África

Nigeria

«Las niñas de Chibok», una realidad distorsionada

Hoy se cumplen dos años de aquella noche en la que fueron sacadas violentamente de su escuela y cargadas en camionetas hacia los bosques del norte de Nigeria

Imagen de archivo del 12 de mayo de 2014 distribuida por Boko Haram de las niñas secuestradas
Imagen de archivo del 12 de mayo de 2014 distribuida por Boko Haram de las niñas secuestradaslarazon

Hoy se cumplen dos años de aquella noche en la que fueron sacadas violentamente de su escuela y cargadas en camionetas hacia los bosques del norte de Nigeria

Desde Occidente pensamos en "las niñas de Chibok" como un grupo de 200 menores en un espacio común a la espera de un rescate o misericordia. Desde una perspectiva real, esta idea es un concepto distorsionado, ya que lo más probable es que hayan sido vendidas o llevadas a lugares de los que nunca regresarán.

Hoy se cumplen dos años de aquella noche en la que fueron sacadas violentamente de su escuela y cargadas en camionetas hacia los bosques del norte de Nigeria, donde sus captores, el monstruo islamista que asesina a miles de personas en cuatro países africanos, encuentra cobijo.

La opinión pública, guiada por los estereotipos universales de un secuestro, asumió que todas habían sido trasladadas a un mismo lugar y que pronto habría una petición de rescate por parte de Boko Haram, autores del rapto.

Pero secuestros así, aunque no tan masivos, ocurren con frecuencia en una Nigeria mutilada por el yihadismo, y casi ninguno de ellos sigue ese cauce.

En guerras con enemigos tan violentos, las capturas sirven para intimidar y diezmar poblaciones, para ganar dinero con la venta de seres humanos, para esclavizar laboral y sexualmente, para sumar adeptos y engendrarlos, pero en muy pocas ocasiones para exigir rescates.

Las víctimas se desvanecen en un trágico destino sin que nadie repare en ellas.

Solo algunas consiguen escapar o ser liberadas por el Ejército y, cuando lo logran, se enfrentan al estigma de una sociedad que recela de quienes han convivido con el extremismo, especialmente si son mujeres.

La prueba de esta dura cotidianeidad es que el propio Gobierno nigeriano tardó tres semanas en reaccionar al secuestro de Chibok, y tal vez solo lo hizo por el gran alcance de la campaña que lanzaron actores y cantantes estadounidenses en las redes sociales.

Empujadas por este grito colectivo, las grandes potencias brindaron su ayuda: satélites, drones, radares térmicos en la selva y centenares de expertos en busca de un objetivo tan disperso como, quizá, inexistente.

El despliegue, al igual que el clamor digital, también se desvaneció sin que nadie reparara en ello.

Sin embargo, en un inusual contexto de trascendencia internacional -a pesar de ser un grupo terrorista que ha matado a más de 12.000 personas en cinco años- Boko Haram detectó la oportunidad de sacar partido al rapto empleando a las niñas, por lo visto hasta ahora, como falsa moneda de cambio.

El último ejemplo podría ser el vídeo hecho público hoy, en el que aparecen quince supuestas víctimas asegurando que se encuentran bien y que solo quieren volver con sus familias. Tres de las madres afectadas aseguran que sus hijas están en esas imágenes.

La cinta fue enviada el pasado mes de diciembre al Gobierno, que en todo este tiempo no ha podido certificar su autenticidad, y el número de presuntas secuestradas que aparece en el mismo es muy reducido.

Incluso el Gobierno del anterior presidente, Goodluck Jonathan, buscó el rédito publicitando falsos rescates en plena carrera electoral. Su acción más cruel fue el anuncio de un alto el fuego en todo el país que incluía la liberación inminente de las menores.

En medio de este despropósito, la hipótesis más coherente es que las víctimas hayan seguido el silencioso curso que sigue la mayoría de los secuestrados.

El pasado año, una fuerza multinacional lanzó una ofensiva para expulsar al grupo islamista de todos sus bastiones urbanos, pero ningún soldado encontró "a nadie que hubiera tenido contacto con las chicas", admitió el general responsable de la misión.

La última esperanza de un rastro estaba en los bosques de Sambisa, de cuya espesura tampoco ha escapado ninguna voz.

Fuentes se seguridad consultadas por Efe, admitieron que lo más probable es que hubieran sido separadas y vendidas como esposas o esclavas sexuales.

La definición de "las niñas de Chibok", el concepto que vuelve a sonar estos días por sinceridad u oportunismo, se acerca cada vez más a 200 realidades aisladas que a una esperanza colectiva de rescate. Javier Marín/EFE