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Los tres minutos en los que Younes estuvo atrapado en la Boquería

LA RAZÓN recorre el trayecto del yihadista marroquí de 22 años desde que atropelló a más de un centenar de personas en Las Ramblas

Los tres minutos en los que Younes estuvo atrapado en la Boquería
Los tres minutos en los que Younes estuvo atrapado en la Boqueríalarazon

Estuvo a punto de ser atrapado nada más cometer el atropello múltiple en Las Ramblas, pero supo esquivar a los Mossos ya que su huida estaba planificada con detalle y conocía bien el terreno en el que se movía.

Estuvo a punto de ser atrapado nada más cometer el atropello múltiple en Las Ramblas, pero supo esquivar a los Mossos ya que su huida estaba planificada con detalle y conocía bien el terreno en el que se movía. Ayer, cuatro días después del atentado del 17A, la Policía le abatía en Subirats. Younes Abouyaaqoub moría a 50 km de donde comenzó su particular y sanguinaria venganza contra Occidente. Pero él sabía que el momento más crítico para que su plan no se desbaratara era el de diseñar su fuga. Y le salió bien la jugada.

Marcaban las cinco de la tarde, después de dejar tras de sí 13 víctimas y centenares de heridos, Abouyaaqoub se bajaba de la furgoneta blanca, se escondía un cuchillo y se ponía unas gafas de sol. Tenía que abandonar la zona de inmediato y se camufló entre los viandantes que, aturdidos por la magnitud de la tragedia, huían aterrados. No llamaba la atención, vestía un pantalón oscuro, zapatillas y un polo a rayas. Cruzó el boulevard de Las Ramblas y cogió la calle del Hospital. Su objetivo era colarse en La Boquería para despistar a los agentes que habían visto cómo descendía del vehículo. Caminó 100 pasos y giró por la calle de las Cabras, un pequeño pasadizo que desemboca en el oficialmente conocido como Mercado de San José (La Boquería), un recinto atestado de gente donde rápidamente le perderían la pista. Así fue.

«Entró después de la primera estampida. Había gente, pero tampoco estaba lleno, los clientes y otras personas que estaban en Las Ramblas en ese momento habían huido a la parte trasera del mercado. Así pudo moverse seguramente más rápido. Escuché disparos. Luego silencio. Uno mosso gritó: ‘‘Lo tenemos’’. Yo no sabía qué pensar. A los pocos segundos, otro grito. “No, no es él. Lleva una camisa de rayas azules”», explica Cristina, dependienta de uno de los puestos del mercado gastronómico, Frutas y Verduras Peña, que fue una de las primeras casetas con las que se cruzó. «Luego volví a escuchar disparos y a agentes correr por todas las esquinas. Pensaron que se habría metido en algunos de los restaurantes o tiendas de La Boquería haciéndose pasar por cliente. Fueron momentos de confusión», añade. Kevin, que trabaja en el servicio de limpieza del mercado, describe a LA RAZÓN cómo se desplegaron los agentes tratando de bloquear las entradas y salidas del recinto. «Era espectacular, fueron muy rápidos, pero él se la jugó», añade. «Yo cómo voy a saber si es el terrorista. Le habría incluso dado refugio en mi puesto. Qué vas a hacer. ¿Cómo vas a reconocer a un terrorista si el chico parecía normal?», replica Mercedes, que regenta una de las fruterías por donde pasó Abouyaaqoub. A 10 metros de ese pasillo lateral, el yihadista de 22 años giró a la zona de las pescaderías. «Estoy traumatizada por lo ocurrido», dice la mujer que ha visto su negocio en las fotografías que delataban la huida del terrorista. Volvió a girar. Esta vez en dirección a Aroma Ibérico, donde ahora despacha Miguel Ángel, que asegura que no vio «al chaval». De allí vislumbró la salida trasera y no lo dudó. A paso firme salió por la puerta dejando su rastro en las cámaras de seguridad. No corría, para no levantar sospechas. Habían pasado tres minutos aproximadamente desde que había abandonado su furgoneta de Las Ramblas y había conseguido camuflarse a 400 pasos de este punto entre los más de 300 puestos del mercado, de un tamaño aproximado de 2.600 metros cuadrados.

