Terelu Campos

Terelu sobre el cáncer de mama: “Es duro asumir que la vida se quiebra en un segundo”

Tras siete años de lucha contra el cáncer de mama, una doble mastectomía y muchas lágrimas por el camino, confiesa que hubo momentos tan dolorosos «que no sabía si podría soportar vivir así».. Su hermana Carmen ha sido el principal apoyo.

Foto: Alberto R. Roldán
Foto: Alberto R. Roldánlarazon

Tras siete años de lucha contra el cáncer de mama, una doble mastectomía y muchas lágrimas por el camino, confiesa que hubo momentos tan dolorosos «que no sabía si podría soportar vivir así». Su hermana Carmen ha sido el principal apoyo.

Han pasado siete años desde que a Terelu Campos le diagnosticaron cáncer de mama. En 2012, durante unas vacaciones en Hawái, la presentadora detectó un bulto en su pecho derecho. Fue el comienzo de su calvario. Tenía 46 años. Llegó la quimio y la radioterapia. Un año después parecía que la tormenta había pasado, pero en julio de 2017 volvía la pesadilla: la mama derecha presentaba un nuevo tumor. A los 52 fue operada y sometida a una doble mastectomía. «Soy una persona muy fuerte y con el umbral del dolor muy alto, pero no lo podía soportar», confiesa. Ahora, recuperada y «eso sí, con revisiones cada seis meses, la próxima me toca en enero», concede una entrevista a LA RAZÓN para explicar cómo han sido estos años y cómo ha superado los momentos más duros. Nos citamos con Terelu en la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) tras un coloquio organizado por Ausonia en el que ha participado la presentadora. Ella es consciente de la proyección que tienen sus palabras y sabe que el contar su experiencia puede ayudar a las mujeres que estén atravesando una situación similar a la suya. Por eso habla de la importancia de la investigación, clave para lograr tratamientos más eficaces que mejoren y aumenten la esperanza de vida de las mujeres; la prevención, que afirma es fundamental para reducir el riesgo de padecer la enfermedad, y también de la aceptación como una manera muy importante de enfrentarse al cáncer de mama. «Ésta es una enfermedad muy visible y te hace tener muchas inseguridades, los cambios físicos te pueden destruir», asegura.
–Cuando le diagnosticaron cáncer y escuchó al médico por primera vez pronunciar esa maldita palabra, ¿cómo reaccionó?

–Hace años, que te dijeran que tenías cáncer era el terror absoluto. Hoy en día es duro, pero siempre va a acompañado de esperanza, de una elevada probabilidad de curación. Creo que debemos normalizar la palabra cáncer ya que muchas de las que lo padecemos luchamos y seguimos viviendo. También es cierto que otras no lo consiguen, pero nunca debe perderse la esperanza.

–Su proceso ha sido muy duro, un doble cáncer y el segundo con secuelas importantes. Supongo que ha habido momentos de flaqueza. ¿Cómo ha conseguido superarlos?

–Luchando. Nunca hay que pensar en tirar la toalla porque eso significa dejarte morir. Siempre hay que ofrecer un mensaje de esperanza y no tener miedo a pronunciar la palabra cáncer. Tengo amigos, seres queridos que no lo han superado, pero cada vez son más personas las que sí lo conseguimos.

–¿Cómo es Terelu tras siete años de lucha contra el cáncer? ¿Cambia la esencia de la persona? ¿Qué ha descubierto de sí misma?

–En todos estos años he aprendido lo increíblemente fuertes y, al mismo tiempo, frágiles que somos los seres humanos. Te das cuenta de que tu vida se puede quebrar en cuestión de horas y entonces sacas fuerzas de donde sea para afrontarlo. También es fundamental asumir las debilidades de cada uno, no podemos ser siempre heroínas, no se puede exigir a una persona en tratamiento que siempre esté bien. Hay que pedir ayuda, llorar. Yo he llorado mucho en silencio, a solas.

–Supongo que hay personas más fuertes que otras, ¿usted es especialmente valiente?

–Eso me dicen, pero yo creo que todos los enfermos lo son, todos luchamos por curarnos y eso es algo fundamental. Claro que estamos en manos de los médicos y en ellos depositamos nuestra recuperación, pero la lucha del paciente es clave también. Con esta enfermedad descubres lo grandes que somos por dentro y te das cuenta de la familia, padres, amigos, primos, que tienes y el poso que ellos han dejado en ti durante la vida, a lo que te agarras para ser fuerte.

–¿Cuál ha sido el momento más duro?

–He tenido momentos muy complicados, uno de los más duros fue después de que me hiciera la doble mastectomía. Tenía unos dolores tan tremendos en los que me decía a mí misma si sería capaz de soportar vivir así. Fíjate que yo tengo el umbral del dolor muy alto, pero el dolor era tan fuerte... Ver aquello, sentir cómo me desestabilizaba tanto el dolor fue muy complicado. Tenía días en los que no sabía si podría soportarlo más. Lo peor ha sido sentir que mi cuerpo no iba al ritmo de mi mente, sino muy por detrás.

