Fotografía

García-Alix: «No quiero morir con las botas puestas»

El fotógrafo estará en PhotoEspaña al frente de «Carta blanca» como comisario de «La exaltación del ser. Una mirada heterodoxa», que reúne la obra de seis grandes creadores a los que admira

García-Alix: «No quiero morir con las botas puestas»
García-Alix: «No quiero morir con las botas puestas»larazon

El fotógrafo estará en PhotoEspaña al frente de «Carta blanca» como comisario de «La exaltación del ser. Una mirada heterodoxa», que reúne la obra de seis grandes creadores a los que admira

Lo repite varias veces durante la charla: «Estoy muy espeso a estas horas. Es demasiado temprano para mí». Acaba de terminar un café y lleva su chupa («desde siempre y para siempre», nos dijo con orgullo hace poco más de un año de la prenda) y su pañuelo blanco al cuello. No, PhotoEspaña (que arranca el 31 de mayo) no va a exponer este año de celebraciones (y el siguiente, también, que dos décadas sí son algo) fotografías suyas. Esta vez, no. Lo que le han pedido, y él ha aceptado el reto con ilusión, nos confiesa, es que se convierta en una suerte de «comisario» en una exposición concebida a su imagen y semejanza. Tiene este hombre carta blanca: «Se trataba de buscar un motivo, un hilo conductor de reunir a varios autores mediante una línea narrativa», explica, y todos ellos a través de lo sublime y lo heterodoxo («La exaltación del ser. Una mirada heterodoxa» es el nombre del proyecto). «He partido de la idea clásica de lo sublime, de quien el Marqués de Sade me parece su mayor exponente, y de lo que está fuera de la norma, y con arreglo a ambas premisas están buscados los autores», señala. ¿Pero sin fotos suyas? «Es bastante más interesante este proyecto que una exposición con obras mías. Además, me ha dado mucho trabajo».

Pierde entonces la mirada y se fija en un punto de la nada. Retoma el hilo: «Los artistas representan la fotografía que amo, es como una pescadilla que se muerde la cola». Y esos compañeros que le apasionan (no confundir, subraya, con que haya en la selección tintes autobiográficos) son Paulo Nozolino, Antoine d’Agata («resulta muy especial y toma el hilo narrativo de la autopresencia») y Anders Petersen, por quien siente una devoción que no oculta: «Le conocí hace veinte años y entonces me deslumbró. Ahora traemos a Madrid trescientas fotografías. Eso de poder sentir toda la obra es un placer único», expresa. Una obra que hipnotiza y sumerge a quien mira en el viaje de la noche. «Cafe Lehmitz es una pieza generosa de humanidad compartida. Un trabajo inolvidable. Hasta provocar las lágrimas. Soy testigo», escribe en un texto que sirve como introducción de los seleccionados. Dice que nos arrastra a seguir a esos hombres y mujeres a los que se prenda la cámara, a Gretel, a Ramona, a Escar. «Estuvo tres año haciendo fotos en un café de Hamburgo con todo lo que ese ambiente entraña de prostitución. Consigue una obra pletórica de luminosidad, única, de comprensión. No existe en ella un atisbo de artificio ni de pretenciosidad. No se olvida», desvela.

De viernes a domingo

Los otros tres artistas son Pierre Molinier, Karlheinz Weinberg («trabaja de viernes a domingo en un mundo que le hechiza, un universo nocturno por el que deambulan amantes y chaperos. Se van a exponer algunas de sus primeras fotografías, como la parte dedicada a los cinturones») y Teresa Margolles, una mujer nacida en México que tiene bastante que contar y desvelar. «Es multidisciplinar y trabaja con la muerte y la violencia como expresión de su trabajo. Su obra posee toda un contenido político, aunque habiendo nacido allí, qué no lo tiene», se pregunta. Hubo un nombre que estaba en su objetivo y en su punto de mira, aunque finalmente no pudo ser. Lo intentó con David Nebraza, pero resultó imposible. «Estuve en París, donde vi toda su producción, el editor nos la cedía pero me parecía algo inmoral presentar las fotografías de un autor que está vivo, pero que no iba a estar presente», con lo que decidió abandonar la idea.

Habla con pasión de este trabajo, que le ha permitido mostrar otra cara de las múltiples de García-Alix. ¿O solo es una? «Va a quedar un PhotoEspaña estupendo, pero no nos olvidemos de que estas son solamente seis exposiciones dentro del festival. ¿No se va a adueñar sin querer la marca García-Alix de la convocatoria? Se sonríe un poco incrédulo. «No. Lo que yo pretendo es fascinar con estas piezas y hacer sentir al espectador y que se emocione. Transmitir a través de la obra de estos creadores. Y si lo conseguimos habremos triunfado», suelta satisfecho, con esa sensación de que va a dar en la diana, de que aun no sabiéndolo todavía ya es consciente de que será media docena de focos dentro del festival.