Una vez fuera debía alejarse lo antes posible de la zona. Pasan diez minutos de las cinco. Comenzó una caminata de más de una hora hasta la zona universitaria. Aunque no está claro cómo llegó hasta allí, lo más probable es que se adentrara por las laberínticas calles de El Raval, el barrio multicultural (de mayoría musulmana) otrora en el punto de mira por los discursos radicales de algunos de los imanes que predican en las múltiples mezquitas de la zona. Sus callejuelas estrechas y enrevesadas son un buen aliado para evitar ser visto. El último registro visual que se tiene de Abouyaaqoub es en la calle Nicaragua, muy cercana a la Estación de Sants.

Según la investigación, hubo tramos que realizó corriendo, especialmente aquellos en los que no había viandantes a su alrededor. Los distritos del Ensanche y de Sants-Mont Juic son tranquilos, barrios residenciales con cafeterías humildes y negocios discretos. Sobre las 18:30 llega a la zona universitaria que, al ser agosto estaba prácticamente vacía, tan sólo salpicada de algunas prostitutas que trabajan por la zona. «Lo pudo hacer sin que nadie se enterara, es una zona muy clandestina», asegura una de ellas a este diario. Allí reconoció a un hombre que salía de su Ford Focus blanco en el parking gratuito de la Universidad, donde acuden muchos jóvenes para evitar pagar la hora de estacionamiento. Le asaltó, apuñaló y tomó el control del vehículo. Mató a Pau Pérez, la víctima 15 del atentado. La operación Jaula para proteger los accesos al centro de la ciudad ya se habían activado, pero él lo desconocía. Tomó la avenida Diagonal para salir de la ciudad. Se acercaba más a su final tras el «éxito» inicial de su plan de fuga.

A la altura del puente de la Ronda de Dalt se topó con una patrulla. Le dieron el alto y él aceleró dejando a un agente herido en la pierna. Se desvió dirección Sant Just Desvern donde aparcó el coche (con el cuerpo sin vida de Pérez en el interior del vehículo) a los pies del mítico edificio Walden, obra del arquitecto Ricardo Bofill. «Lo estacionó justo en la entrada del aparcamiento», apunta Félix, comercial del concesionario que hay enfrente. En el lugar donde paró reposan ahora unas flores en recuerdo a Pau. Son cerca de las ocho de la tarde y las patrullas llegan de inmediato, incluso uno de los mossos reconoce haber visto a alguien alejarse del vehículo, pero, al divisar un cuerpo sin vida en el interior del Ford Focus, pensaron que era Abouyaaqoub. Un error que dio alas al terrorista para continuar su huida. «A esas horas no hay prácticamente gente por el Polígono del Pont Reixach. Además, parece como si se hubieran alineado los astros a su favor. Las terrazas del Walden no dan a la zona donde estaba el coche y los edificios de enfrente suelen tener siempre las persianas bajadas porque el sol da de pleno. Ese es el motivo por el que ningún vecino pudo haberle visto», apunta Félix. Pronto se instaló un impresionante dispositivo policial, «con el robot antiexplosivos y todo», añade el comercial. «Iban trepando por los edificios, estábamos rodeados. Luego vino la Policía a pedirnos las cámaras de seguridad, pero no tenemos. También vino la secreta, pero no pudimos darles muchos más detalles», dice Félix. Durante más de dos horas estuvieron trabajando en la zona, registrando todas las naves, hasta que por fin descartaron que el coche tuviera material explosivo. Pero ya era demasiado tarde, el yihadista de origen marroquí les llevaba ventaja y se había esfumado entre los parques del municipio. No fue hasta que a Pérez le hicieron la autopsia cuando se dieron cuenta de que el fallecido no era el terrorista.

«Nos pidieron que nos quedáramos sin movernos en el interior del supermercado, luego nos sacaron. Tardaron como dos horas», apunta una dependienta de Caprabo que está al lado de donde quedó inmóvil el Ford Focus. «Mi hija vive en el edificio de enfrente y vio todo el operativo. Era como una película», asegura Mercedes, a la que se le saltan las lágrimas al recordar lo sucedido. El misterio por resolver es cómo Abouyaaqoub consiguió llegar a Subirats. Mercedes lo tiene claro: «Fue capaz de ir caminado hasta allí. Es gente sin sentido alguno. De lo único que me alegro es de que por fin lo hayan cazado. Uno menos», sentencia.