Culturas

Videojuegos: Los atletas ya no corren

Lo llaman deporte electrónico y se ha convertido en un espectáculo digno de presenciarse: cracks mundiales en el dominio de la estrategia y la destreza manual que ganan fortunas

Movistar Riders (en la imagen, un miembro en las finales del ESL Master de Heartstone), con la mayor estructura de un club en España, representa una apuesta por el futuro del entretenimiento
Movistar Riders (en la imagen, un miembro en las finales del ESL Master de Heartstone), con la mayor estructura de un club en España, representa una apuesta por el futuro del entretenimientolarazon

Es un signo de los tiempos. En las instalaciones del Matadero de Madrid, junto a la Casa del Lector, que está consagrada a una antigua pasión por las ficciones, se ha instalado una afición moderna: allí se entrena el mayor club deportivo de videojuegos de España.

Es un signo de los tiempos. En las instalaciones del Matadero de Madrid, junto a la Casa del Lector, que está consagrada a una antigua pasión por las ficciones, se ha instalado una afición moderna: allí se entrena el mayor club deportivo de videojuegos (e-sports, por si la RAE quiere tomar nota) de España. La base de operaciones de Movistar Riders, con 30 jugadores y una estructura que no tiene nada que envidiar a un club deportivo de cualquier disciplina profesional, es un lugar, perdón, un centro de alto rendimiento en el que veinteañeros se ganan la vida jugando a videojuegos. Algunos de ellos, de extracción humilde, mejor que sus padres.

Los videojuegos mueven masas como espectáculo de entretenimiento. Pero no solo atraen público jugándolos, sino presenciando partidas entre los mejores del mundo. «Me dicen a veces que quién puede estar interesado en ver en vez de jugar. Yo digo que si cambias videojuegos por fútbol se comprende perfectamente. Es un tema generacional», señala Fernando Piquer, CEO de Movistar Riders, el Florentino Pérez de este relato. «Cuando era joven, iba a los recreativos no solo a echar mi partida, sino también te asomabas por el hombro de los demás para ver a los buenos, porque era fascinante. Pues eso que hacíamos de forma local, multiplícalo por milllones en YouTube». Según la Asociación Española de Videojuegos (AEVI), en nuestro país hay más de 15 millones de jugadores, de los que el 56% son hombres y el 44% mujeres. Los españoles gastaron el año pasado 1.163 millones de euros en este tipo de entretenimiento, mucho más que la música y cine juntos (764). Juegan los chicos, las chicas, las señoras en el metro con el móvil y los políticos en el Congreso de los Diputados.

¿Y cuál es el objetivo de estos torneos? Vaya bobada de pregunta. La gloria, el dinero, la competición. Como en todo lo demás. Un jugador de nivel nacional puede ganar unos 60.000 euros anuales (más que un ingeniero recién licenciado, dice Piquer), mientras que un competidor europeo puede situarse en los 150.000 (más que un cirujano). Los mejores del mundo ganan millones (como un futbolista de primera división). Haremos caso a Piquer y tomaremos el símil futbolístico como guía para este paseo. Como en los clubes de balompié, aquí hay fichajes y cesiones. «Por ejemplo, un chico que está estudiando ahora mismo y no puede entrenar con la intensidad que exigen los torneos, lo hemos cedido a un club de menos nivel para que pueda centrarse en los exámenes y con la idea de repescarlo», explica Piquer como si se tratase de Carvajal o Llorente, dos madridistas cedidos y regresados. «Yo no tomo las decisiones deportivas, solo vigilo que las ofertas y los sueldos sean coherentes».

Un momento, ¿acaso entrenan? Desde luego. Una media de ocho horas diarias (a veces diez), pero la mayor parte de ellos llegan a casa y siguen jugando. Se reúnen para partidas programadas contra un equipo –ya sea turco o japonés–, ver vídeos y organizar reuniones tácticas. También de forma individual. Conviene aclarar que «League of Legends», el juego más popular en Europa en torneos por equipos, es de una complejidad delirante. Por sintetizar, dos equipos de cinco jugadores luchan entre sí eligiendo entre 200 personajes predeterminados. Cada jugador tiene a su campeón (que posee características específicas) y el objetivo es destruir el «nexo» del rival atravesando el tablero. Multipliquen el ajedrez por 500 variables –habilidades, objetos y conjuros– y se hacen a la idea. Se juega en un ordenador, con el teclado y el ratón, y suceden cosas a toda velocidad en diferentes puntos del escenario virtual durante los 40 minutos de duración media de la partida. En un equipo profesional de «League of Legends» hay entrenadores, analistas y directores técnicos. Entre sus funciones está la de estudiar las estrategias de los equipos rivales, qué personajes eligen, cómo atacan, se defienden o se aprovisionan y rearman. Existen millones de partidas en internet, en YouTube y en las plataformas de los propios juegos, un océano de Big Data que alberga la clave, el punto flaco, en un detalle. Al terminar, repasan las estadísticas, detectan los errores, revisan qué hace aguas.

