Teatro

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«Viriato»: Ese demonio nuestro llamado guerra

Festival de Mérida
Festival de Méridalarazon

Autor: Florián Recio.

Director: Paco Carrillo.

Intérpretes: Fernando Ramos, Ana García, Pedro Montero, Manuel Menárguez, David Gutiérrez, Jesús Manchón...

Festival de Mérida. Hasta el domingo.

El Festival de Mérida va poniendo fin a su 63ª edición con el último de los estrenos programados: «Viriato», un texto de nueva creación que firma Florián Recio sobre el conocido episodio histórico de la caída del último caudillo lusitano en Hispania frente al omnívoro poder de Roma. Como suele ser habitual en el festival desde que la actual dirección se ocupa de él, es de nuevo una compañía extremeña la que se erige en colofón del cartel. En este caso se trata de Verbo Producciones, con el actor Fernando Ramos como cabeza visible del proyecto, quien ha vuelto a confiar la dirección artística del mismo a Paco Carrillo. El propio Ramos da vida de manera muy solvente al protagónico Viriato en esta puesta en escena en la que contrasta la sencillez de la acción principal con el muy logrado esteticismo del coro, constituido en verdadera y eficaz escenografía viviente durante todo el espectáculo. Carrillo ha sabido dar entidad propia a este coro que se torna fundamental en su propuesta y que está formado por estudiantes de arte dramático, con el generoso objetivo de que puedan ir fogueándose en su oficio con público de verdad. Apoyada en la representación sobre unas interpretaciones correctas, la obra está construida, literariamente, con más pericia en lo narrativo que en lo estrictamente dramático. Esto quiere decir que la sucesión de acontecimientos está expuesta con claridad y conforma una secuencia argumental compacta y precisa; pero ese desarrollo se ve lastrado por la propia interacción de unos personajes que se atascan en discusiones muy reiterativas y que están supeditados al consabido y, en cierto modo, esquemático razonamiento de que la guerra es muy mala y envilece a todo el que la practica. Asimismo, existe otra pequeña pega de carácter contextual: es admisible siempre el intento de tender puentes con el presente a la hora de abordar los conflictos eternos que van jalonando la Historia; es incluso loable, porque sirve para colocar al hombre contemporáneo frente a los asuntos que hoy le preocupan y quizá para que los entienda mejor. Pero hay últimamente en el teatro un excesivo propósito por identificar de forma algo simplista algunos conceptos abstractos y generales con líneas de pensamiento muy cotidianas, concretas y contemporáneas, lo cual hace que todo el entramado adquiera en ocasiones un tono pedagógico en el que se ve más la mano de los creadores que la propia idiosincrasia de los personajes y sus situaciones. De este modo, resulta un poco chocante, cuando menos, ver discurrir a romanos y a lusitanos manejando algunos conceptos propios de nuestro presente en los que se cuelan términos tan extemporáneos como «terrorista» o «refugiado».

LO MEJOR

El uso del coro, convertido en un elemento escenográfico primordial de este montaje

LO PEOR

Algunas ideas se repiten sin que adquieran el valor poético que quizá se haya querido otorgar