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Los cuentos que Corea del Norte odia

Los cuentos que Corea del Norte odia
Los cuentos que Corea del Norte odialarazon

El escritor iraní Houshang Golshiri, que publicó obras fuera de su patria bajo pseudónimo, fue encarcelado durante el régimen de Pahlavi; Aleksandr Solzhenitsyn pasó 10 años en el Gulag y su obra «Un día en la vida de Ivan Denisovich» solo vio la luz en su país en 1961. Aun así, no se le permitió viajar apara aceptar el Premio Nobel en 1987. Según rezan las leyendas literarias, cuando Boris Pasternak entregó su manuscrito de «Doctor Zhivago» para ser sacado de contrabando desde la antigua URSS, en 1957, se despidió de él con una potente sentencia: «Que se pasee por el mundo». Ahora, la historia se repite. Bandi (luciérnaga en coreano) es el faldo nombre del primer autor de Corea del Norte que nos regala una obra de ficción. Aunque se han publicado libros de escritores en la diáspora, nunca antes se había editado la obra de un narrador que continuara allí. Lo que leemos en estas páginas no es producto de una fantasía ni de un experimento mental. Es, simple y llanamente, la realidad de 25 millones de personas que, según la ONU, viven de forma sistemática violaciones de los derechos humanos.

Distintos libros de memorias así como poemarios han surgido de desertores de la RPDC publicadoen el Sur, sin embargo, por lo que sabemos, las historias de Bandi suponen la primera obra de ficción escrita por alguien que aún permanece viviendo el país y que, presumiblemente, continúa escribiendo tanto para el Estado como para sí mismo. Por todo ello, sea quien sea, ha hecho historia al iluminar la vida cotidiana de los norcoreanos a quienes los occidentales caricaturizamos como peones con el cerebro lavado, dispuestos siempre a servir al Gran Hermano confuciano: ya sea en el lanzamiento de un nuevo misil, en el corte de pelo o en las multitudinarias manifestaciones.

Dosis de ficción

Pero, acerquémonos un poco más al autor hasta donde se nos permita. Bandi nació en 1950 y creció en la región china de Manchuria –donde sus padres se refugiaron de la guerra de Corea– antes de retornar a su localidad natal en el noreste norcoreano, donde a los 20 años debutó en una revista literaria que, como todas bajo el yugo de Kim Il-sung –fundador del país y de la dinastía– eran un «prodigio» de propaganda. ¿Cuánto hay de verdad en lo dicho? Un porcentaje bajísimo aderezado con ficción, según confiesa la agencia que representa el texto, Do Hee-yun, miembro de una ONG que vela por los derechos de los desertores norcoreanos. Tal agencia solo certifica que Bandi nació allí y que continúa viviendo en su país, lo que no suma ni resta a la contundencia de sus relatos.

¿Cómo llegó el manuscrito a Occidente? Gracias a un familiar del autor que desertó al Sur y que sacó el libro de contrabando y se lo hizo llegar a la citada agencia. Desde ese momento el autor cambió su forma de escribir en la revista norcoreana para la que trabaja para no ser identificado por el Gobierno. Sin embargo esta biografía –a todas luces ficticia– se ideó para que el lector no pensara que se trataba de un invento de la propaganda antinorcoreana, al tiempo que se pretendía proteger del régimen de Pyongyang a la persona autora de estos relatos. La primera obra de ficción que trasciende de aquellos lares desde hace 72 años.

Las siete historias de «La acusación» relatan el impacto del régimen autoritario en la vida diaria durante el reinado de Kim Il-sung y el tiempo inmediatamente posterior a su muerte. Desde el drama de requerir un permiso del partido para despedir a una madre moribunda, hasta la desmesura entre la vida de los líderes y los ciudadanos de a pie, sin olvidar el terror diario a ser delatado por cualquier vecino. Carestía, paranoia, persecuciones policiales... Bandi retrata a la perfección una jerarquía social rígida basándose en la historia de cada individuo con el Partido de los Trabajadores de Corea, las llamadas telefónicas furtivas a los funcionarios exigiéndoles que informen de sus colegas, el hambre física y espiritual.... Un escenario de auténtica pesadilla.

Sólo hay un «pero» literario aunque sea leve. Se trata de la excesiva querencia hacia una estructura narrativa única: Bandi se excede con el «flashback» como soporte para contar para contar sus historias. Las secuencias referidas a un tiempo pasado ocupan un tercio de cada narración y casi siempre pasa por destacar lo mismo: la dedicación y la perseverancia de cada trabajador del Partido y cómo termina desilusionado y abatido. Pero, al igual que Bach abusa del contrapunto y la geometría armónica, el presente autor se sirve de semejante técnica como apoyo explicativo, aunque no logra desmerecer su prosa, máxime cuando esa estructura rígida se rompe con frecuencia para dar paso a pasajes líricos y evocadores. La narrativa de Bandi tiende a buscar la sencillez extrema, casi dolorosa, cosa que no sucede con la arquitectura de sus personajes que nos ofrecen voces fuertes y vivas que nos gritan. Páginas escalofriantes que revelan lo que un Gran Hermano y su Policía del Pensamiento pueden degradar al hombre. Sin duda, lectura de obligado cumplimiento.