Pero detrás tanto de los futbolistas como de los ases del teclado hay historias de imberbes profesionales. «Muchos de los chicos que están con nosotros han pasado directamente de una habitación en la casa de sus padres a tener un sueldo lejos de casa, incluso en otro país. Aquí tratamos de que se adapten a la ciudad conviviendo con otros jóvenes de su equipo. Residen en varios pisos que tenemos alquilados en el mismo bloque», explica Piquer. En Movistar Riders hay jugadores de hasta 8 países de procedencia distintas (Noruega, Dinamarca, Islandia y Polonia, entre otros) y, en cuanto a los españoles, hay desde Galicia a Barcelona pasando por Jerez de la Frontera. La mayoría a duras penas sabe hacerse unos espaguetis pero lo mismo les sucede a los jugadores de Lezama o La Masía. Por eso, los «gamers» tienen el menú preparado a diario en la sede de su club. Y, bueno, si son capaces de derrotar ejércitos enemigos de especies fantásticas, sabrán programar la lavadora. «Ellos limpian su casa y se hacen la cena, no se les da trato de estrellas. Lo hacemos por su crecimiento personal, no por ahorrarnos un servicio de limpieza», aclara Piquer con una sonrisa.

Ss busca cantera

Algunos clubes de deporte tradicional como el Ajax, PSG, Manchester United y Valencia CF y Baskonia en España tienen sus divisiones de deporte electrónico perfectamente uniformadas con los colores balompédicos. Otros, como Movistar Riders, que cuenta con varios millones de euros de presupuesto, ya buscan hacer su cantera: acaban de convocar pruebas de selección para madrileños de «League of Legends». Apenas seis meses después de su nacimiento, los Riders tienen como objetivo imponerse en el panorama nacional en varias disciplinas electrónicas con títulos populares como el «Counter Strike», «Call of Duty» e incluso el «FIFA». Los Riders lo integran 30 jugadores y otros 35 profesionales con competencias van desde la realización audiovisual de contenidos del equipo (producen un programa diario de elaboración propia) al «staff» técnico y administrativo.

En los deportes electrónicos también hay lesiones. «Tenemos un fisioterapeuta porque son frecuentes las tendinitis, las lesiones de espalda y, sobre todo, el síndrome del túnel carpiano», explica. Esta es la temida triada de los «milennials», la afección de los sedentarios. «Para evitar eso, en septiembre vamos a comenzar unas horas de entrenamiento en el gimnasio. Cada uno dentro de sus posibilidades, pero el físico es algo que nos preocupa cuidar por una cuestión de salud. Y es una obviedad que cuanto mejor está tu cuerpo, mejor piensas. En estos torneos, medio segundo de cálculo es decisivo. Los ajedrecistas hacen ejercicio», señala Piquer. «De la igual manera, les animamos a que continúen su formación, que sigan estudiando. Porque esta carrera no se sabe cuánto va a durar. Cuando tenemos un jugador menor de edad, le exigimos que saque más de un 6 de media en sus estudios o, de lo contrario, no compite con nosotros», explica. También aprenden otra cosa como futuros deportistas de élite. «Les damos formación para usar las redes sociales. Han recibido un curso para saber qué cosas no se pueden escribir y para evitar excesos verbales como les sucede a algunos deportistas. Su generación está muy acostumbrada a interactuar en Twitter y algunos les provocan y se pican entre ellos. O bien un día se quedan tirados en un viaje y ponen a parir a Renfe o a Ryanair directamente. Y tratamos de que eso no pase, de mantener unos valores y una imagen del club», señala. A esto también les apoya un psicólogo deportivo para «que ayude en la gestión de la victoria y la derrota». Más de un futbolista podría apuntarse a este último. Un director médico del club realiza el seguimiento de los jugadores en competiciones que pueden durar cuatro o cinco horas seguidas.

Piquer se rebela contra ciertos malentendidos. «Es verdad que la afición a los videojuegos en muchos casos devuelve la imagen de un chico jugando solo encerrado en su cuarto, como si estuviera incapacitado para socializarse. Pero no es cierto, porque, por lo general, está jugando online con otras cuatro o cinco personas de cualquier parte del mundo con las que habla simultáneamente por el chat de voz en un idioma que no es castellano», explica. Sin embargo, ese malentendido tiene justificación. Aunque no hay datos oficiales, el perfil de jugador medio es un varón de entre 17 y 30 años con una pinta de «nerd» inadaptado de manual. Las jugadoras brillan por su ausencia entre los profesionales, aunque las hay en la base de aficionados. Y, sin embargo, a pesar de su aspecto de empollones, empiezan a ser ídolos de masas. Los contratos de imagen y publicitarios empiezan a aparecer, les invitan a estrenos. Ningún ajedrecista ha gozado de este estatus, así que, ya saben, si a su hijo no le gusta el fútbol dejen que juegue a lo que quiera.