Brexit

La UE alerta sobre una ruptura caótica con Londres ante la falta de avances

La ambigüedad británica con la factura de salida y el acceso al mercado envenena el diálogo

David Davis y Michel Barnier
David Davis y Michel Barnierlarazon

La ambigüedad británica con la factura de salida y el acceso al mercado envenena el diálogo.

La tercera ronda de negociaciones sobre el divorcio de Reino Unido de la UE terminó ayer en Bruselas casi como empezó: en punto muerto. Londres y la capital comunitaria parecen estar jugando partidas de cartas distintas y ni siquiera se ponen de acuerdo en el diagnóstico de la situación. Mientras el negociador jefe por parte de los Veintisiete, Michel Barnier, aseguró que no se había llegado a ningún «progreso decisivo», su homólogo británico, David Davis, en un intento de ver el vaso medio llenó, prefirió declarar que «es justo decir que ha habido ciertos progresos concretos». Avances que la UE considera insuficientes y que están circunscritos a la frontera entre las dos Irlandas, la posibilidad de que los jubilados británicos sigan disfrutando de la tarjeta sanitaria europea o la protección de datos. Todo lo demás sigue en el aire y la atmósfera parece cada vez más enrarecida.

Durante la rueda de prensa conjunta, la clásica flema británica de Davis contrastaba con la irritación de Barnier que, pese a la exquisitez de las formas, lograba a duras penas disimular su enfado. Como antídoto ante la estrategia negociadora británica, Barnier volvió a utilizar la amenaza del reloj que sigue haciendo tic-tac. Esta vez el político francés no sólo se limitó a mostrar sus dudas sobre la posibilidad de llegar a un acuerdo antes de la cumbre del 19 y 20 de octubre en Bruselas para, posteriormente, pasar a la siguiente fase, la discusión del futuro acuerdo comercial, ansiado por Londres, sino que fue más allá. El negociador de la UE, copiando el modus operandi de Theresa May, agitó el abismo de una posible salida desordenada de Reino Unido. «La cuestión fundamental a la que debemos responder es saber si el 29 de marzo de 2019 a medianoche estaremos preparados para la salida ordenada de Reino Unido o si sale de la UE sin acuerdo, con todas las consecuencias», se preguntó.

En Bruselas comienza a barajarse la posibilidad de que sea necesario esperar a la tradicional cumbre de diciembre para pasar a la siguiente fase. La postura europea sigue siendo la de no negociar el estatus futuro hasta que se hayan producido suficientes avances en los tres principales frentes: derechos de los ciudadanos comunitarios, situación del Ulster y factura de salida. Downing Street sigue sin aceptar esta secuencia, ya que considera que todo está inextricablemente unido y acusa a los Veintisiete de falta de imaginación y flexibilidad. Palabras que volvió a repetir Davis para exasperación de Barnier.

A pesar de las diferencias, los relatos de ambas delegaciones coinciden en un punto: el abismo que les separa sobre el principal escollo, las cuentas del divorcio. Reino Unido está dispuesto a discutir línea a línea cada penique y se niega a realizar los pagos comprometidos más allá de la fecha de salida a pesar de que los presupuestos comunitarios se pactan cada siete años y el actual periodo termina el 2020 y ciertos compromisos incluso exceden esta fecha. «Los contribuyentes europeos no deben pagar a veintisiete los compromisos adquiridos a veintiocho, eso no sería justo», aseguró el negociador europeo. Barnier censuró a Londres su falta de compromiso en pagar factura pendientes en ámbitos tan sensibles como los fondos prometidos a Ucrania, la ayuda al desarrollo de África o las energías limpias. El negociador de la UE dio también a entender que los posibles intentos de Londres de dividir serían una «pérdida de tiempo» y el Parlamento Europeo, que deberá votar el acuerdo con salida para que éste sea válido, cierra filas con el equipo negociador del Ejecutivo comunitario.