Espanyol

Un tropiezo para aguar un poco la ilusión

El Sevilla pierde dos puntos contra un Espanyol conservador, que se salvó por la expulsión de Banega. Lenglet marcó el gol de los locales

Sarabia y Jurado disputan el esférico en un lance de la primera mitad del partido de anoche
Sarabia y Jurado disputan el esférico en un lance de la primera mitad del partido de anochelarazon

Un tropiezo para empezar. El Sevilla no pudo con el Espanyol en un estreno liguero del Toto Berizzo pastoso y desagradable.

Un tropiezo para empezar. El Sevilla no pudo con el Espanyol en un estreno liguero del Toto Berizzo pastoso y desagradable, con el encuentro determinado por el fuerte calor reinante y estropeado por la expulsión de Banega, que había revitalizado a los suyos con su salida pero que se perdió en una tonta protesta para privar a su equipo del asedio final. Lenglet y Leo Baptista, ambos en la primera parte, fueron los autores de los goles.

El partido comenzó con la peor noticia posible. Berizzo dispuso una rotación total, de nueve futbolistas incluido el portero, y por ahí se rompió el Sevilla, concretamente por un dedo de David Soria, que se hizo añicos al intentar evitar un remate de Leo Baptistao. La ocasión la había propiciado una pérdida de Borja Lasso, que no fue la única del canterano, otro titular sorprendente. Sergio Rico recuperó su puesto a los tres minutos y enseguida hubo de estirarase para detener un cabezazo de Baptistao que se colaba.

De la mano de un Navas ya en forma, el Sevilla se acercó a la portería de Pau López, hábil para detener un primer remate de Nolito pero torpe en un intento de córner directo del sanluqueño, que se le escapó de las mano y permitió a Lenglet empujar el 1-0. Era injusta la ventaja sevillista, demasiado castigo para el Espanyol, así que N’Zonzi le regaló poco después un balón a Baptistao, listo como un ratón y veloz como una guepardo, para que se marchase en eslalon hasta el borde del área y desde allí fusilase la igualada. Cada uno en su estilo, ambos habían merecido su golito.

Como la cosa degeneraba hacia el festival de balones, Berizzo decidió tirar de Banega en los primeros minutos de la segunda parte, que arrancó con un par de acercamientos inquietantes de los barceloneses. Una cuchara quirúrgica del argentino dejó solo a Muriel, que malogró contra el palo su segundo a mano a mano de la noche. El hombre de los 20 millones tuvo también, dentro de los diez últimos minutos, un remate a bocajarro que estrelló en el muñeco. Quizá no era el día para que descansase Ben Yedder, tan resolutivo en Turquía.

La cara B del virtuoso Banega apareció cuando se encraba un tramo final en el que el Espanyol se aprestaba a sufrir un asedio. Pero el genial mediocentro se enredó en unas protestas con Hernández Hernández, que quiso saldar la cosa con una amarilla pero, ante la porfía del maleducado, lo mandó a la ducha. Fue una pena, porque en verdad se iba el artífice de la mejoría del Sevilla en una segunda mitad que había sido agradable de ver porque el caudal de fútbol de los locales era inmenso, en esos momentos.

Por suerte, el Espanyol carecía de fuerzas para irse a por la victoria y firmó unas tablas bastante deshonrosas por la forma pero que, en el fondo, le sirven. Llevaba siete derrotas consecutivas en el Sánchez Pizjuán, así que despreciar el punto que le tendía los brazos habría sido como escupir en un plato de sopa. Siempre se puede decir eso de que queda mucha Liga pero, la verdad, se marchan dos puntos.