Estreno

Maren Ade: «La comedia tiene que ser seria para funcionar»

En Cannes la aplaudieron incluso a mitad de proyección y ya es favorita para el Oscar a mejor cinta de habla no inglesa. «Toni Erdmann» nos descubre que el humor alemán existe.

La directora Maren Ade, junto al actor Peter Simonischek caracterizado como Toni Erdmann
La directora Maren Ade, junto al actor Peter Simonischek caracterizado como Toni Erdmannlarazon

En Cannes la aplaudieron incluso a mitad de proyección y ya es favorita para el Oscar a mejor cinta de habla no inglesa. «Toni Erdmann» nos descubre que el humor alemán existe.

Maren Ade (1976) aparece en la entrevista con una afonía griposa. En Cannes, los afónicos tienen mala fama: la mayoría ha perdido la voz de fiesta en fiesta, intentando dar el Do de pecho en demasiadas zonas VIP. Y Ade, que es la primera vez que concursa en el certamen, tiene mucho que celebrar: desde su estreno para la Prensa, con ovaciones entusiastas interrumpiendo la proyección, «Toni Erdmann» está en boca de todos. Antes de que algún periodista bromee con su voz de cazalla, la cineasta alemana se explica con una desarmante naturalidad: la culpa la tiene su hijo, que transportó un virus desde la guardería hasta la Croisette fastidiándole el alud de compromisos que tiene que atender. La (doble) maternidad ha sido una de las causas por las que Maren Ade no estrena película desde 2009, cuando ganó el Premio Especial del Jurado en la Berlinale por la magnífica «Entre nosotros». La espera ha valido la pena: aunque en Cannes tuvo que conformarse con el Premio de la Crítica, suena como apuesta segura para el Oscar a la mejor película extranjera. ¿Feliz por la abrumadora acogida? «Creo que la felicidad está un poco sobrevalorada. Seríamos mucho más felices si no pensáramos que tenemos que serlo con tanta frecuencia», concluye con una sonrisa afónica.

Winfried se presenta de sopetón en Bucarest para fortalecer la relación con su hija Ines, cuyo único objetivo en la vida parece ser escalar puestos en la consultora en la que trabaja. Cuando Winfried percibe que no es precisamente bienvenido, desaparece para volver bajo el nombre de Toni Erdmann, un Hyde grotesco, con peluca y dientes postizos, que pretende dinamitar la estabilidad corporativa del mundo de Ines. «El personaje del padre está inspirado en mi propio padre», cuenta Ade, «que tiene un sentido del humor bastante delirante. Lo de los dientes es cosa suya. Se los regalé hace muchos años, eran uno de esos “gadgets” que te dan en el estreno de una película, creo que era “Austin Powers”. Y desde entonces no ha parado de usarlos».

Referentes eclécticos

La cineasta alemana –que también ha producido, entre otros, al portugués Miguel Gomes– no se vio «Señora Doubtfire» pero «sí “Tootsie”, todo lo que encontré de Andy Kaufman y “Mi padre, mi héroe”, una comedia con Gérard Depardieu que me gustó mucho cuando era joven». Referentes eclécticos que hacen del disfraz y sus circunstancias una preocupación común. Ade quiere dejar claro que Winfried no es el único que se disfraza en su película. «Ines tiene que ser hija, jefa, subordinada... Ha de interpretar tantos papeles que no sabe quién es realmente. Lo que desea no es encontrarse a sí misma, sino liberarse de todas las cargas que le impiden comportarse como le apetece», concluye. «Me resulta muy fácil identificarme con ella. Es un personaje muy universal. Todos tenemos que ponernos una máscara. Además, como en mi caso, trabaja en un entorno dominado por los hombres».

«Toni Erdmann» también ofrece una mirada penetrante hacia el universo de las grandes corporaciones y, de rebote, a las desigualdades de una Europa que ha emprendido una carrera hacia el abismo en su búsqueda de la utopía (y la falacia) comunitaria. «Investigué mucho en el mundo de la consultoría. Por mis ideas, veía a los consultores como enemigos, aunque luego, cuando les conoces de cerca, acabas por entender sus razones. Hablando una vez con un consultor, lo confronté con mi visión política de su trabajo, y lo único que me dijo es que estaba de acuerdo conmigo, pero que yo era una artista y que él no podía permitirse el lujo de pensar así si quería conservar su empleo. Tienen que convencerse de que todo lo que hacen es en beneficio de la empresa». Rumanía vive, en cierto modo, una versión europea del sueño americano, en la que los excesos del mundo de los negocios y del lujo han provocado una homogeneización de los espacios urbanos y un hambre voraz por la ascensión social. «Rumanía tiene un vínculo muy fuerte con Alemania. No sólo porque muchos rumanos hablan alemán, sino sobre todo a nivel de dependencia económica», cuenta Ade. «Tras la liquidación del comunismo, muchas empresas alemanas se instalaron en Bucarest para contribuir a la veloz implantación del capitalismo. Rumanía se convirtió, en cierto modo, en un país colonizado».

Por encima del análisis social, destaca el conmovedor acercamiento del filme a una relación paterno-filial. La humillación, el patetismo y la incomunicación parecen ingredientes insólitos para una comedia, aunque sea afín a las estrategias de lo que ha venido en llamarse «posthumor». Tal vez lo que hay que plantearse es si, a pesar del consenso general, las risas que despiertan algunas escenas de «Toni Erdmann» no son más nerviosas que empáticas. «No la escribí como una comedia», confiesa Ade. «Cuando hablaba con los productores, siempre la definía como una película muy triste. Es el padre, a través de Toni, quien utiliza el humor para aproximarse a su hija, pero su gesto de acercamiento nace de la desesperación. En cualquier caso, toda comedia tiene que ser seria para funcionar. Por ejemplo, si la escena del cumpleaños de Inés resulta tan hilarante es porque los que participan en ella se toman muy en serio lo que tienen que hacer para seguir allí. De ahí surge esa incomodidad que, al final, es ridícula, puede provocar la risa, aunque tengo que admitir que en el montaje la película no parecía tan divertida».

Hay, claro, que suspender la credibilidad por un momento, y «Toni Erdmann» se arriesga a que no entremos en su juego. ¿Por qué Ines no parte peras con su padre, por qué no rechaza la mascarada? «Hay un momento en el que decido apartarme del realismo y crear situaciones que serían posibles pero improbables. La cuestión estaba en demostrar que el personaje de Toni Erdmann abre una puerta que hace que todo sea posible si la cruzas. Lo difícil era que al otro lado sus acciones fueran realistas. No se trataba de sugerir que el padre podía convertirse en Toni». Da la impresión, por la duración de las secuencias y su desarrollo, que hubo mucho margen para la improvisación. «Todo estaba en el guión. Trabajé como se hace en el teatro. Creaba situaciones y, con los actores, explorábamos las capas de subtexto, los distintos niveles emocionales que iban emergiendo a través de los ensayos, pero siempre volvía al guión, que me daba una estructura sólida, consistente, sobre la que trabajar».