No ha parado desde hace meses, pues además de preparar este proyecto tan particular y tan suyo, le espera una exposición que coincidirá en fechas con PhotoEspaña en la galería de Juana de Aizpuru. Le tocamos, parece, la fibra sensible, porque aflora la ternura de este pedazo de artista que lleva tatuada hasta el alma. «Esto de preparar dos cosas a la vez es un trabajazo. Me exige mucho y ella más porque no entiende que le tengas que dar tiempo a otros cuando estás con ella. Llevamos juntos desde 1998. Hace ya casi veinte años» y recuerda que fue precisamente en este encuentro cuando la galerista se percató de que ahí, en las fotografías de este tipo de la moto a la puerta, había madera. «Sí, se fijó y vino a hablar conmigo. Y hasta hoy». ¿Se llevan bien? «Ella es un caracter, posee una capacidad de trabajo envidiable, yqué brillante», asegura con un tono de admiración. Luego, ¿sigue atado a la cámara de fotos? Y da una respuesta clara. No necesita para responder mirar al infinito ni fijar la vista en un punto que no adivinamos: «Yo no quiero morir con las botas puestas. Hay un momento en que la obra ya está hecha y es cuando te tienes que retirar». ¿La suya lo está? «Yo todavía no he tenido esa sensación, si no hubiera dejado este trabajo. Mis fotografías han cambiado muchísimo. Yo ahora me veo como un artista más simbolista, metafísico y abstracto», dice. Y nos viene a la memoria, y seguro que a él también, esa cascada de obras que llevan su firma estampada, las de los 80 y los 90. Las tomadas al alba, con ese blanco y negro tan escueto, tan corpóreo y tan carnal. Ese era otro Alberto. El de hoy es el mismo pero después de muchos tiros dados. También es el que colgó el año pasado en Tabacalera «Un horizonte falso», sus fotografías tomadas entre 2010 y 2014. «A los sesenta sé que ya estoy en primera línea», aseguraba sabiendo perfectamente lo que decía con esa voz absolutamente rota.

Una canon FTB

La primera cámara que tuvo fue una Canon FTB. Ahora dispara con una Hasselblad o una Leica. Le preguntamos si siempre va con ella colgada. «Cuando camino y salgo por ahí, no. Es un coñazo llevarla al hombro con lo que pesa». Pero no se concibe sin ese juego de lentes que le ha dado tanta vida como se la ha quitado: «Para vivir hay que encontrar predisposición, la fuerza, intentar constantemente la foto. Es una manera de tensar el nervio, el de la mirada, para refrescarlo. El ejercicio del hecho fotográfico recomienza cada vez que miramos a través de la cámara. Y sí que lo tenso, aunque los resultados no sean siempre iguales». A él, como contaba antes, le ha dado mucho PhotoEspaña: «Lo que ha hecho por la fotografía, su conocimiento y su estudio, es enorme. Ha sido un faro. Y ése es el gran regalo que nos otorga el festival». Todas las exposiciones se podrán ver en diferentes espacios, como el Círculo de Bellas Artes, Centro Centro, el Museo Romántico o Tabacalera, donde, además, García-Alix ha preparado un Laboratorio Editorial en el que los invitados del mundo fotográfico se interrelacionarán y discutirán, «una sinergia de la que se beneficiarán los ponentes y los visitantes».

PhotoEspaña y seis maneras de en focar la vida

Edición número XX y 20 años de PHotoEspaña, de ahí que el festival haya querido celebrarlo dando «Carta blanca», que así lo ha llamado, a Alberto García-Alix, para que programe algunas de las exposiciones del festival, seis en total a las que se une una actividad. Media docena de creadores que a él le interesan especialmente, desde la mirada más carnal de Antoine d’Agata (1) al viaje a la noche canalla que firma Anders Petersen (2) en «Café Lehmitz», que tanto impresionó a García-Alix. De Karlheinz Weinberg (3) se podrá ver, entre otros trabajos, su serie de cinturones cincelados. Estará también presente Pierre Molinier (4), de quien su epitafio dice: «Fui un hombre sin moralidad» y Paulo Nozolino (5) con «Loaded Shine». Sin olvidar a Teresa Margolles (6), con una atmósfera en la que retrata a esas mujeres de la vida en unas imágenes en las que la violencia está, sin estarlo, latente.