Trabajo

La robotización aviva el debate sobre la renta básica universal

La Razón
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Su implantación en España obligaría a fijar un tipo único del IRPF del 50% a todos los contribuyentes.

Finlandia pagará 560 euros mensuales a 2.000 desempleados elegidos mediante un muestreo aleatorio, un experimento que convertirá el país nórdico en laboratorio de la renta básica universal. Algunos municipios de Holanda han puesto en marcha iniciativas parecidas. Y Suiza rechazó, con casi el 80% de los votos en contra, el plan de renta básica garantizada.

El debate se encuentra en plena efervescencia. Y ha llegado a España. Mientras que la renta básica se trata de un ingreso mensual por el mero hecho de ser ciudadano, independientemente de su situación económica o laboral, que implicaría la desaparición de todas las prestaciones existentes de carácter asistencial no contributivo (pensiones asistenciales, subsidios de paro, rentas mínimas autonómicas...); la mínima constituye una ayuda para personas sin ingresos y en riesgo de exclusión. No obstante, casi todos los partidos del arco parlamentario incluyeron en sus programas electorales propuestas en uno u otro sentido.

Unidos Podemos prometía crear un programa de renta garantizada que complementara los ingresos de quienes se encontraran por debajo del umbral de la pobreza. La medida hubiera supuesto más de 72.000 millones de euros anuales, lo que incrementaría el déficit público en torno al 3%.

El PSOE propuso un ingreso mínimo vital de 426 euros mensuales, con un coste estimado de 6.400 millones de euros. Sin embargo, el acuerdo de investidura que sellaron PP y Ciudadanos tan sólo recogía la implantación de un impuesto negativo sobre la renta de las personas físicas en forma de Complemento Salarial Garantizado.

Aunque dependería del montante final, implantar una renta básica en España que oscilara entre los 600 y los 800 euros mensuales obligaría a fijar un tipo único del IRPF del 50% a todos los contribuyentes. Y eso en el mejor de los casos, ya que muchos trabajadores dejarían de trabajar para recibir la prestación o por sentirse expoliados de la mitad de sus salarios, lo que elevaría aún más el coste. Pese a que cuantificar la «factura» de su puesta en marcha resulta complejo y ambiguo, porque la renta básica también se podría implementar mediante un sistema de devolución de impuestos, la estimación bruta del coste en nuestro país «estaría entre el 20 y el 30% del PIB», calcula Juan Ramón Rallo.

El autor de «Contra la renta básica» recuerda que no sólo se ha convertido en la propuesta estrella de la izquierda, aunque admite que sí son estos partidos los que mayoritariamente la defienden. «La izquierda es muy estatista, partidaria de gobiernos grandes y de aumentar el gasto público. Y ésta es una herramienta ideal para ello y para crear una sociedad de individuos dependientes del Estado», apostilla.

De algunos estudios se desprende que la digitalización, y la consecuente robotización de la economía, eliminarán antes de 2020 siete millones de puestos de trabajo en los 17 países más desarrollados del mundo. Y, a pesar de que en España no se haya notado hasta muy recientemente, el cambio tecnológico ha originado en las últimas décadas un incremento de la desigualdad salarial y de la polarización del mercado laboral. Manuel Alejandro Hidalgo, profesor de Economía Aplicada de la Universidad Pablo de Olavide, afirma que en nuestro país estos hechos se han activado con la crisis y, aunque algunas de las causas de esta «brecha» sean coyunturales, «la recuperación nos está haciendo ver que difícilmente recuperaremos la “igualdad” previa a 2008».

Polarización del empleo

Si la robotización y el cambio tecnológico mantienen su tendencia a polarizar el empleo, el debate sobre la implantación de la renta básica cobrará más fuerza, puesto que se espera que en el futuro más trabajos se vuelvan sustituibles, creando bolsas de trabajadores en empleos de baja cualificación.

La robotización, que acalorará un debate con ciertos grados de temperatura, se trata de un fenómeno que tiene como consecuencia la transferencia de renta desde el trabajador al capital. «La cuestión está en conocer si realmente esa parte de renta que se transfiere es finalista. Es decir, si retribuye al capital o, sin embargo, es usada para mantener la estructura productiva». En el primer caso, Hidalgo considera que la solución debería ser simplemente la transferencia de rentas hacia los trabajadores mediante el uso de impuestos. Y advierte de que el problema sería que dicha transferencia fuera para sostener la estructura productiva. En dicho supuesto, es posible que la renta básica no pueda solucionar los problemas derivados de la robotización. Rallo, por su parte, piensa que «la idea de que nunca más habrá empleo para todos es falaz» y que el problema actual del paro no se deriva de la llegada de los robots al mercado laboral.

Problemas de financiación

El problema de la renta básica es su financiación, aunque son muchos los expertos que piensan que en el futuro será irremediable su implantación. En cualquier caso, el sistema de transferencia de rentas debe cambiar, así como el diseño de políticas sociales.

Otras experiencias parecidas a la de la renta básica demuestran que «las transferencias monetarias a tramos de población más pobres no les lleva a comportamientos ociosos, sino todo lo contrario». Hidalgo destaca que esta medida sería un mecanismo para reducir las desigualdades, pero revela que la cuestión sería si ofrece las herramientas no sólo para mitigarlas sino para permitir la movilidad social, lo que constituiría la verdadera fórmula que facilitaría a medio y largo plazo la disminución de la desigualdad. «Necesitamos más evidencia para entender mejor qué mecanismos activa una renta básica que pueda facilitar tal reducción», admite.

Rallo augura que el debate sobre la renta básica cobrará más fuerza en el futuro, conforme la sociedad se vaya enriqueciendo. Y reconoce que puede terminar implantándose. «Sólo en aquellos casos en los que una persona sea incapaz de salir adelante por sus propios medios nos podríamos plantear la necesidad de transferir una renta. Pero ésa es la mínima. La básica nunca tendrá sentido», sentencia.