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El futuro, más incierto que nunca

La dureza de la derrota con el PSG puede marcar la decisión del Barça y de Luis Enrique sobre la renovación del técnico, que vivirá un calvario hasta la final de Copa si también se descuida en la Liga.

Luis Enrique, en el banquillo del Parque de los Príncipes durante la sonrojante derrota del Barcelona ante el PSG
Luis Enrique, en el banquillo del Parque de los Príncipes durante la sonrojante derrota del Barcelona ante el PSGlarazon

La dureza de la derrota con el PSG puede marcar la decisión del Barça y de Luis Enrique sobre la renovación del técnico, que vivirá un calvario hasta la final de Copa si también se descuida en la Liga.

Perdió el Barcelona, fulminado en París. «Me podéis echar la culpa a mí, pero me gustaría que en las victorias os portarais igual», dijo Luis Enrique antes de perder los nervios delante del periodista de TV3. Parte del origen de ese enfado está en cuando le preguntaron por unas declaraciones de Sergio Busquets en las que decía: «Su planteamiento táctico fue mejor». Muchos han interpretado estas palabras como un ataque directo al técnico, aunque sólo el centrocampista sabe en qué sentido las dijo. Como siempre en situaciones así, el entrenador es el más débil y el que peor parado sale. No es Luis Enrique muy amigo del halago fácil cuando se gana ni del dramatismo cuando se pierde, pero la del PSG no fue una derrota más, fue un suplicio de los que dejan huella, y al preparador del Barça se le pueden hacer muy largos los meses que le restan hasta que acabe el curso. Si su futuro estaba en el aire, ahora lo está más. Su política es la de ir renovando año a año y hasta abril o mayo no se pronunciará al respecto. Así sucedió tras su llegada a Barcelona. En el primer curso logró el triplete, a lo que añadiría después la Supercopa de Europa y el Mundial de Clubes, pero hasta el final no dijo si seguiría. Renovó por dos años. Se cumplen este junio y vuelve la incógnita, con la carga añadida del 4-0. Lo que no puede decir ahora es que no sigue, porque el vestuario podría perderle el respeto definitivamente, conocedor de que el año que viene nadie tiene que dar explicaciones ante él.

Luis Enrique revolucionó al equipo con su llegada, añadiendo la contra al fútbol posicional que está en el ADN del Barça, pero especialmente este curso se ha quedado en un punto intermedio. Ni viene ni va. Sin Champions (a la espera de algo más que un milagro, fundamentalmente de Messi), un pinchazo en la Liga en las próximas jornadas (y el 25 de febrero visita el Calderón) le dejarían con casi tres meses de una persecución casi imposible al Real Madrid, y siempre con ruido mediático. La espera hasta la final de Copa puede ser eterna y la conquista del título menos prestigioso no llevaría al club la felicidad total. Siempre ha dicho el técnico que su renovación no depende de si gana, aunque los resultados suelen ser los que marcan el futuro de los entrenadores. Daba la impresión, ya antes de lo del PSG, que el técnico pensaba que no podía dar más de sí a este equipo.

Ayer, el grupo se entrenó por primera vez tras la debacle y según el diario «Sport» la reunión fue «tensa», como no puede ser de otra manera tras una jornada así. La relación de Luis Enrique con el vestuario no está rota, como demuestra que hace nada pactara suplencias y sustituciones con Suárez y Messi. El argentino suspendió ayer un viaje solidario que tenía a Egipto. Neymar, por su parte, puso la única nota de esperanza al escribir en las redes sociales: «Mientras tenga un uno por ciento de posibilidades tendré un 99 por ciento de fe».

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