Crítica

Miguel Roa, el director que cantó el «gordo»

La trayectoria artística de Roa está ligada al Teatro de la Zarzuela, su casa
La trayectoria artística de Roa está ligada al Teatro de la Zarzuela, su casalarazon

Era uno de los grandes conocedores de la zarzuela y el batuta que más sabía, sin duda, de un género que amó y engrandeció.

El martes por la noche, en el trascurso de una conversación con Miguel Ángel Gómez Martínez sobre la zarzuela y las personas que estaban desaprovechadas, surgió el nombre de Miguel Roa como aquél que más sabía de ese género de los directores españoles. Ambos conocíamos que se encontraba muy mal y las noticias que nos llegaban eran alarmantes. Estaba ingresado en una residencia cerca de Toledo, víctima de una extraña enfermedad que iba destruyendo su cerebro. Dos días después fallecía. Había nacido en Madrid en abril de 1944 y estudio aquí –empezó como violinista– y en Roma, Bélgica e Illinois, debutado a los veinte años en el Teatro Eslava nada menos que con «Rigoletto». Fue director titular de la Orquesta Juventudes Musicales de Madrid y de la Orquesta Santa Cecilia de Pamplona y veló armas en la Ópera de Chicago y el Teatro Massimo Bellini de Catania, para luego dirigir el repertorio operístico del Coro Nacional de España.

Sin perder la sonrisa

El año 1978 cambiaría su vida, al empezar a dirigir la orquesta en el Teatro de la Zarzuela. De él sería director musical desde 1985 y a él estaría ligado hasta 2011, fecha en que el Inaem decidió unilateralmente prescindir de sus servicios. Fueron años de esplendor para la zarzuela, género en el que se especializó. Sus trabajos en ese periodo son innumerables, muchas veces luchando contra el dolor en el manguito rotatorio de un hombro: «La canción del olvido», «La montería», «La chulapona», «El chaleco blanco», «La Gran Vía», «El barberillo de Lavapiés»... Participó en los estrenos de «El pirata cautivo» de Esplá, «Selene» de Marco, «La mona de imitación» de Arteaga, la «Sinfonía nº 1» de Prieto, la «Sinfonía de la Alhambra» de Collet y «La Panadería» de Évora. Con la compañía del teatro recorrió el mundo y con «Luisa Fernanda», «El gato montés» y «Doña Francisquita» profundizó una fructífera relación con Plácido Domingo, con quien actuó en Madrid, Sevilla, Chicago, Múnich, Milán, Londres, Washington, Los Ángeles, Pasadena, Bogotá, Buenos Aires y Basilea. Tras su salida de la Zarzuela pasó a los Teatros del Canal, donde participó en varias producciones y en donde en 2014 celebró un doble aniversario: sus setenta años y los cincuenta como director de orquesta.

Sus actividades abarcaron también la enseñanza, siendo profesor de concertación de ópera y oratorio en la Escuela Superior de Canto, y realizó innumerables revisiones y adaptaciones, como la edición discográfica de «El hijo fingido» de Joaquín Rodrigo o, una de las últimas, junto a Aida Gómez, sobre «Carmen». Disponía de los más importantes cancioneros editados en España, pero lo más que llegó a cantar fue el número 15640 en 1956. Fue el Gordo de Navidad de un entonces niño de San Ildefonso.