–¿Cómo han gestionado sus seres queridos la enfermedad?

–Pues quizá lo mejor de esta enfermedad es darte cuanta de la buena gente que tienes a tu lado. No digo solo tu familia, que se presupone que siempre están ahí, sino tus compañeros de trabajo y la gente anónima que por la calle me decía que estaba conmigo, que rezaban por mí. Todo esto de algún modo te encoge el alma y no sé si tendré vida suficiente para agradecérselo.

–Su hija Alejandra tenía 11 años cuando a usted le encontraron el primer tumor. ¿Cómo le explicó lo que iba a suceder?

–Yo siempre trato de evitar el sufrimiento de mis seres queridos y quise que Alejandra estuviera alejada de todo esto, porque de esta manera me daba fuerza y libertad para poder estar yo como quisiera estar en cada momento. Si tenía un día triste, que también hay que tenerlos, no puedes afrontar ese momento como un autómata, quieres desahogarte. Hay días en que no quieres ni moverte y estando sola puedes permitírtelo. Que se fuera de casa antes de mi doble mastectomía fue también muy positivo porque ella vivía la enfermedad en la distancia.

–Y usted, como hija, ¿cómo se ha comportado? ¿Cómo ha llevado María Teresa esta situación? ¿Ha sido ella su refugio?

–Mi madre es fundamental en mi vida, pero también he querido que estuviera dos pasitos más atrás para evitarle el sufrimiento. Quien más se «ha comido» mi enfermedad ha sido mi hermana Carmen, sobre todo mi posoperatorio de la mastectomía. Ella y su marido, José Carlos, dejaron su vida de lado, se instalaron en mi casa, dejaron la suya y su intimidad para estar a mi lado. Lo que traté de hacer fue compartimentar las tareas. Mi madre venía conmigo a las curas, dábamos un paseo y luego mi hermana era la que se encargaba de mis cuidados, la que cargó con la preocupación más directa. Esto también me ha dolido porque a veces veía a Carmen con la cara descompuesta diciendo: «Qué puedo hacer por ella».

–¿Qué ha aprendido de su enfermedad?

–Que nunca sabes lo que vendrá. Yo soy una persona que siempre ha estado pendiente en cuanto a lo que el cáncer de mama se refiere, es más, fui yo misma la que siempre me revisaba. Así me localicé el bulto que resultó ser el tumor. Recuerdo que en una cena con amigas en un restaurante, cuando ya me lo habían diagnosticado, les dije que fuéramos al baño. Allí les pedí que me tocaran el bulto para que supieran lo que es y pudieran ellas mismas reconocerlo. Es fundamental tener un control y es tan sencillo como hacerse revisiones una misma.

–¿Le ha generado inseguridades?

–Por supuesto, el cáncer es una enfermedad visible y los cambios físicos no es algo frívolo, es un aspecto que te puede destruir. Para mi fue fundamental también sentirme guapa, no sentirme enferma. Mi hija se quedó impresionada cuando le dije que se me caería el pelo, pero cuando ocurrió, cuando me quedé sin pelo, un día me maquillé, me puse guapa y le dije: «Alejandra ven al baño». Al verme, sin pelo, me dijo: «Pero mamá, si estás muy guapa».

–Pero sí optó al final por utilizar una peluca para salir en televisión...

–Usé peluca porque no quería generar morbo, pena ni compasión, pero en cuanto pude me la quité. La sensación de ir con peluca era horrible, pensaba que todo el mundo se daba cuenta y que se mi iba a caer.

–Nunca quiso ocultar su enfermedad, pero ¿tanta exposición le ha generado en algún momento arrepentimiento?

–En primer lugar yo nunca he querido ser ejemplo de nada, es una carga muy pesada. Pero sí soy consciente de que mi trabajo tiene una proyección pública y contarlo podía ser una referencia para mujeres que se sienten perdidas. Si he podido contribuir a darles un poco más de tranquilidad y esperanza bienvenida sea esa carga. Nunca quise ocultar mi enfermedad porque si lo hubiera hecho habría sido demonizarla.

–¿Nunca se le pasó por la cabeza tratarse fuera de España en busca de mayor privacidad?

–En ningún momento a lo largo de mi enfermedad pensé en irme fuera. Como digo, no quise ocultarme y además tenía mucha confianza en el equipo médico que me trataba. Creo que este aspecto es fundamental también durante la enfermedad: confiar en quien te cuida.

–¿Le darán el alta definitiva pronto?

–Esto no ha terminado, tengo revisiones periódicas. La última la tuve en julio y en enero vuelvo. Así cada seis meses.