Estados Unidos

EE UU presiona por una profunda reforma del Nafta

Órdago de Washington a México y Canadá en el estreno: «Con un simple retoque no basta»

Un camión proveniente de México cruza el paso fronterizo rumbo a EE UU en Ciudad Juárez
Un camión proveniente de México cruza el paso fronterizo rumbo a EE UU en Ciudad Juárezlarazon

Órdago de Washington a México y Canadá en el estreno: «Con un simple retoque no basta».

El Hotel Marriott de Washington acoge desde ayer, y hasta el domingo, la primera de las siete rondas previstas de la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Tlcan o Nafta, por sus siglas en inglés). Un acuerdo que eliminó hace 23 años las fronteras aduaneras entre Estados Unidos, México y Canadá y que regula desde entonces también sus relaciones comerciales. La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, junto con sus políticas proteccionistas, han evidenciado la gran distancia que separa en estos momentos las prioridades de los tres países.

El órdago estadounidense comenzó sin preámbulos en el mismo discurso inaugural del negociador jefe de Trump, Robert Lighthizer: «Sentimos que el Nafta ha fallado a muchos, a muchos estadounidenses, y necesita grandes cambios. Quiero ser claro: «No queremos un simple retoque». Unas declaraciones que recuerdan mucho a las palabras predicadas por el entonces candidato a la presidencia de Estados Unidos durante su campaña electoral: «El tratado ha sido muy malo para nuestro país, muy malo para nuestras empresas y trabajadores. Muchas naciones se han hecho ricas a expensas de Estados Unidos, así que o se realizan grandes cambios o nos deshacemos del Nafta».

Trump se refería, entre otras cosas, al déficit de su balanza comercial con México, que desde la firma del pacto en 1994 pasó de un excedente de 1.300 millones de dólares a un déficit de 64.000 millones. Bajo estas condiciones, Washington se considera perjudicada, al menos en su relación bilateral con México, ya que con Canadá la balanza está equilibrada.

La situación laboral en el país azteca es otra parte del problema, ya que desde los años 90 los salarios en México han caído un 10%, disminuyendo su capacidad de compra de productos estadounidenses. El comercio bilateral entre ambos países se cerró el año pasado en 482.238 millones de dólares aunque 303.000 millones corresponden a ventas mexicanas. Ese total de ventas corresponde también al 81% del total de las exportaciones de México, lo que pone en evidencia la completa dependencia de las ventas a EE UU por parte de México, que puede ser la gran perjudicada de la revisión.

Otra de las demandas clave en la negociación, y que formó parte también de las promesas de la campaña de Trump, es resolver la pérdida de empleos de calidad por el cierre de fábricas que se instalaron en México para aprovechar la mano de obra barata. Una práctica que como empresario aprovechó el mandatario estadounidense pero que como jefe de la Casa Blanca no puede permitirse. En realidad, buena parte de las presiones de la Administración Trump pasará paradójicamente por que los mexicanos sean mejor pagados, haciendo que sus bajos salarios no sean un incentivo para que empresas estadounidenses se muden al sur de la frontera.

Por último, Estados Unidos buscará remodelar el polémico artículo 19 del tratado, que es el que regula las controversias comerciales y arbitra litigios relativos al dumping. Históricamente favorable a Canadá, en particular con el sector maderero, ha sido duramente criticado por la delegación estadounidense, que buscará suprimirlo para llevar estas disputas a sus propios tribunales. Ante este panorama de «grandes cambios» prometido por Trump a sus votantes, las delegaciones de México y Canadá, encabezadas por el secretario de Economía mexicano, Ildefonso Guajardo, y la ministra canadiense de Exteriores, Chrystia Freeland, unen sus fuerzas. Ya lo hicieron el martes con un encuentro bilateral previo al inicio de las negociaciones. No quieren grandes cambios, sólo ajustes y actualizaciones, y desde luego no permitirán que se toque el artículo 19. Una situación que refleja lo complicado de unas negociaciones para las que se han previsto siete rondas, aunque podrían ser más, y que pretenden tener un acuerdo renovado antes de julio del 2018, cuando México celebre sus elecciones presidenciales.