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Sánchez busca una investidura tras el 25-S

Propondrá un programa de Gobierno a Podemos y Ciudadanos aunque es consciente de no tener los apoyos

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, y la líder de la formación en Euskadi y candidata a lehendakari, Idoia Mendia
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, y la líder de la formación en Euskadi y candidata a lehendakari, Idoia Mendialarazon

Propondrá un programa de Gobierno a Podemos y Ciudadanos aunque es consciente de no tener los apoyos.

El «escrupuloso respeto» al tiempo de Mariano Rajoy que el PSOE ha defendido para mantenerse en un estudiado segundo plano durante los últimos meses se agotó con la investidura fallida. Antes de que se certificara el fracaso del candidato popular, Pedro Sánchez se ocupó de atraer de nuevo todos los focos hacia sí con una sugerente proposición a las «fuerzas del cambio» –o lo que es lo mismo: Ciudadanos y Podemos–para buscar una solución al atasco político en el que está sumida España desde hace nueve meses. El líder socialista resucitaba así el fantasma del pacto imposible que intentó sin éxito en marzo por los vetos de la nueva política. Aunque desde su entorno se trató inmediatamente de matizar la contundencia de la oferta, Sánchez volvió ayer a insistir en esta idea –con mayor vehemencia si cabe– durante un acto de precampaña en Galicia. El secretario general se comprometió a trabajar «sin descanso» para acordar con las formaciones de Pablo Iglesias y Albert Rivera cómo «poner fin al fracaso» de Rajoy como presidente y utilizó el nombramiento del ex ministro José Manuel Soria en el Banco Mundial como acicate para estimular el consenso entre dos partidos cuya incompatibilidad es reconocida. «Ya lo visteis ayer –por el viernes–: con una mano Rajoy señalaba al PSOE como responsable de su fracaso político y con la otra nombraba a Soria candidato al Banco Mundial. Por eso digo a todas las fuerzas del cambio: ¿qué más razones necesitamos para ponernos de acuerdo?», se preguntó.

Las razones pueden ser compartidas, casi tanto como el objetivo, pero el problema surge a la hora de fraguar la estrategia para articular una mayoría suficiente para plantear una alternativa que sume el apoyo de morados y naranjas. Desde Ferraz no quieren adelantar ningún movimiento y fuentes de la dirección se remiten a la Ejecutiva permanente que se reunirá el lunes en la sede federal para realizar un «análisis de la actualidad política». «Todo a su debido tiempo», dicen desde el entorno de Sánchez para intentar frenar la espiral de acontecimientos que se han sucedido en las últimas horas. Esa pausa viene, de hecho, marcada por las elecciones en Galicia y en el País Vasco, ya que hasta después de estos comicios no se prevé ningún movimiento relevante para intentar la formación de un gobierno alternativo. No obstante, el secretario general socialista comenzará a mantener contactos con Rivera e Iglesias durante los próximos días para empezar a tejer complicidades y explorar las posibilidades de éxito de su plan. Según fuentes consultadas por este diario, ese plan pasa por proponer a ambas formaciones un programa de Gobierno, una compilación de medidas –que podrían llegar al centenar– compartidas por los tres partidos, como base para echar a andar la legislatura y que los puntos de fricción política que existan se diriman en el Congreso durante la tramitación parlamentaria. El propio Sánchez reconoció ayer la necesidad de que exista un nuevo «gobierno limpio, social y justo».

Aunque la estrategia parece calcada a la de marzo, «la experiencia previa y el dolor de la caída» –como expresa un senador– imprimen una mayor cautela al proceso. Sánchez sólo se postulará formalmente si tiene la certeza de que será investido y siempre después de que se resuelvan las contiendas en Galicia y el País Vasco, cuya correlación de fuerzas puede favorecer un pacto entre PP y PNV que dinamite sus aspiraciones. De no darse este escenario, Sánchez se erigirá como figura de consenso ante el bloqueo, avalado por el apoyo de Iglesias y Rivera. Cabe preguntarse, sin embargo, qué hecho diferencial podría separar el fracaso de hace meses de un éxito ahora. No existe, a priori, ninguna garantía que invite al optimismo, pero asumir de nuevo la iniciativa tiene para Sánchez importantes ventajas estratégicas. Si el acuerdo fracasa y, como resultado, se convocan elecciones, el líder socialista no asumirá la responsabilidad de una vuelta a las urnas, o al menos no lo hará en solitario. Podrá trasladar esa carga a la imposibilidad de Ciudadanos y Podemos para ponerse de acuerdo y dar una salida a la ingobernabilidad, personificando en sus líderes el bloqueo. Este rol de presidenciable colocaría a Sánchez y al PSOE de nuevo en el centro de la escena política. Un espacio cómodo que ya ocupó en marzo y que le permitiría blindarse internamente, ante los ataques y las presiones de los barones territoriales, que podrían buscar su salida y que le respetarán como interlocutor del PSOE mientras esté negociando.