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Los templarios regresan sin secretos

Ricardo Curto tiene comprobado cómo reacciona la gente cuando descubren, o él deja ver, que es templario. Dice que el 25% le mira con escepticismo; que el 65% le preguntan con curiosidad y que al menos un 10% le tacha de loco. «Cuando me dicen eso, pienso que tal vez los equivocados son ellos».

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Ricardo Curto es el «bahili» o jefe de la «delegación» que la Orden Suprema Militar del Templo de Jerusalén OSTMH abrió esta semana en Canarias para España, con la presencia del alcalde de Las Palmas de Gran Canaria Jerónimo Saavedra. Son los seguidores de los principios que inspiraron a la Orden del Temple, los guerreros-sacerdote, que se hicieron poderosos y ricos en el siglo XII y que en el año 1314 fueron eliminados por el papa Clemente V y Felipe el Hermoso, acusados de casi cualquier cosa, como cometer actos «contra natura» o practicar el esoterismo. Acusados de guardar un terrible secreto.

Han pasado siglos, ha cambiado la religión, los sacerdotes, los guerreros, el mundo, pero los templarios continúan, con sus mantos blancos, sus cruces rojas, con sus encomiendas y sus postulaciones para ser caballeros, pero sin secreto: «La idea es traer a nuestra época los valores de los templarios», asegura Ricardo Curto. Los valores son la castidad, la pobreza, la obediencia, el valor, el honor, etc. Pero siglos después, esas palabras han adquirido otro significado. Castidad, más que en su sentido sexual, dicen los actuales templarios, se refiere a la nobleza y a la pureza de sentimientos; la pobreza consiste en dar lo que excede para vivir dignamente a los que no lo tienen y la obediencia, sin embargo, es la misma: son caballeros, que obedecen a una jerarquía (pues se trata de una orden militar).

Caballeros y escuderos
Las actuales órdenes templarias continúan con las estructuras antiguas: se dividen en caballeros y damas, sargentos y escuderos. Casi todo es igual que hace siglos, con la diferencia de que ahora la espada sólo la utilizan en las investiduras de caballeros. Es la representación de la cruz cristiana o el símbolo del poder del jefe del convento. Pero ya no se dedican a defender a los peregrinos que van hacia la Tierra Santa. Primero, porque bastante tiene la Tierra Santa como para que haya más protagonistas en ella y después, vean las fotos de esta página, los caballeros y damas, los nuevos templarios necesitan más ser defendidos que defender.

Fue Dan Brown quien puso de moda a los templarios con su «bestseller» «El código da Vinci». El escritor se hizo rico mezclando intriga y leyendas que han perseguido a los templarios: el tesoro del que eran custodios y el Santo Grial. Como si los primeros templarios hubiesen encontrado en excavaciones en la Explanada del Templo unos secretos que podían poner en duda todas las creencias de la Iglesia. De ahí, dicen los que buscan conspiraciones, llegó su poder y de ahí también, la necesidad que hubo después de acabar con ellos.

Lo malo de la realidad es que es más aburrida que la ficción. Los templarios, ahora, tienen páginas en internet y están localizables. «Somos discretos, pero no secretos». Son, en su gran mayoría, profesionales, con cierto nivel de ingresos y con capacidad para sustentar las órdenes con sus cuotas mensuales. Dicen que hay más de 400 asociaciones templarias en el mundo y algunas incluso aseguran ser las herederas legítimas de los templarios de la antigüedad. Es complicado saberlo: en el siglo XIV se acabó con los templarios en la hoguera y sólo con el romanticismo fueron recuperados. Además, por el voto de castidad no podían tener hijos y no podría, pues, haber herederos físicos. En total, en el mundo habrá unos 55.000 afiliados, en 44 países, apenas unos cientos en España.

Dicen que cualquiera puede formar parte de los templarios. Hay que pasar por un proceso en el que el candidato debe documentarse sobre su historia y, además «tiene que ser una persona responsable y con capacidad para comprometerse, pero no solemos rechazar a nadie», explica Curto. Ni siquiera hace falta ser católico. Aunque sí cristiano.
Hay que cumplir con las normas: «No a nosotros, Señor, no a nosotros, tuya es la gloria»,que es uno de sus lemas. Los antiguos templarios tenían deberes rigurosos: «Cada hermano del Temple ha de saber que por encima de todo se ha comprometido a servir a Dios», o más radical.

Obediencia
Una vez que se es templario, sólo hay que seguir por obediencia aquellas campañas que sean decididas en Consejo y lo imponga el bahili: suelen ser acciones solidarias. «Nosotros creemos que otro mundo es posible, que todos tenemos que ser menos cómodos, estar unidos y ayudar a los necesitados», explica Curto. Esa es su misión, muy parecida a la de una ONG moderna. «No –se defiende–. Nosotros no somos una ONG, porque estamos obligados a seguir los valores templarios». No hay más secreto en sus acciones.

La pregunta es por qué alguien siente curiosidad por ser templario en estos tiempos. Curto explica que él encontró en la Orden lo que andaba buscando toda su vida: una identidad de valores, de religión y también de historia. Otros, en cambio, lo que han buscado son las leyendas: hubo una Orden que pidió al Papa que les devolviera el tesoro templario. Por si acaso, no conviene hacer mucha broma sobre ellos. La leyenda de los templarios no sólo se creó por su riqueza, por su prohibición o por Dan Brown. Según cuenta Luis Reyes, cuando el templario Jacques de Molay fue quemado vivo, maldijo al Papa Clemente V y al rey Felipe: «¡Malditos, malditos! ¡Seréis malditos hasta la trece generación de vuestra estirpe!». Clemente V murió dos meses después. Felipe antes de acabar el año.