arte y coordinador del Proyecto de Investigación y Conservación, Matthijs Ilsink, considera el hallazgo una «pequeña pero importante adición» a la obra de El Bosco de la que, sin embargo, ayer descolgaba dos obras emblemáticas del museo que dirige Miguel Zugaza, informa Efe. Y aún apuntaban una tercera, «La extracción de la piedra de la locura», que cuelga de las salas capitulares de el Monasterio de El Escorial y que pertenece a Patrimonio Nacional, cuya autoría también se cuestiona.

La joya museística de Kansas City

Como suele ocurrir en el caso de los grandes centros de arte norteamericanos, el Museo Nelson-Atkins surge bajo el auspicio de unos magnates, en este caso William R. Nelson y Mary Atkins. La exhibición de sus colecciones arranca en 1927 y en la actualidad cuenta con más de 33.000 piezas de distinta procedencia e inspiración temática: Egipto, China, Japón, la América pre-colombina, África, artes aplicadas y decorativas, obras contemporáneas y, por supuesto, grandes pinturas del canon occidental. Entre éstas se encuentran obras de Caravaggio como «San Juan Bautista en el desierto» y piezas de Bronzino, Tiziano, Guido Reni, Rembrandt o Poussin. La Nelson-Atkins cuenta además con un fondo de impresionistas y vanguardistas notable. En conjunto, se trata del principal museo de arte de la ciudad de Kansas.

La historia «B» del arte: El Caravaggio que centuplicó su valor

La historia del arte es un relato volátil, precario, plagado de apliques sobre el original y «pentimenti». En definitiva, una construcción en marcha en la que los expertos no siempre logran consensuar una perspectiva común y no existen entidades reconocidas a nivel mundial para resolver estos pleitos académicos. Por eso, las sorpresas aún son posibles, y grandes obras consideradas de autores excepcionales han sido desmentidas. Es el caso, por ejemplo, de «El coloso», atribuido a Goya, y cuya paternidad fue negada por el propio Museo del Prado en 2009, aunque dicha desatribución generó controversia y varios expertos la desautorizaron. Otras obras icónicas inicialmente atribuidas a Velázquez, como el «Soldado muerto», o Rembrandt («El jinete polaco») también han sido apeadas de sus presuntos «autores». Muchas de estas desatribuciones pasan a engrosar la lista de «seguidores de...» o, con suerte, logran integrarse en el elenco de algún nuevo pintor. Otras quedan en el limbo tras un debate sin resolver en el seno de la comunidad académica, como «La dama del armiño», presuntamente obra de El Greco. En otros casos, el camino es inverso: una obra que originalmente era de un autor desconocido acaba en la «paleta» de un genio. Es el caso de una versión temprana de «Partida de cartas» (también conocida como «Los tramposos»), una de las piezas maestras de Caravaggio. La adquirió un coleccionista francés por unos 90.000 euros y, tras numerosos estudios se determinó que Michelangelo Merisi era su «padre». Hoy en día el valor de mercado de la obra está estimado en 50 millones de euros.